sábado, 30 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 30-11-2013

«El que sabe, sabe. El que no, es el jefe.»

 (Ramón DURÓN RUÍZ; Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, 1956. El Filósofo de Güémez, 2008.)

A veces el saber popular, que tanto gusta de los tópicos y lugares comunes (porque, al fin y al cabo y de algún modo, en él se asientan), va un poco más allá en su percepción del mundo y es capaz de abrir distancia irónica bastante para señalar con certera sorna algunos de los síntomas de la ceremonia de la confusión en la  que, querámoslo o no, participamos cada día...

Y, como ya no nos vale aquello de “el que vale, vale; y el que no, a Ensidesa (o cualquier otra vieja empresa de los sectores básicos con trabajos industriales duros a tres turnos)” porque cualquier trabajo más o menos estable en una compañía más o menos consolidada parece hoy un sino venturoso, y, en cambio, tenemos la experiencia repetida de gestiones empresariales y políticas que nos han llevado colectivamente a la ruina, parece más justo atribuir esa carencia de saberes a gestores tan nefastos.

Ahora bien, eso es un síntoma de los tiempos... Pero, en realidad, ¿cómo y por qué llega quien no sabe a gestionar y dirigir aquello de lo que nada (o muy poco) sabe (más allá, probablemente, de algunos prejuicios ideológicos)?.

La cosa es bastante sencilla, la gestión (también en la gran empresa, pero, sobre todo, en la política) es un ejercicio de representación... Una representación en casi todos sus sentidos: porque quienes asumen la gestión son meros comisionados para la defensa puntual de los intereses de sus amos que funcionan entre bambalinas, porque interpretan un espectáculo (cómico algunas veces, trágico con frecuencia, casi siempre patético) para la distracción (alienante) del personal, y porque son el símbolo o muestra evidente de su negocio (e, indirectamente, del final de una época en la que aún se apreciaba la tarea hecha con rigor y fundamento).

Es ahora el tiempo de la cultura emprendedora, en la que la política se convierte en mera gestión y la gestión en jefatura delegada por los dueños del mundo. Por eso para ejercer ese triple sentido de la representación es muy beneficioso no saber... Se ahorran muchos escrúpulos potenciales a la hora de defender y legitimar los intereses de los amos a los que se sirve. No hay más que ver lo tranquilos y hasta dicharacheros que parecen siempre José Ignacio Wert Ortega o Jorge Fernández Díaz que poco saben de educación y protección de la ciudadanía pero representan estupendamente sus mediocres vodeviles.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Noviembre de 2013

viernes, 29 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 29-11-2013



«Esto era la libertad. La libertad consistía en perder toda esperanza.»
 



(Charles Michael, Chuck, PALAHNIUK; Pasco, Washington, Estados Unidos, 21 de febrero de 1962. 
Fight Club –El cdlub de la lucha-, 1996 –1999 para la primera edición en castellano-.)



En un lugar, aquí y ahora, donde un tartazo en la cara de una política vale dos años de cárcel mientras la violencia desmesurada y consciente de la policía (aún cuando se reconozca su posible exceso por un tribunal) no vale condena alguna, donde los pequeños robos de gentes condenadas a la condición de lumpen suponen la entrada en una espiral de encarcelamientos sucesivos mientras los grandes delincuentes financieros campan a sus anchas y los “defensores del orden”  proclives a la desmesura represiva (aún cuando sean condenados en firme por algún tribunal despistado) encontrarán siempre el comprensiva complicidad del indulto por parte de una casta política a cuyos intereses particulares (y “transferidos”) sirven como eficaces esbirros, ¿qué esperanza cabe?.



Todas las industrias culturales (desde la prensa hasta el cine de masas), diestramente controladas por el poder económico transnacional (tras una pátina de apariencia díscola) se ocupan afanosamente de generar un imaginario colectivo que derive comportamientos de sumisión aprendida y criminalización social de la rebeldía... Pero, claro, el oprobio es tanto, la voluntad de rapiña final con la que los poderosos tratan de convertir en negocio los últimos reductos de lo común (dejando a crecientes masas de población en la más inhóspita de las intemperies) es tan descarnada, que la opresión simbólica no basta.



Y vuelven las porras y las togas actuando contra el pueblo al que dicen defender... Para eso, más allá del denostado José Ignacio Wert Ortega, están Alberto Ruíz-Gallardón Jiménez y Jorge Fernández Díaz... Ahora parece que van a modificar el anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana (¿?) rebajando la cuantía de las multas... Como si fuera ese el problema y no el concepto.



Ese entramado normativo-represivo que va configurando su idea de libertad (la de los eternos amos) como pérdida de toda esperanza (para esos súbditos que, precarizados, ya ni podemos practicar siquiera el “libre consumo” en los mercados).



Nacho Fernández del Castro, 29 de Noviembre de 2013

jueves, 28 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 28-11-2013



«Resumiendo, lo que las personas tienen no es “derecho a la libre expresión”, sino el derecho de alquilar un local y dirigirse a la gente que cruza sus puertas. No tienen “derecho a la libertad de prensa”, sino a escribir o publicar un folleto y venderlo a quienes quieran libremente comprarlo (o a regalárselo a quienes quieran voluntariamente aceptarlo). Así, pues, lo que tienen, en cada uno de estos casos, es derecho de propiedad, incluido el derecho de libre contrato y transferencia, que es parte constitutiva de los mencionados derechos de propiedad. No hay “derechos de libre expresión” o libertad de prensa extras, más allá de los derechos de propiedad que una persona puede tener en cada caso concreto.»

 (Murray Newton ROTHBARD; Bronx, New York, Estados Unidos, 2 de marzo de 1926 – New York, 

7 de enero de 1995. Párrafo sobre la interpretación de los derechos humanos como derechos de propiedad en The Ethics of Liberty –Ética de la libertad-, 1982 -1995 para la primera edición en castellano-.)

El ufano anarcocapitalismo tiene una ventaja incuestionable sobre el viejo discurso liberal que, un poco apesadumbrado y timorato ante las desmesuras asimétricas en la construcción del capitalismo real, no se atrevía a hablar claro y trataba de envolver todo en una moralina (bajo epígrafes como el de responsabilidad social de la empresa) bastante etérea y un poco vacua, además de un tanto traidora a sus propias bases económicas (Adam Smith o David Ricardo) y filosóficas (John Locke o David Hume) pero algunas de las prospectivas sociales ensayadas...
Y es que el libertarismo capitalista, arrogante y sin complejos, aprovecha la marejada de la historia que se llevó por delante el núcleo duro del socialismo real (léase capitalismo de Estado) para lanzarse a extraer, sin tapujos ni disimulos, las consecuencias de esas viejas bases en este presente, resultado de un cuarto de milenio del humano acontecer... Así que, dando la razón de algún modo a Rousseau, parte del reconocimiento que en la sociedad moderna (y sobre ello nada ha hecho la posmodernidad, salvo proyectar un mundo más líquido -Zygmunt_Bauman dixit- o, por mejor decir, no tanto licuarlo como liquidarlo) sólo tiene sentido articulada sobre el derecho de propiedad, de suerte (o desgracia, según se mire) que todos los demás derechos, por muy universalmente reconocidos y sancionados que estén, por muy humanos que los consideremos, por muy básicos que parezcan, sólo cobran verdadero sentido por referencia a aquel.
Hablando en plata: los derechos son para quien pueda pagárselos (o pueda pagarse las estructuras e instrumentos que le permitan ejercerlos) y siempre en la medida en que pueda hacerlo...
O sea que mi libertad de expresión y la libertad de prensa a mi alcance llegan hasta donde llega este blog. ¿No es de agradecer tanta claridad?.
Nacho Fernández del Castro, 28 de Noviembre de 2013

