lunes, 31 de marzo de 2014

Pensamiento del Día, 31-3-2014



«En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los dioses no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Conversar es humano.»
 (Octavio PAZ LOZANO; Ciudad de México, México, 31 de marzo de 1914 -19 de abril de 1998;  
Premio Cervantes 1981, Premio Nobel de Literatura 1990, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1993 por su revista Vuelta. “Conversar”  en Árbol adenrtro, 1987.)
Hoy (día en el que ha muerto Gonzalo Anes, Marqués de Castrillón, y reciente responsable máximo, desde su Dirección de la Real Academia de la Historia y la “dirección científica” del proyecto,  del reparto de entradas y los consecuentes desafueros del controvertido Diccionario Biográfico Español) se cumplen exactamente cien años del nacimiento de Octavio Paz, gran patriarca de las letras mexicanas y una de las plumas más fecundas de la literatura contemporánea escrita en castellano...
Uno, el muerto reciente, cercano a los dioses en su blasón nobiliario y dignidades ranciamente académicas, hablaba interpretando la voluntad de éstos para “hacer y deshacer mundos”, para “jugar a juegos terribles”, para convertir nuestras llamas en torres humeantes, nuestro desplome de sílabas quemadas en una “historia de personajes” escrita (siempre) por los vencedores en una hegeliana interpretación de la guerra como juicio divino.
Otro, el centenario (y muerto ya con tres lustros de antigüedad), en su rotunda humanidad (que incluía probablemente la continua tentación de quien, universalmente reconocido, se siente con la potestad de otorgar bulas y otras licencias literarias en su entorno), siempre se hubo de conformar (con afán sublime, eso sí) con el diestro manejo de la palabra como una profecía de derrumbe donde, a fin de cuentas, se reconocía (nos reconocía) hija de la muerte... Porque su palabra era, sobre todo y ante todo, más allá de la inevitable condición de signo, tiempo, años de auroras que presienten ocasos, de esperanzas desesperadas, de desengaños que aún buscan horizontes en las sombras del mundo... Devenir que persigue un mañana que nunca llega. Nombres que, en fin, poco más hacen que señalar nuestra propia finitud para mostrarnos con trágica belleza que, nietzscheanamente humanos, demasiado humanos, lo nuestro, lo único que nos queda, es conversar.
Nacho Fernández del Castro, 31 de Marzo de 2014

domingo, 30 de marzo de 2014

Pensamiento del Día, 30-3-2014



«Muchos psiquiatras piensan como Huxley: esas sustancias (alucinógenas) no son más sino menos peligrosas que el alcohol. No es necesario aceptar totalmente esta opinión, aunque a mí me parece que no está muy alejada de la verdad, para reconocer que las autoridades las prohíben no tanto en nombre de la salud publica como de la moral social. Son un desafío a las ideas de actividad, utilidad, progreso, trabajo y demás nociones que justifican nuestro diario ir y venir. El alcoholismo es una infracción a las reglas sociales; todos lo toleran porque es una violación que las confirma. Su caso es análogo al de la prostitución: ni el borracho ni la prostituta y su cliente ponen en duda las reglas que quebrantan. Sus actos son un disturbio, una alteración del orden, no una crítica. En cambio, el recurso a los alucinógenos implica una negación de los valores sociales. Puede entenderse ahora la verdadera razón de la condenación y de su severidad: la autoridad no obra como si reprimiese una práctica reprobable o un delito sino una disidencia. Puesto que es una disidencia que se propaga, la prohibición asume la forma de un combate contra un contagio del espíritu, contra una opinión. La autoridad manifiesta un celo ideológico: persigue una herejía, no un crimen.»
 (Octavio PAZ LOZANO; Ciudad de México, México, 31 de marzo de 1914 -19 de abril de 1998;  
Premio Cervantes 1981, Premio Nobel de Literatura 1990, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1993 por su revista Vuelta. Corriente alterna, 1967.)
Quienes nos sentimos ofendidos al ver las evidentes desmesuras en el ensalzamiento póstumo de la figura de Adolfo Suárez precisamente por aquéllos que en su momento lo dejaron con el culo al aire (o sea, precisamente por quienes estaban entonces en contra de esa Constitución que hoy sacralizan para ocultar tras ella sus muchas vergüenzas)... Quienes nos sentimos más escandalizados por unos rescates (de bancos o de autopistas) legitimados con argumentos pseudoeconomicistas que sólo tratan de disipar tras su humareda la violencia del principio efectivo de “privatización de las ganancias, socialización de las pérdidas”, con el que los poderes formales (¿políticos?) protegen permanentemente  los intereses de los los poderes materiales (¡económicos!), que por las humaredas de unos cuantos neumáticos o unos cuantos contenedores de basuras... Quienes nos sentimos, en fin, todavía asombrados ante tantos silencios y sumisiones derivados del miedo como respuesta social al oprobio globalizado, pese a la imagen de algarada y ferocidad con la que los voceros mediáticos del poder tratan de diluir y deslegitimar los mensajes de las incipientes protestas, sabemos que, en cuanto participemos de una disidencia manifiesta que pueda extenderse, seremos tratados no como criminales o delincuentes (¡oiga, que esto es una democracia!) sino como herejes.
Es la misma estrategia que Octavio Paz, hace casi medio siglo, percibía en el tratamiento institucional del recurso a los alucinógenos frente al recurso al alcohol o al sexo de pago... Aquel se salía del sistema cuestionando radicalmente sus convenciones, éstos se reconocen como un desorden que, lejos de cuestionarlo, confirma el orden general... Aquél se niega a cualquier aportación a la utilidad o al progreso de la sociedad (niega, en el fondo, las concepciones mismas de utilidad, productividad o progreso), éstos sólo suponen una leve desviación de las mismas (que en ningún momento deja de contribuir al negocio, al mantenimiento de un flujo constante de dinero).
Así que ya sabemos lo que nos espera... Ser continuamente tratados, como antisistemas, desde el rigor ideológico de una suerte (léase desgracia) de derecho penal de peligrosidad (véase el anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana auspiciada por el ministro Jorge Fernández Díaz y el esclarecedor informe sobre su manifiesta inconstitucional de un sorprendentemente unánime Consejo General del Poder Judicial) que no duda en sacrificar todo tipo de derechos individuales en nombre de la seguridad... Y que, de paso, se emplee toda la industria mediática para demonizarnos como herejes delirantes cuya peligrosidad consiste, sobre todo, en la capacidad de sus ponzoñosas opiniones para contagiar otros espíritus incautos. ¡Ojalá así fuera!.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Marzo de 2014

