
El
Centro Municipal Integrado de El
Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón) desarrollará el Martes, 26 de
Abril del 2016, a las 19’30 horas,
la sesión mensual del
Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” para continuar
su programación del Primer Semestre de
2016 abordando el tema «La Filosofía ante la salud amenazada aquí y ahora: Entre
los recortes, el poder de los mercados y la longevidad»... La sesión se plantea como reflexión
general y concreta que, partiendo del sentido (o la falta de él), en este
tiempo mediático y simbólico donde lo
aparente oculta y silencia lo
esencial, del propio concepto de Salud
como “el estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de infecciones o
enfermedades”, según la definición que la Organización Mundial de la Salud
asentó en su propia constitución en Génova (1946), para revisarlo sistémicamente en 2007 como “el estado de adaptación de un individuo al
medio en donde se encuentra”... ¿Es posible la realización de cualquiera de
las dos acepciones en el mundo, aquí y ahora?. El elevado tono de malestar
ciudadano, la desigualdad insoportable (que podría querer recoger –y hasta
legitimar- la segunda acepción), o la creciente vinculación de los sistemas
sanitarios a los mercados (aplicando progresivamente un principio que podríamos
sintetizar como “privatización de la
salud y socialización del dolor”) parecen indicar que no.
En efecto, mientras en el llamado Sur, el mundo económicamente subdesarrollado y desarrollante, las
infecciones, pestes y epidemias se extiende bajo la forma de “enfermedades de
la pobreza” que, erradicadas frecuentemente en el mundo rico, no reciben la
atención investigadora ni la respuesta farmacológica que su elevadísima incidencia requerirían y merecerían; en el
llamado Norte, el mundo económicamente desarrollado y
subdesarrollante, la sociedad de consumo sitúa a cada persona
ante una suerte (o desgracia) de neurosis
experimental generalizada (creación permanente de necesidades artificiales que nunca pueden ser completamente
satisfechas) de la que se derivan cuadros
psicofisiológiccos más o menos leves (desde la depresión al estrés,
pasando por distintas manifestaciones de la ansiedad)
con frecuentes somatizaciones
que absorben buena parte de la
investigación biomédica y la respuesta farmacológica… Mientras más de 900
millones de personas en el mundo padecen desnutrición
y ven limitada su esperanza de vida directamente
por la amenaza del hambre, se
extiende a nuestro alrededor la anorexia o
la bulimia derivadas de una
interesadamente pésima gestión social de
la propia imagen. Mientras la tuberculosis
o la malaria siguen haciendo estragos
en el mundo pobre, los laboratorios son capaces de acelerar la investigación y
producción de vacunas y fármacos para nuevas gripes que, por innecesarios,
acabarán siendo destruidos... Mientras millones de personas mueren
irreversiblemente por el VIH en África, los laboratorios europeos y americanos
les niegan sus retrovirales y siguen
investigando para perfeccionarlos y avanzar hacia vacunas eficientes que
lleguen a las poblaciones del mundo rico... El problema de la extensión universal de la salud es,
pues, básicamente un problema ético-político
y filosófico: primero, de justicia distributiva y, luego, de reubicación del ser humano en el mundo.
No se trata tanto de incorporar usos de la Filosofía bajo el modelo médico, al estilo de la corriente de la literatura de autoayuda iniciada, con gran éxito editorial, por el Más
Platón y menos Prozac (1999) de Lou Marinoff, como de recuperar la
función de la Filosofía
como forma de vida y crítica de la realidad también en el
ámbito de la salud. Es decir, de
apostar por un orden mundial basado
en la justicia y la equidad (también en temas de salud pública) y por una crítica del consumismo que nos permita superar la insatisfacción general derivada de la materialización de nuestras necesidades (se nos impone un imaginario según el cual no necesitamos seguridad o libertad, sino más policías en la calle y sistemas de protección en
las casas; más cadenas de televisión y grandes superficies comerciales no el
fortalecimiento de nuestras redes de relaciones personales en el micro y mesocontexto; más medicamentos para prevenir enfermedades
potenciales y no una potenciación de la autonomía en la gestión de los propios
hábitos vitales...) para su consiguiente respuesta, necesariamente incompleta,
por un mercado (también sanitario,
farmacológico, etc.) presto a extenderlas hasta el infinito.
