El Martes, 27 de Octubre
de 2015, a las 19’30 horas, en el Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), se
desarrollará la sesión mensual del Foro Filosófico
Popular “Pensando aquí y ahora”
que, continuando su programación del tercer cuatrimestre, abordará el tema«La filosofía ante la
experiencia vital aquí y ahora: ¿Es la longevidad el mayor riesgo del mundo
desarrollado?». La
sesión se plantea como reflexión general y concreta sobre las distintas formas
de
exclusión y desprecio que la sociedad impone a la experiencia vital cuando se personaliza, gracias a ese “progreso”
que genera longevidad, en una vejez eufemísticamente llamada “tercera edad” por
el lenguaje políticamente (o sea, hipócritamente) correcto. Un colectivo que, en realidad, ha pasado a ser masivamente
objeto del “gran encierro” que
caracteriza las tecnologías del castigo
disciplinario contemporáneas como una “prisión
continua” que va desde las cárceles de máxima seguridad hasta la vida
cotidian a través de las prácticas de control del poder y el conocimiento
ejercidas por profesionales (desde los jueces o la policía, hasta los maestros,
los mediadores, los psiquiatras o los geriatras), como bien señalaba Michel Foucault
–por ejemplo, en Vigilar y castigar, de 1975-... Un intento de autolegitimación
del sistema capitalista, por cuanto “las
personas de edad” (según la terminología buenista
de la ONU) se constituyen en una “unidad de gasto no productivo”, por lo que
comienzan a considerarse como “una carga insoportable para la sociedad” y “una
rémora para su desarrollo”. Así lo señalaban, sin ambages, las advertencias del
Fondo Monetario Internacional en el Capítulo 4 de su Informe sobre la estabilidad
financiera mundial 2012 al señalar como “la prolongación de la esperanza de vida
acarrea costos financieros”
para toda la economía: a través de los planes de jubilación y la Seguridad Social
para los gobiernos, a través de los planes de prestaciones definidas para
las empresas, a través de la venta de rentas vitalicias para las compañías de seguros, a través de obstáculos para el acceso a prestaciones
garantizadas para la ciudadanía...
Calcula, de hecho, el neoliberal
organismo que, si la esperanza de
vida aumentase de aquí a 2050 tres años más de lo previsto, los costes del envejecimiento poblacional, “que ya son enormes”, se incrementarían
en un 50% (“son docenas de billones de
dólares”). Así que el FMI
recomienda a los países que “neutralicen
financieramente los peligros de vivir más años de lo esperado” para lo que “es necesario combinar aumentos de la edad
de jubilación (bien por imposición del gobierno o de forma voluntaria) y de las
contribuciones a los planes de pensiones con recortes de las prestaciones
futuras”, porque “si no es posible
incrementar las contribuciones o subir la edad de retiro, posiblemente haya que
recortar las prestaciones”. Así que el primer paso urgente para ejecutar
ese plan de acción debería ser “que los gobiernos reconozcan que se
encuentran expuestos al riesgo de
longevidad”, y, a partir de ahí, se muestren prestos para “adoptar métodos para compartir mejor el
riesgo con los organizadores de planes de pensiones del sector privado y los
particulares”, y, por ende, “recurrir
a los mercados de capital para transferir el riesgo de longevidad de los planes de pensiones a quienes tienen
más capacidad para gestionarlo”.
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Acabáramos,
lo que molesta de “las personas de edad” es, en realidad, que, desde el punto
de vista económico, son unidades de gasto
que están vitalmente inmersas en una transferencia
neta y creciente de los consumos en el sistema privado a los del sistema
público... Y, como ahora la experiencia
y el saber acumulados por cada ciudadano
o ciudadana resulta “socialmente despreciable”, porque lo único que lo legitima
como tal es el consumo (de bienes y
servicios, de las industrias culturales, político), que éste se vaya
alejando de los mercados es, desde el
punto de vista neoliberal, una
auténtica blasfemia... Así que en esas estamos en todas la políticas nacionales
del mundo económicamente desarrollado: los sistemas nacionales de salud, pensiones
o dependencia no son viables ante el progresivo envejecimiento de la población
porque, aunque esos simpáticos viejecitos y viejecitas hayan contribuido lo
suyo a desarrollar y financiar esos sistemas, la sociedad, cada día más insolidaria (y aún así, el sistema,
parece cada día menos dispuesto a dejar la posibilidad de decidir sobre la apuesta por el crecimiento de la atención
pública a la longevidad creciente al albur de una decisión democrática de
la ciudadanía... ¡Por si acaso!), no está ya dispuesta a retribuirles su
esfuerzo... Así que mucho menos a escucharles, respetarles y valorarles... Es,
por consiguiente, un paso más (por desgracia, para muchas personas el último y
doloroso) en la extensión del principio de quien
quiera salud, pensiones o atención a sus dependencias en la vejez que se la
compre en los mercados correspondientes. Y si no puede... ¡Que busque recursos
en la beneficencia (o en los cubos de basura)!.
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