«Danilo Zolo: En las páginas donde analizas los dilemas y los riesgos de la globalización me parece que lo haces con mucha lucidez y vigor teórico. Este es el aspecto más estimulante de tu último libro, el cual en general es temáticamente muy rico y brillante y para nada apologético al confrontar la actual situación internacional y la de los potentados políticos y económicos que la dirigen. Al mismo tiempo te aventuras a sugerir una actitud sustancialmente optimista, aunque se trata, por así decirlo, de un “optimismo dramático”.
Ulrich Beck:
No, no hablaría de optimismo... ¿Cómo se puede ser optimista frente a la actual
situación del mundo?. Por otra parte, ¿cómo ser sólo pesimista?. El mundo que
tenemos enfrente está lleno de paradojas que no cesan de dejarnos perplejos.
Debemos liberarnos de algunas certezas antropológicas del pasado y, al mismo
tiempo, intentar construir, en medio de una gran cantidad de contradicciones y
fracturas, líneas de coherencia y continuidad. La esperanza y la desesperación
no pueden no entrelazarse en nuestra experiencia. Veamos, por ejemplo, a
Europa: un siglo vacío, en el cual hemos tenido dos sangrientas guerras mundiales,
el Holocausto, el fascismo y el imperialismo comunista y, finalmente, al ocaso
está dejando el puesto a la perspectiva de una Europa democrática para construir
en los próximos años. ¿No son estas suficientes razones para ser optimista y
pesimista al mismo tiempo?.»
(Ulrich BECK; Słupsk, Pomerania,
Alemania, 15 de mayo de 1944 - 1 de enero de 2015.
La sociedad global del riesgo. Una conversación entre Ulrich Beck y Danilo
Zolo, hecha tras la preparación
de la publicación de Was ist Globalisierung?, 1999, en italiano -¿Qué es la globalización?: falacias del
globalismo, respuestas a la globalización, 2004 para la edición
en castellano-, Sociológica, Año 19, Nº 57: 307-327, Enero-Abril2005.)
Ulrich Beck era la “alternativa alemana” (mucho
menos ligada a la práctica política del PSD de Gerhard Schroeder que la “alternativa
británica” Giddens- Laborismo- Tony Blair) de esa tercera vía que con tanto afán
iniciara un perverso juego de travestismo para legitimar lo que el llamara La
sociedad del riesgo (1986) vistiendo,
mediante los tímidos deseos de una segunda
modernidad, el lobo capitalista con
la piel del cordero socialdemócrata... Ellos situaban el nuevo milenio como una
problemática oportunidad abierta por el dinamismo y la capacidad de innovación,
nervio esencial del capitalismo, para generar expectativas en una generación capaz
de experimentar nuevas formas empresariales, nuevas estratificaciones sociales
y nuevos modelos económicos que garanticen, rompiendo cualquier límite o
inercia, el cambio permanente hacia nuevas oportunidades y nuevos riesgos... Unos
cambios, unas oportunidades y unos riesgos que, desde luego, afectarían
(afectan hoy) a cada cual en su propio contexto y demandarían (demandan hoy) un
continuo estado de alerta de la ciudadanía ante sus efectos sobre el medio
ambiente, la concentración de los mass
media, las modelos familiares, la regulación de los mercados financieros o
la amenaza terrorista (y sus respuestas institucionales).
Giddens
mostraba una confianza casi infantil en las “herramientas personales” (por
ejemplo, la proliferación de la literatura
de autoayuda) que los nuevos tiempos ponían al alcance de cada cual para una
toma de conciencia de los retos que oriente el camino para superarlos y
alcanzar la felicidad... Beck, claro,
no llegaba a tanto (bien sabía que a los colectivos crecientes con su vida precarizada por el capitalismo globalizado poco les habría
de servir la literatura de autoayuda, entre otras cosas por las dificultades
económicas para acceder a ella y las contextuales para no sentirse ofendidos
por sus simplistas recetarios).
Pero,
claro, mostraba por su parte una confianza no menos injustificada en el “renacimiento
democrático de la Europa
del tercer milenio”... Porque, ¿acaso no se había hecho evidente que ese riesgo, que constituía según sus propias
palabras el carácter de la nueva sociedad postindustrial, no se repartía
equitativamente, que eran los amos del
mundo quienes decidían cómo y a quien afectaba, que pondrían incluso a sus testaferros políticos (supuestos representantes del pueblo) a repartirlo
según el nuevo lema de “privatización de
los beneficios y socialización de las pérdidas”, que utilizarían una dogmática del ajuste estructural como principio
superior a cualquier manifestación de la voluntad
popular,...?.
¿O
estaba ya pensando en el 15M, en Occupy Wall Street, en Syriza, en Podemos...?. No parece probable, pero nunca se sabe y, en cualquier
caso, ya no nos lo podrá decir.
Nacho Fernández del Castro,
5 de Enero de 2015
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