El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón) desarrollará el Martes,
26 de Enero del 2016, a las 19’30 horas, la sesión mensual del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y
ahora” para abrir su programación del Primer Semestre de 2016 abordando el tema «La Filosofía amenazada
aquí y ahora: ¿Pensar estorba?»... La sesión se plantea como reflexión general y concreta que,
partiendo de la vivencia inequívoca de un tiempo mediático y simbólico donde lo aparente oculta y silencia lo esencial, trate de profundizar en
este ascenso de la insignificancia
(que diría Cornelius Castoriadis), y ver que hoy parece que, como en los viejos
absolutismos (fue, al fin, el rector
de la Universidad
Complutense , todavía en Alcalá, quien dijo, ante el
recuperado monarca Fernando VII, aquello de “¡líbrenos
Dios de la funesta manía de pensar!”, que tanta carta de naturaleza cobrara
luego en las soflamas fascistas de ciertos generales franqustas en la
postguerra), pensar resulta un estorbo.
Pero la reflexión no puede quedar en el mero diagnóstico, porque la filosofía ha sido constante y crecientemente
acosada, como síntoma, desde el
principio de nuestra democracia monárquica (¿qué diría Aristóteles de este
paradójico contubernio dentro de su tipología
de los sistemas de gobierno?) por las administraciones educativas de todo
partido y condición, ¡y son seis ya las
Leyes Orgánicas estatales (LODE; LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE y LOMCE) las que, unidas a multitud de Órdenes y Decretos, así como a innumerables disposiciones autonómicas de distinto rango, han jalonado, en
nuestra maltrecha democracia, este “ataque
a la filosofía” en la formación de la ciudadanía!... Es, en efecto, el
proceso que lleva de la Ley Orgánica Reguladora del Derecho a la Educación (1985) de José María Maravall
a la Ley Orgánica
General del Sistema Educativo (1990) de Javier Solana Madariaga, que auspiciaban su disolución, en la
educación común obligatoria, como “ética ciudadana” en una transversalidad positivizada (léase “diseminada”) en las distintas
materias curriculares (a la vez que se iban arrumbando las materias del
Bachillerato hacia la optatividad)… Luego la Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno
de los Centros Docentes (1995) de Gustavo Suárez Pertierra, lo aclararía un
poco más, al definir esa transversalidad
ética como una Educación en Valores
que la sociedad demanda de la escuela para que “la juventud sepa a qué atenerse”
(no en vano el ministro, antes y después de tomar el mando en las aulas, lo
ejercería en los cuarteles a través de sus cargos en el Ministerio de Defensa) … Curiosamente, ante este acoso socialista a la filosofía, la llegada de los populares
al poder trajo el llamado Decreto de
Humanidades, que entre otras cosas devolvía a la Historia de la Filosofía su carácter común y obligatorio para todos
los Bachilleratos, en una muestra más de la “exageración de la diferencia” que
caracteriza la lucha bipartidista por el
poder como representación propia
de las democracias elitistas; la Ley Orgánica de
Calidad de la Educación
(2002) de Pilar del Castillo confirmaría este punto… Hasta que el talante y los
guiños de José Luís Rodríguez Zapatero trajeran la Ley Orgánica de Educación (2006), cuya torpe tramitación costara el
puesto a la ministra María Jesús San Segundo nada más ser aprobada, para buscar de nuevo una “positivización normativa” de las materias filosóficas insertándolas
en una Educación para la Ciudadanía (pasan
a ser Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, Educación Ético-Civica –con tres horas
semanales en total a lo largo de la educación común obligatoria-, Filosofía y Ciudadanía) que nuevamente las alejaba de toda
contribución a la autonomía crítica a
favor del “saber a qué atenerse”
vinculado a lo políticamente correcto.
Y, claro, la Ley Organica para la Mejora
de la Calidad Educativa (2013) de José Ignacio Wert, que la relega casi
totalmente de los contenidos prescriptivos generales (dejándola, en el mejor de
los casos, al albur de las decisiones de las administraciones autonómicas en su
porcentaje competencial) a favor de lo que llama cultura del emprendimiento (no en vano el término “pirata” nos
llega, a través del latín, del término griego πειρατης (peirates), formado
a partir del verbo πειραω (peiraoo),
que significa «esforzarse», «tratar de», «intentar la fortuna en las aventuras»,
y el sufijo -της
(-tes), que significa «agente»; o
sea, en su origen el “pirata” es un «agente que intenta la fortuna en las
venturas», un verdadero y auténtico «emprendedor»).
