«...Verás
como el pueblo se ha ido rebelando, rebelando aquí con los remensas, allá con
los comuneros, con las germanías, acullá con los segadores y los rabassaires y,
más modernamente, con el impulso revolucionario de las clases trabajadoras
catalanas y vascas, de los mineros asturianos...»
(Luis GOYTISOLO GAY; Barcelona, 17
de marzo de 1935. Antagonía I: Recuento, escrita
originalmente en1963 y publicada por primera vez diez años después -en 2012 se
publicó por primera vez la tetralogía Antagonía [Recuento, Los verdes de mayo
hasta el mar, Publicado originalmente en 1976, La cólera de Aquiles, 179, y
Teoría del conocimiento, 1981]
como obra unitaria-.)
Cincuenta años después de que Luís Goytisolo
comenzara a escribir su monumental Antagonía estamos aún peor... Aquí y ahora los hijos y
nietos de oligarquía franquista sigue
controlando el cotarro desde sus nuevas alianzas estratégicas con las fuerzas vivas globales, con la rastrera
intermediación de una casta política
siempre presta a servirles de testaferros,
con unos voceros mediáticos que ya forman parte directa de su nómina... Así
que hasta lo que fueron hitos históricos
de la rebelión popular van configurándose en el nuevo imaginario oficial
como el delirio de pobres parias
ofuscados por una mezcla peligrosa de
romanticismo y locura.
La
historia de los remensas, de los comuneros, de las germanías, de los segadores,
de los abassaires, de los obreros vascos y catalanes, de los mineros asturianos
y tantos otros brotes del anhelo
revolucionario acaban por integrarse hasta con cierta simpatía en una cosmovisión hegemónica que los verá, parapetada
tras la distancia temporal y los mitos como la modernidad y el progreso,
como unos pobres locos acaso muy bienintencionados pero incapaces de leer el mundo desde los códigos del signo de los tiempos... Y, además, como
los modernos escraches, molestamente
violentos.
Porque,
claro está, la violencia de la nobleza del antiguo régimen, como la de
las élites que se han adueñado de las
estructuras de los Estados contemporáneos,
era y es contextualmente legítima
(por mucho que provocase y provoque hambre,
dolor, precarizaciones diversas de la vida, suicidios u otras formas, más o menos rápidas, de muerte)... Pero, ¿qué derecho tenían y tienen
las gentes hambrientas, dolientes, precarizadas o situadas ante el abismo de la
muerte, a responder con una violencia sin fundamento, particularmente molesta y
estéticamente perjudicial para los intereses
nacionales (o sea, los de eso que llaman “la marca España”)?.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Abril de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario