El
Centro Municipal Integrado de El
Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), en su sesión del mes de Febrero-2018
(Martes,
27, a las 19’30 horas), del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” abordará el tema «La filosofía ante la magia de la radio aquí y
ahora: ¿Por qué la televisión no logró “matar la estrella de la radio”?». En 1979 se publicaba
el álbum Bruce Woolley And The Camera Club, que incluía la canción “Video
Killed the Radio Star”, un éxito en Canadá que, tras incorporarse Bruce
Woolley ese mismo año al grupo británico The
Buggles, sería incluida también en su álbum The Age of Plastic (publicado el 7 de septiembre de 1979
por Island Records) para convertirse
en un gran éxito mundial… De hecho, su vídeo musical, dirigido por Russell
Mulcahy, dería el pistoletazo de salida a las emisiones de la poderosa cadena MTV el 1 de agosto de 1981. ¿Por qué?: tanto la letra de la canción (escrita pro Trevor Horn,
Geoff Downes y Bruce Woolley) como las imágenes del vídeo, que incuian radios que
explotaban, se referencia a una antigua estrella de la radio que ve cómo sus
días de gloria tocan a su fin ahogados en el torbellino imparable del vídeo.
Y vendrían luego otras versiones como las adaptaciones que, ya en 1979,
haría el francés Ringo en su idioma (“Qui est ce grand corbeau noir”) y en
español (“Marylin
no se quiere casar”); la del grupo español Parchís en su álbum Comando G (1980); la del grupo
español Aerolíneas Federales titulada
“Mi vídeo no tiene mando a distancia”
(incluida en su álbum Hop hop de 1987); y así decenas de
ellas hasta las muy conocidas y computarizadas de Erasure (2003); o la reciente del dúo Pomplamoose en su álbum Pomplamoose:
Season 2 (2014)… Y hasta Sanyo
la utilizaría en una de sus campañas publicitarias. Así que de esto
tendrá que partir esta sesión: «I heard
you on the wireless back in fifty two / Lying awake intent at tuning in on
you / If I was young it didn't stop you coming through / They took the credit
for your second symphony / Rewritten by machine and new technology / And now I
understand the problems you can see / I met your children / What did you
tell them? / Video killed the radio star / Video killed the radio star / Pictures
came and broke your heart / And now we meet in an abandoned studio / We hear
the playback and it seems so long ago / And you remember the jingles used to
go... oh, oh / You were the first one /You were the last one / Video killed the
radio star / Video killed the radio star / In my mind and in my car / We
can't rewind we've gone too far / Video killed the radio star / Video killed
the radio star / In my mind and in my car / We can't rewind we've gone to
far / Pictures came and broke your heart / Put the blame on VTR / You are a
radio star / You are a radio star / Video killed the radio star / Video
killed the radio star / You are a radio star / You are a radio star.»
O sea: «Te escuché en la radio en el 52,
/ recostado despierto, atento al sintonizar contigo, / si fuera joven, tu
supervivencia no se detendría. / Se llevaron [todo] el mérito por tu segunda
sinfonía, / reescrita por una máquina y nueva tecnología, / y ahora entiendo
los problemas que puedes ver. /Me encontré con tus niños, / ¿Qué les dijiste? /
El vídeo clip mató a la estrella de la radio, / el vídeo clip mató a la
estrella de la radio, / las imágenes llegaron y rompieron tu corazón. / Y ahora
nos encontramos en un estudio abandonado, / escuchamos la grabación y parece
hace tanto tiempo, / y tú recuerdas que la tonadilla decía... oh, oh. / Tú
fuiste el primero, / tú fuiste el último. / El vídeo clip mató a la estrella de
la radio, / el vídeo clip mató a la estrella de la radio. / En mi cabeza y en
mi coche, / no podemos rebobinar, hemos ido demasiado lejos. / El vídeo clip
mató a la estrella de la radio, / el vídeo clip mató a la estrella de la radio,
/ en mi cabeza y en mi coche. / No podemos rebobinar, hemos ido demasiado
lejos, / las imágenes llegaron y rompieron tu corazón, / échale la culpa al
grabador de video / Eres una
estrella de la radio, / eres una estrella de la radio… / El vídeo clip mató a
la estrella de la radio, / el vídeo clip mató a la estrella de la radio… / Eres
una estrella de la radio,/ eres una estrella de la radio.»