jueves, 20 de marzo de 2014

Pensamiento del Día, 20-3-2014



«La destreza para afrontar un interrogatorio judicial no se improvisa, y son diversos los géneros psicológicos y retóricos con que, a veces de modo innato, están dotados algunos comparecientes. Depende en buena parte del género delictivo, y, así como hay analfabetos dotados de verdadera habilidad intuitiva para no caer en contradicciones ni perjudicarse a sí mismos, del mismo modo hay acusados de cuello blanco, incluso con cierta formación jurídica, propensos a meter la pata, a no saber callar a tiempo y a derrumbarse.
¿Cómo entrena un abogado a su cliente para que, al menos, aguante un interrogatorio que podría ser largo, duro y sin concesiones a la debilidad humana?. No será el estilo que se practicará ante la infanta doña Cristina, pero tal como se han desarrollado los procedimientos preliminares se cuenta, al menos, con un cuestionario profesional, fundado y coherente, que confirme que todos somos iguales ante la Ley o, cuando menos, ante algunos de sus administradores y trámites...
Una infanta de España no tiene por qué estar dotada de un temple de hierro para hacer frente a la adversidad ni de un talante de mil habilidades para salir por los cerros de Úbeda en los asuntos comprometidos.
Pero así como improvisar unos recursos jurídicos de ocasión es muy complicado, quizá el gimnasio psicológico para una circunstancia concreta, como la de Palma, sea más accesible.
Al menos, promover una cierta destreza que sobrevuele por encima del bien y del mal de ciertos ensañamientos que el tendido de sol está pidiendo, y que sin duda evitará  el juez Castro.»
(Faustino FERNÁNDEZ ÁLVAREZ; Mieres del Camino, 1950 – Oviedo, 14 de marzo de 2014. “Destreza”, último artículo en la revista Tiempo, nº 1636, 31-1-2014.)
La última columna del prematuramente desaparecido Faustino F. Álvarez en la revista Tiempo, en la que era columnista de cabecera, se dedicó, con cierta “retranca asturiana”, a las expectativas ante el previsible entrenamiento (por parte de uno de los siete padres, el catalán nacido en Burdeos, de la Constitución Española) de las destrezas de una Infanta de España cuyos modos de financiación familiar, presuntamente poco lícitos,  iban a ser objeto de interrogatorio parte del juez del caso... Altas instancias del Estado para las educadas puyas postreras de un periodista que siempre fue directo a la hora de afrontar las causas que creía de justicia (recordemos su auténtica cruzada, desde la dirección de La Voz de Asturias, ante la pérdida de formas y fondos democráticos en el Ayuntamiento de Oviedo regentado por el más eterno de sus Alcaldes)
Y viene ello a cuento, de la necesidad de un ejercicio del periodismo que, al menos, en este mundo que convierte la ciudadanía en mera clientela, genere mensajes e informaciones que, lejos de cualquier pretensión de vana objetividad (siempre sospechosa), explicite las fuentes factuales e ideológicas desde las que se elaboran, los imaginarios y representaciones sociales en los que se insertan...
Uno puede estar más o menos en consonancia con quien lanza un mensaje o una información, pero si es capaz de evaluar con cierta pericia desde qué visión del mundo lo hace, la comprensión del texto en cuestión mejorará notablemente... Y, con ello, las claves para saber a qué atenerse.
http://www.tiempodehoy.com/var/tiempo/storage/images/media/imagenes-y-videos/imagenes-sumarios/numero-1636/709189-1-esl-ES/numero-1636_sumario.jpgFaustino F. Álvarez, como todo ser humano, podía tener muchas contradicciones, pero, desde luego, no era un fatuo vendedor de supuestas verdades absolutas, prefería las pequeñas dudas a las grandes certezas.
Y con ello ganábamos quienes lo leíamos fuera de los intereses de los amos del mundo... Así que, con su muerte, algo relevante hemos perdido.
Nacho Fernández del Castro, 20 de Marzo de 2014