Así
que si la administración educativa de nuestra llamada democracia ha ido enterrando
cualquier atención (y, por supuesto, promoción) de lo filosófico, de la funesta
manía de pensar, bajo las apariencias
(camufladas como “necesidades sociales”) que van saber a qué atenerse a la ufana piratería
emprendedora, ¿qué nos es dado
esperar (cuando, por ejemplo, asistimos al espectáculo de administraciones
educativas autonómicas socialistas que se apresuran a enarbolar la supuesta “defensa
de la Filosofía” contra la Ley Wert,
cuando fueron sus administraciones estatales las que hicieron los mayores
ataques de nuestra reciente historia contra el papel de la Filosofía en la educación común)?, ¿pueden atisbarse
siquiera algunas respuestas de resistencia, disidencia y reconstrucción que nos
permitan reelaborar socialmente el fomento de un pensamiento crítico capar de enfrentarse a esa dictadura de lo banal capaz de diversificar y extender sin límites
las formas de sumisión simbólicas y
reales?... Porque se trata, ni más ni menos, que de promocionar la necesidad humana esencial de conocer el
mundo (el impulso hacia el saber
que nos permite interpretarlo mejor)
como base para un inevitable (sino queremos convertirnos en “imbéciles morales” faltos de toda sindéresis, que diría Aristóteles) compromiso ético que derive en acción política colectiva para mejorar esa realidad en aras del bien común. O sea, y en esa clave
política, ¿cómo intentar dotar a la ciudadanía
de los instrumentos e impulsos que la lleven a exigir su participación efectiva en la toma de decisiones que son relevantes para
su vida (individual y colectiva)?, ¿cómo recuperar, aquí y ahora, un demos que, más allá del maltrecho
concepto (y las indignas prácticas) de la representación
popular mediada por los partidos políticos,
sea capaz de reconstruir su papel como
agente activo de los asuntos públicos, más allá de los falaces cantos de sirena de su promoción instrumental
como agentes de la piratería emprendedora?...
Evidentemente el movimiento de los indignados
(según el título que recibiera del librito-llamada, Indignez-vous! -¡Indignaos!-, de Stéphane Hessel de 2010) que,
especialmente en los años 2011 y 2012, mostró el hartazgo popular extendiéndose por las calles y plazas de todo el
mundo, desde el 15M y la ocupación de la madrileña Plaza de Sol (junto a las más emblemáticas de cientos de ciudades españolas) hasta Occupy Wall Street, , pasando por las cuarenta
mil personas que el 29 de mayo de 2011 llenaron con sus quejas la
Plaza Syntagma de Atenas, fue la sacudida que situó en
primer plano la gran corrupción política,
no la del dinero público malversado y robado que estaba en los medios, sino la
del robo de la propia democracia a
través de sufragios ritualizados para
alternar en el poder formal, en una representación de teatro de sombras, partidos
políticos que actuarían (encubiertos por el patológico síntoma de la “exageración
de las diferencias”) como solidarios
testaferrros de los intereses del
verdadero poder, el económico,
imponiendo su pensamiento único (mediante
sus industrias de control simbólico
ligadas a la “cultura oficial”, pero también de las porras y las togas cuando fuere necesario) frente a cualquier
tentación de pensamiento crítico
divergente, frente a cualquier tentación
filosófica en definitiva. Porque aquel grito de “¡No nos representan!” situó en el debate público la crisis de las democracias representativas en un mundo globalizado que
desplaza los centros de toma de decisión política desde las instituciones
gubernamentales de los Estados hacia los Consejos de Administración
de las grandes empresas transnacionales y supuso, sobre todo, una
verdadera deslegitimación filosófica (mundana) de unas instituciones pseudodemocráticas
y, con ello, de sus instrumentos de
dominio (desde los medios de comunicación social comprados por el propio
poder económico –para construir cosmovisiones e imaginarios colectivos que “naturalicen”,
antifilosóficamente, el estado de cosas y criminalicen cualquier alternativa,
filosófica- hasta el uso de las
porras y las togas al servicio de normas como la nueva Ley de Seguridad Ciudadana española que condenan y castigan toda disidencia
y/o resistencia ante lo considerado “políticamente correcto”)...
Así
que, ¿cómo tornar, en suma, en este contexto (y frente a tantos que desde
tertulias o cátedras pervierten y prostituyen la filosofía al servicio de los imaginarios
hegemónicos de lo establecido), “la funesta manía de pensar” en “un arma cargada de futuro” (que diría
Pablo Milanés)?.
Todo ello será
desarrollado por el propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro, que, como siempre,
facilitará a las personas participantes un dossier con documentación
sobre el tema abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones
bibliográficas y cinematográficas, e informaciones de interés). Tras su
intervención (e, incluso, durante la misma) habrá un debate general entre todas
las personas presentes. La sesión tendrá
lugar en el Aula 3 de la Segunda Planta ,
con asistencia libre.
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