Porque el
hecho de que los lamentos nostálgicos y negros augurios que, con respecto la
radio, como medio de comunicación (frente a la imagen televisiva), y para las radiofórmulas
musicales (bajo el imperio del vídeoclip),
nos dejaban hace casi cuarenta años Bruce Woolley y compañía se hayan visto
radicalmente chafados exige una reflexión general y concreta sobre el sentido
y evolución del medio radiofónico en este tiempo… Y, es que tras la arremetida inicial y
genérica de la televisión o la
específica de los videoclips un par
de décadas después, las radios parecen haberse instalado en una suerte de auge
permanente, con crecimientos sostenidos de las audiencias, constantes “batallas
empresariales” entre los grupos
mediáticos (ligados a lobbies
ideológicos) cada vez que se convoca una concesión político-administrativa
de radiofrecuencias… Y una excelente adaptación al marco que ofrecen las nuevas
tecnologías de la información y la
comunicación (con desarrollo de contenidos “a la carta” a través de la redifusión RSS –Really Simple Syndication-
en Podcast de programas de radio
convencional, así como el fomento de fenómenos no convencionales, pero
convergentes con el medio, como los audioblogs.
Crecen los diales y crecen los “modelos de negocio radiofónico”, aunque
básicamente siguen captando las máximas audiencias los de siempre: una radio
convencional que potencia la participación de las audiencias y encuentra su
quintaesencia en una combianción variable de informativos (generales y deportivos
-incluyendo retrasmisiones en directo y dinámicos magazines-), magazines generales
de larga duración con variedad de contenidos (desde las entrevistas a las
tertulias políticas, pasando por la opinión editorial, la creciente presencia
del humor, la difusión cultural o los concursos) y unas radiofórmulas musicales que siguen formando parte esencial (y
diversificada) de todos los grupos radiofónicos... ¿Por qué este
reverdecimiento de la radio aquí y ahora?. Frente a una televisión generalista
con sus parrillas agostadas por fenómenos convergentes, como el de los programas “de cotilleo” y los reality shows en los que personajes
insustanciales venden historias triviales de su vida, para después someterse a
una “guionización, implícita o explícita,
de su cotidianidad” que les permita “mantenerse en nómina”, que llegan a teñir
hasta los viejos formatos informativos
o de opinión (desde los telediarios hasta los debates) con un “enfoque cotilla” que, para colmo, pretende situarse en limbo de
aparente “neutralidad informativa” absolutamente patético; la radio ofrece la
cercanía de la voz... Una voz que
acompaña y apenas (salvo en casos muy contados y llamativamente cuasiparódicos)
trata, como la televisión, de configurar un “imaginario
de lo monstruoso” (en el sentido etimológico de “lo que avisa o previene
desde una voluntad superior”), por una parte, como “aviso a navegantes” de qué
es lo que hay más allá de la dura cotidianidad de quien mira la pantalla (para
evitar que lo desee) y, por otra, para captar
su atención situándola fuera de su vida, de sus problemas concretos, de sí
mismo, extrañándolo, alienándolo... La televisión generalistas se ha convertido
en el primer analogado que lo que Cornelius Castoriadis llamaría “el ascenso de la insignificancia” (ver El ascenso
de la insignificancia. Encrucijadas del laberinto IV, 1996) por su contribución esencial a
la consolidación de los imaginarios
hegemónicos del capitalismo
globalizado, siempre interesado, también con la sobresaturación de “imágenes de lo catastrófico” que
pueblan el resto de los informativos y buena parte y los telerreportajes, de ir dejando
avisos de lo que puede venir para generar una empatía lejana más alienante
que activista. Por el contrario, la “voz
radiofónica”, que es el sonido de fondo del paisaje infantil (eso que Rainer
Maria Rilke decía de era la verdadera y única patria de todo ser humano) de muchas
generaciones, nos acompaña en las tareas cotidianas, envolviéndonos con su
cálida magia en la propia cotidianidad, sin alienarnos de lo que somos. Y, por
ello, nos pone (sin impostaciones de pretendida neutralidad) en situación de
contribuir a una sociedad más consciente,
participativa y solidaria (en definitiva, más democrática), a partir de la creación de mecanismos cuasiautomáticos
de lectura ideológica y representacional
de lo que se nos cuenta, develando los intereses
que subyacen en los mensajes y sacando de ello fruto de conocimiento, capacidad comunicativa,
comprensión del mundo y voluntad de transformarlo (incluyendo los propios medios de comunicación).