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 27-11-2013



«Si uno ascendiera en la escala social de manera proporcional a su incompetencia, os puedo asegurar que el mundo no marcharía como marcha. Pero el problema no es ese. Lo que esta frase quiere decir no es que los incompetentes tengan un lugar bajo el sol, sino que no hay nada más difícil e injusto que la realidad humana: los hombres viven en un mundo donde lo que tiene poder son las palabras y no los actos, donde la competencia esencial es el dominio del lenguaje. Eso es terrible porque en el fondo somos primates programados para comer, dormir, reproducirnos, conquistar y asegurar nuestro territorio y aquellos más hábiles para todas esas tareas, aquellos entre nosotros que son más animales, esos siempre se dejan engañar por los otros, los que tienen labia pero serían incapaces de defender su huerto, de traer un conejo para la cena y de procrear como es debido. Es un terrible agravio a nuestra naturaleza animal, una suerte de perversión, de contradicción profunda.»
 (Muriel BARBERY; Casablanca, Marruecos, 28 de mayo de 1969. L'Élégance du hérisson 
–La elegancia del erizo-, 2006 -2007 para la primera edición en castellano-.)
Vivimos en un mundo lingüísticamente representado... Signos y símbolos son, en realidad, el caldo de cultivo de nuestras visiones del mundo y la guía de nuestras actitudes y nuestros actos.
Y eso, precisamente, nos aleja de nuestro origen simio... Lo que llamamos, en sentido muy genérico, cultura no es sino un conjunto de formas de expresión simbólica que, siempre susceptibles de usos instrumentales en las relaciones de poder, acaban por determinar nuestra propia posición relativa en la sociedad concreta.
Porque del dominio de los mecanismos de producción y distribución de signos (en cuanto que éstos conforman “una segunda realidad”, el “tipo de realidad” que verdaderamente nos define) va a depender el estatus de cada cual y su situación en la maraña de relaciones que lo envuelven. Y no está mal, pues, al fin y al cabo, somos monos parlanchines.
Pero, por desgracia, quien, aparte de ese dominio, tenga pocos escrúpulos en aplicarlo a usos instrumentales para la explotación y el engaño será quien progrese más en la escala social, quien ocupe los púlpitos y despachos del poder formal... Es decir, quien bien embauca, gana y se hace fuerte.
Aunque sea incapaz de cultivar una patata o una flor, de crear vínculos de auténtico amor con la tierra y sus habitantes para sobrevivir con-viviendo... De hecho, ser capaz de todo esto obliga, de algún modo, a moverse fuera del sistema... Y, paradójicamente, casi de la especie.
Nacho Fernández del Castro, 27 de Noviembre de 2013

martes, 26 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 26-11-2013



«Descubrí que mi obsesión de que cada cosa estuviera en su puesto, cada asunto en su tiempo, cada palabra en su estilo, no era el premio merecido de una mente en orden, sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado por mi para ocultar el desorden de mi naturaleza. Descubrí que no soy disciplinado por virtud, sino como reacción contra mi negligencia; que parezco generoso por encubrir mi mezquindad, que me paso de prudente por mal pensado, que soy conciliador para no sucumbir a mis cóleras reprimidas, que sólo soy puntual para que no se sepa cuán poco me importa el tiempo ajeno. Descubrí, en fin, que el amor no es un estado del alma sino un signo del zodíaco...»
(Gabriel José de la Concordia GARCÍA MÁRQUEZ, Premio Nobel de Literatura 1982; Aracataca, Colombia, 
6 de marzo de 1927. Memoria de mis putas tristes, 2004.)
Funcionamos tantas veces desde el disimulo de nuestros impulsos y tendencias naturales (en especial, cuando resultan poco convencionales o nada políticamente correctas) que, al final, ya ni siquiera sabemos lo que de verdad nos apetece, qué queremos hacer, cómo nos gustaría que fueran las cosas próximas o lejanas... En definitiva, quiénes somos realmente.
Incluso, si consideramos que una actitud o conducta espontánea puede ser socialmente considerada como un grave defecto o vicio, solemos llegar a lo que el psicoanálisis llamaría sobrecompensación... Así que nos gusta mostrar nuestro talante más inequívocamente solidario para que nadie sepa de nuestros egoísmos básicos, procuramos hacer evidentemente ante todo el mundo nuestro profundo y continuado esfuerzo para ocultar nuestro natural indolente, queremos ser admirados por nuestras virtudes públicas y privadas envolviendo en denso humo el caudal de nuestros sórdidos defectos.
A todos, en fin, nos gusta ser queridos más allá (o incluso en contra) de lo que somos y nos sentimos...  
Pero, en el fondo lo sabemos, el universo de los afectos es tornadizo y caprichoso, fluye como el universo heraclitiano... Así que como nunca nos podremos bañar dos veces en el mismo río emocional (pues las aguas del cariño serán distintas en cada momento), mejor haríamos en procurar ser un poco más nosotros mismos... Sin tantos artificios ni disimulos... Asumiendo, aunque sin ostentación, nuestra propia roña.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Noviembre de 2013