El Martes, 27
de Septiembre de 2016, a las 19’30 horas, en el Centro
Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), se desarrollará la
sesión mensual del Foro Filosófico
Popular “Pensando aquí y ahora” que, como inicio del tercer cuatrimestre, abordará
el tema «La filosofía ante el retorno de la
beneficencia aquí y ahora: ¿Caridad privada o capacitación pública?». La sesión se plantea
como reflexión general y concreta sobre hechos como los que marcan nuestro
presente inmediato: mientras los muchos
se mueren de hambre (si logran
sobrevivir a las guerras persecuciones, pandemias, explotaciones laborales y
tantas formas de miserabilización que
precarizan su vida) y los pocos se hastían en su propio despilfarro, hasta la
vieja Europa, cuna de las mejores revoluciones,
de los mejores valores, de las más
asentadas democracias, restringe el
derecho de libre circulación por el llamado “espacio
Schengen” (mucho más por los países que están fuera del mismo) a cualquier
avalancha de refugiados que se considere demasiado tumultuosa, por muy
benemérita que pueda parecer su demanda de asilo… Las presiones del refugio económico (exteropr o interior) ante
un mundo profundamente injusto en el reparto de la riqueza, desmienten ya, incluso en los países de mayor “tradición
acogedora”, como Francia o Estados Unidos, la venerable placa de bronce que se
añadió en 1903 a
la neoyorkina Estatua de la Libertad (La
Libertad Iluminando el Mundo, regalo del gobierno francés para conmemorar
el centenario de la Declaración de Independencia
norteamericana, diseñada por el escultor Frédéric
Auguste Bartholdi con estructura interior del ingeniero Alexandre Gustave
Eiffel, e inaugurada el 28 de Octubre de 1886) con el final del
soneto de de Emma Lazarus: «"¡Guardaos, tierras antiguas, vuestra
pompa legendaria!" grita ella./
"¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres./ Vuestras masas
hacinadas anhelando respirar en libertad./ El desamparado desecho de vuestras
rebosantes playas./ Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las
tempestades, a mí!./ ¡Yo elevo mi faro detrás de la puerta dorada!"»...
Un mensaje de esperanza que parece haber perdido todo sentido cuando ya nadie
parece estar dispuesto (en nombre del nuevo principio supremo de la seguridad) a abrir puertas, ni doradas ni
herrumbrosas, ante quien busca simplemente una opción de vida mínimamente digna
en este mundo... La dichosa crisis
económica (más propiamente, estafa
financiera global), lejos de los
alientos iniciales de cambios en un
sistema (ese capitalismo globalizador
con su propensión especulativa convertida, mediante la
llamada revolución de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación, en una insoportable financiarización de la economía mundial),
parece claro que fue, es y será pagada, una vez más y de forma más escandalosa
que nunca, por quienes nada han tenido que ver en su generación (aunque los
gobiernos, en su papel de fieles testaferros del poder económico, los acusen,
nos acusen, ahora de haber vivido “por
encima de sus posibilidades”,; o sea, exactamente en las posibilidades que
ellos mismos les ofrecieron)... Los países
económicamente desarrollados (y subdesarrollantes) del llamado Norte, mal que bien, atisban una salida
afincada sobre las subvención de los
grandes intereses económicos con dinero público, mientras los países económicamente subdesarrollados (y
desarrollantes) del llamado Sur (incluyendo
a algunos de los llamados emergentes)
ven como se alejan las menguadas esperanzas contenidas en los Objetivos del Milenio… La lucha contra la pobreza y erradicación en el mundo sufre, una
vez más, nuevos aplazamientos, mientras los poderes reales se refocilan en
políticas más refinadas (y excluyentes) para potenciar su propia seguridad física y económica. En tal
afán, nuestras autoridades (supuestos poderes
públicos siempre al servicio de los amos
del mundo) no les temblará el pulso a la hora de meternos en vereda, para
hacernos más fuertes en el sufrimiento
creciente, para rebajar los humos de nuestros pretendidos derechos... Vamos, todas esas cosas que se hacen por nuestro bien: quitarnos dinero, quitarnos la vivienda, quitarnos un poquito de salud y educación cada día, quitarnos atención
a nuestras dependencias; quitarnos, en fin, un poquto de vida... ¡Loable
empeño que, sin duda, hará a quienes logren sobrevivir mucho más resistentes
ante la adversidad!.
No deja de resultar curioso ese empecinamiento europeo
en esa teología del ajuste y el recorte precisamente ahora, cuando
hasta sus viejos valedores, como el nada revolucionario Fondo Monetario Internacional o las autoridades económicas
norteamericanas (con la Presidenta del
Sistema de la Reserva Federal, Janet Yellen, y el Presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, Jason
Furman, a la cabeza) se persuaden ya, tras su larga experiencia de décadas
condenando a países latinoamericanos y africanos a la quiebra, de que, sólo con
recortes y sin inversión pública que anime la economía, cualquier conato
recuperación económica es inviable. De hecho, hoy mismo, con políticas económicas expansivas, la
economía norteamericana está creciendo un 4’2% frente al crecimiento nulo de la
eurozona de los ajustes (o del 0’2%
del Producto Interior Bruto si
consideramos la Unión Europea en su
conjunto).
Pero, además, el propio tratamiento, por ejemplo,
de la educación o la salud como un medio para fines externos a
la propia ciudadanía que recibe (o no) los servicios que las articulan (desarrollo económico, mejora de la
competitividad de las industrias nacionales, constitución de una oferta
adecuada y flexible ante las demandas cambiantes del mercado laboral,
mantenimiento de la primacía de determinados colectivos frente a otros, o
cualesquiera otros de esos que tan gratos resultan hoy a las bocas y oídos neoliberales), constituye, en la
práctica, su negación como derechos,
y su conversión en bienes en el mercado,
porque convierten,
en la práctica, el nivel de acceso posible de cada cual a las prestaciones
educativas y sanitarias en un bien patrimonial más que se añade a
sus posesiones (vivienda, electrodomésticos o vehículo) como símbolo de status…
Y es por
ello que las tensiones privatizadoras que sufren estos derechos
básicos marcan, en primer lugar, el camino hacia su disolución como tales,
y, por añadidura, son un signo palmario de la ínfima calidad democrática de
nuestros sistemas políticos al sustentarse de los discursos que
sitúan el desarrollo en la aplicación de los derechos humanos (en sus tres generaciones: derechos civiles y políticos, derechos sociales y laborales y derechos
relativos a la paz y el medio ambiente) a las legislaciones nacionales como
una suerte (o desgracia) de lastre para
la “viabilidad (económica) del mundo”, de “carga insoportable para una sociedad”, de “rémora para el desarrollo económico”. Un discurso y unas prácticas
sociopolíticas, en fin, que miserabilizan
colectivos y precarizan la vida
hasta asentar el sistema sobre una verdadera opresión globalizada.