La
televisión es la punta de lanza de las grandes industrias transnacionales de la
cultura, instrumentos clásicos de alienación
de masas para la producción agregada de sumisión
aprendida a través de una neurosis
experimental por permanente insatisfacción
del deseo en el contraste entre los arquetipos
de heroicidad y la realidad de cada
día (porque, en definitiva, cuando uno va al supermercado, Messi o Ronaldo,
House o el Doctor Mateo, Tony Soprano o Luisma García, Belén Esteban o Kiko
Matamoros nos sirven de bastante poco). En cambio, la radio, que sigue en
nuestras cocinas y en nuestros paseos, nos proporciona un cálido acompañamiento
(una vez más, ese telón sonoro veraz y confiable) en nuestra cotidianidad… Por
eso, seguimos venerando, más allá de su sesgo ideológico, los grandes nombres
de la radio (José Luís Pécker, Matías Prats, Juana Ginzo, Manuel Martín
Ferrand, Graciela Mancuso, Joaquín Prat, Carmen Vela, Julio César Iglesias,
Carlos Llamas, Isabel Gemio, Luís del Olmo, Iñaki Gabilondo, Julia Otero…) que
acompañaron (y acompañan) nuestra vida… Porque, en la conexión casi mágica de
las ondas y sin necesidad de telefonía o medios digitales, sentimos que se
establece un diálogo de confianza que va más allá de la realidad de la interacción.
La radio
se torna así en camino abierto hacia las respuesta a algunos interrogantes
sobre el nuevo sentido del humanismo en un mundo que se hace digital y virtual,
que paradójicamente extiende sus redes físicas de intercomucnicación segregando
cada día a más sujetos de lo que podríamos llamar el primer analogado de la humanidad globalizada
(el homo digitalis) y creando
nuevas formas (que, con demasiada frecuencia, derivan en patologías psicosociales)
de incomunicación. Porque, ¿cómo se conforma la información sobre lo que pasa en el mundo, que tipo de criterios separan lo relevante de lo que no lo es, qué constituye y por qué la agenda de los medios y cómo se
manifiestan sus cosmovisiones correspondientes,...?. Y es que estamos en un
marco en el que, en realidad, la libertad
de prensa, reducida ya a libertad de
emisión de mensajes significativos para quien puede permitírselo, apenas
guarda ya relación con su derecho humano correlativo: la libertad de expresión... Y tal cuestionamiento, evidentemente, nos
lleva a contemplar como esa libertad de
expresión ha de referirse necesariamente a la accesibilidad a la información para una construcción (problemática, polémica, dialógica) de un conocimiento con
voluntad de comunicación más allá de los meros intereses de unos pocos, las empresas
que administran y gestionan esa llamada libertad de prensa. Y en eso, como decimos, la radio es el
medio más igualitario y horizontal en la articulación
de una nueva accesibilidad (informativa y
comunicativa) que incluya los llamados medios
alternativos (tradicionales –como las viejas y nuevas radios libres- o digitales) para situar el marco del debate sobre
el qué hacer con los efectos de las
llamadas nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC)
sobre las relaciones (de comunicación en sus múltiples modalidades) humanas... Curiosamente
la radio, que iba a morir, siempre ha
compartido buena parte de las ventajas atribuidas al nuevo entorno digital: inmediatez, interrelación, cooperación,
libertad, democratización/divulgación del saber,… Así que en ante la gran paradoja
de que “en la sociedad de la comunicación nadie se comunica verdaderamente (en
profundidad) con nadie”, debemos reivindicar la radio para “sintonizar contigo” que decía Bruce Woolley… Con todo el mundo… Y estar en la onda.
Estas
reflexiones, que serán introducidas problemáticamente en sus aspectos básicos
por el Coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro,
encontrarán su desarrollo más lógico en la voz de un “radio star” muy vivo, Alejandro FONSECA TORRE, graduado en Comunicación, especialidades en Radio
y Televisión y Contenido, explotación
y gestión de medios, por la Universidad
Nacional de General San Martín (Buenos Aires); Director de los Estudios
Ópalo (2002-2007) y de Buenos Aires Producciones (2007 hasta hoy); conductor
del magazine vespertino La
Buena Tarde en Radio Principado
de Asturias (RPA).
Como siempre, se facilitará
a las personas participantes un dossier con documentación sobre el tema
abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y
cinematográficas, e informaciones de interés) elaborado por el coordinador del
Foro. Tras las intervenciones (e, incluso, durante las mismas) habrá un debate
general entre todas las personas presentes. La sesión, que se celebra en
relación con el Día Mundial de la
Radio (13 de Febrero), tendrá lugar en el Aula 3 de la Segunda
Planta , con asistencia libre.
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