Así lo muestran en suma las políticas neoliberales de ajuste que imponen, en todo el viejo mundo económicamente desarrollado,
recortes drásticos del sector público
que, en realidad, se transforman rápidamente en disolución de derechos básicos como el acceso a la salud (ya con datos que
auguran una disminución de la esperanza
de vida en España), a la educación
(ya con miles de personas excluidas de un sistema educativo público en franco deterioro,
por falta de apoyos o de recursos a partir de recortes en dotaciones y becas), a la protección de la dependencia (ya
casi paralizada por la drástica reducción de recursos), a la vivienda (ya con cientos de miles de familias desahuciadas por
unos bancos sostenidos con dinero público), al
trabajo (ya con un proceso de precarización galopante que convierte el
empleo digno en un artículo de lujo)... Y, en definitiva, en una privatización de los derechos (quienes quieran salud, pensiones o atención
a sus dependencias que se las compren en los mercados correspondientes,... ¡si
es que pueden!) que supone un proceso planificado de precarización de la vida para la inmensa mayoría de la población
(abocada a la caridad o la beneficencia cuando no puede acceder a
esos mercados)... ¿Es aún posible, aquí y ahora, y contando con la indefensión aprendida por la ciudadanía del presente, mantener un
mínimo de cohesión social para no
seguir alimentando ese proceso?... ¿Es posible hablar siquiera de seguridad o de paz social en medio de esta opresión
globalizada que dinamita cualquier atisbo
de bienestar universal?-
Evidentemente, resulta necesario y hasta urgente derivar estps
interrogantes hacia una reflexión compartida, hacia un debate público sobre la moralidad y viabilidad humana de sus consecuencias
políticas y sociales (más allá del mero cálculo
económico, porque, como diría Antonio Machado, “sólo el necio confunde valor y precio”), intentando alumbrar
algunas vías de resistencia posible ante las mismas (desde esa solidaridad entre iguales, que tanto ha
florecido y en tantas formas ante la crisis/estafa,
hasta la exigencias políticas como el salario
social o la renta básica). Pero,
por otra parte, la disolución del viejo conflicto
Este/Oeste ha dejado expedito el camino hacia el poder real (y hacia
los imaginarios colectivos que
deriva) al neoliberalismo rampante,
que, con su “discurso único” trata de legitimar las políticas de ajuste estructural
(en realidad, la transferencia al
sector privado de toda actividad susceptible de ser convertida en negocio, bajo el principio de “privatizar las ganancias y socializar las
pérdidas –ya sea mediante la acción residual de los Estados, cuando se trata de empresas o entidades financieras que ven frustrado su “afán emprendedor”, o,
cada vez con mayor frecuencia e intensidad, de la mera solidaridad colectiva, cuando se trata de personas que ven precarizada su vida-“) que vienen
imponiendo de hecho, en lo global y
en lo local, actos y prácticas que
violan sin recato los principios que articulan la mismísima Declaración Universal de los Derechos
Humanos, desde la primera generación de
esos derechos humanos (con quiebras
evidentes del principio de libertad a
favor del “imperio del más fuerte”), a
la tercera (con quiebras del
principio de solidaridad como éstas
de las que hoy participan los gobiernos europeos ante los flujos de personas
que huyen de la situación provocada en Oriente Próximo y Medio), pasando por
la segunda
(con quiebras del principio de igualdad que suponen el desmantelamiento
efectivo de los incipientes Estados del
bienestar, con generación constante de “bolsas de exclusión social” que integradas en el llamado “cuarto mundo” son abandonadas a su suerte por el Estado o dejadas
en manos de lo que Pierre Bordieu, en Contrafuegos: Reflexiones para servir a la resistencia contra
la invasión neoliberal -1999-, llamaba “profesionales del dolor”,
desde trabajadores sociales a jueces de primera instancia, pasando por el
profesorado, que, vaciados de cualquier recurso y estímulo emancipador, en su
trabajo con esos colectivos sólo pueden ofrecer su propio dolor como respuesta)
… Porque, además, todo esto sucede,
claro está, en plena crisis del concepto
y práctica del Estado-nación, ya sin verdadera capacidad (o haciendo
dejación de ella) para administrar con la más mínima autonomía su territorio al
estar en cuestión las propias ideas de Estado
de Derecho, Estado Social de Derecho
y el marco moderno de relaciones
internacionales.
O sea que, en un mundo simbólica y mediáticamente interconectado, las
inmensas mayorías de personas desahuciadas de todo apenas pueden soportar por
más tiempo la ufana opulencia de los amos
del mundo… Una situación para la que la supuesta necesidad de (re)educación en valores (abstractos) de
tolerancia o solidaridad no es más que la perpetuación (muchas veces
bienintencionada) de enfoques (una suerte de beneficencia o caridad
secularizadas) que apuntalan las necesidades estructurales del sistema de desarrollo económico neoliberal, que,
por ejemplo, pasa del concepto “Europa fortaleza” a replantearse una “gestión
de los flujos migratorios” (no, desde luego, al debate sobre el reconocimiento
universal de la libertad de tránsito y asentamiento de las personas –tal y como
“generosamente” hace con los capitales-) ante las necesidades acuciantes de
mano de obra de baja cualificación derivadas de sus bajos índices de natalidad
y el envejecimiento de su población (que cierra el círculo de nuevas
necesidades de mano de obra para trabajos asistenciales “de bajo estatus”)…
¿Cabe pues, aquí y ahora, en estas sociedades complejas, el ensayo de soluciones simples (como la exclusión y control manu militari de los excluídos) o los ejercicios de “lavado de
caras y conciencias” en el discurso que apuntala imaginarios polícitcamente correctos, para los conflictos derivados del injustamente desigual reparto de la riqueza?... La tentación
excluyente en un mundo globalizado e interconectado parece vana y absurda,
pues, entre otras cosas, exigirá el continuo reforzamiento de esa manu militari, el permanente
levantamiento de vallas y muros más y
más altos, para, ante la radicalización creciente
de la opresión globalizada, resistir
los inevitables brotes de insumisión de los nuevos parias, ya sin nada que
perder… ¿Cómo frenar las urgencias por “buscarse la vida” allí donde estima que
puede encontrarla más fácil?... ¿no es más sostenible, a medio y largo plazo,
el ensayo de respuestas que, partiendo del (re)conocimiento
de los procesos de exclusión, de su contexto y de nuestras
responsabilidades, apuesten por la creación de las condiciones objetivas para frenarlos (con políticas públicas de capacitación) y compensarlos cuando se produzcan (con garantía de mínimos vitales) para posibilitar la convivencia simétrica a partir de la voluntad de
enfrentarse colectivamente al propio conflicto?... Desde luego, el reparto actual
del poder material lo torna casi utópico, pero la alternativa, lo que
está ocurriendo porque se está haciendo, lo que vemos y sentimos a nuestro lado,
resulta ya insoportable… Y, muy probablemente, temerario y dramático.
O dicho de otro modo, ¿cómo avanzar hacia unas
verdaderas condiciones de posibilidad de
erradicación universal de la pobreza como prioridad sin menguas ni aplazamientos?,
¿es posible aún, aquí y ahora, una auténtica política mundial dirigida hacia la redistribución justa, equitativa y segura de la riqueza?.
Todo ello será introducido, en sus aspectos
conceptuales y básicos, por el propio coordinador del Foro, José
Ignacio Fernández del Castro. para dar paso a las reflexiones sobre ejemplos
problemáticos que, concretando en el aquí y el ahora (lucha contra la exclusión
social y desarrollo práctico de derechos concretos sometidos a regulaciones
legales de distinto tipo: dependencia, salario social, acceso a la vivienda, a
la salud, o a la educación, etc.) de la cuestión general, aportará la Asociación de Lucha contra la Exclusión ALAMBIQUE.
Como siempre, se facilitará a las personas
participantes un dossier, elaborado por el propio coordinador del Foro, con
documentación sobre el tema abordado, incluyendo el guión de la sesión,
recomendaciones bibliográficas y cinematográficas, artículos e informaciones de
interés, chistes, etc..
Tras las intervenciones (e, incluso, durante las
mismas) habrá un debate general entre todas las personas presentes (recordamos
que, en relación con este Foro se habrá proyectado ya, el miércoles, 21 de
Septiembre, en el Cine-Forum “Imágenes
para pensar”, la película Nazarín, 1959, de Luís Buñuel. La sesión, celebrada en
relación con el Día Internacional de la Beneficencia (5 de
Septiembre), tendrá lugar en el Aula 3 (Segunda Planta), con asistencia
libre.