¿Cómo avanzar, aquí y
ahora, en medio de la sociedad del
espectáculo, en esa tarea despatologizadora?....
Esa es la cuestión.
Porque,
en definitiva, las nuevas tendencias en las políticas de salud que, con
argumentos como el de la mejora de la calidad
de vida (como adorno de razones meramente económicas: el gasto que al sistema nacional de salud provocan
determinadas costumbres y hábitos sociales o individuales que pasan a
calificarse de “comportamientos de riesgo”), están construyendo representaciones
sociales demonizadoras de determinados colectivos (personas fumadoras,
demasiado gordas, demasiado delgadas, aficiaonadas a la ingesta de alcohol o de
determinadas drogas ilegales, personas demasiado viajeras a países exóticos o
demasiado aficionadas al contacto con inmigrantes procedentes de esos
territorios,…) como discurso legitimador
de políticas públicas de recorte y “ajuste estructural” que, en realidad,
refuerzan la transferencia neta de dinero desde el sector público al privado, a
la vez que salpica interrogantes sobre el nuevo sentido normalizador de
concepto de salud, alejándolo ya de la definición originaria (“estado
de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo a ausencia de
enfermedad o dolencia”) de la Organización Mundial de la Salud, al dar
prioridad, sobre la evidente carga subjetiva e intersubjetiva que el “completo
binestar” supone, a una suerte de arquetipo ideal (la benéfica persona
que minimiza los gastos del sistema nacional de salud porque evita todo hábito
nocivo o peligroso: no fuma, no bebe alcohol ni se droga, no come demasiado ni
demasiado poco y controla la ingesta equilibrada de los distintos tipos de
alimentos, hace ejercicio físico con prudencia, mantiene relaciones sexuales
seguras, etc., para todo lo cual habrá de acudir a “ayudas” y estímulos en el libre
mercado de los complementos alimentarios o potenciadores y de la autoayuda).
Quienes se salgan (nos salgamos) de esos comportamientos “normalizados como
sensatos y saludables” se constituirán en potenciales “unidades de gasto no
productivo”, por lo que comenzarán a ser considerados, al igual que las personas longevas, como “una carga
insoportable para la sociedad” y “una rémora para su desarrollo” (recordemos
que así lo señalaban, sin ambages, las advertencias del Fondo Monetario Internacional en el Capítulo 4 de su Informe sobre la estabilidad financiera
mundial 2012 al señalar como “la
prolongación de la esperanza de vida acarrea costos financieros” para toda
la economía: a través de los planes de
jubilación y la Seguridad Social para los gobiernos, a través de los planes
de prestaciones definidas para las empresas,
a través de la venta de rentas vitalicias
para las compañías de seguros, a
través de obstáculos para el acceso a
prestaciones garantizadas para la ciudadanía...
Calculaba, de hecho, el neoliberal organismo
que, si la esperanza de vida
aumentase de aquí a 2050 tres años más de lo previsto, los costes del envejecimiento poblacional, “que ya son enormes”, se incrementarían
en un 50% -“son docenas de billones de
dólares”-. Así que el FMI recomendaba
a los países que “neutralicen
financieramente los peligros de vivir más años de lo esperado” para lo que “es necesario combinar aumentos de la edad
de jubilación (bien por imposición del gobierno o de forma voluntaria) y de las
contribuciones a los planes de pensiones con recortes de las prestaciones
futuras”, porque “si no es posible
incrementar las contribuciones o subir la edad de retiro, posiblemente haya que
recortar las prestaciones”. Así que el primer paso urgente para ejecutar
ese plan de acción debería ser “que los gobiernos reconozcan que se
encuentran expuestos al riesgo de
longevidad”, y, a partir de ahí, se muestren prestos a “adoptar métodos para compartir mejor el
riesgo con los organizadores de planes de pensiones del sector privado y los
particulares”, y, por ende, “recurrir
a los mercados de capital para transferir el riesgo de longevidad de los planes de pensiones a quienes tienen
más capacidad para gestionarlo”)… Acabáramos, lo que molesta de “las
personas de edad” y otros “colectivos de riesgo sanitario” es, en realidad,
que, desde el punto de vista económico, son unidades
de gasto que están vitalmente inmersas en una transferencia neta y creciente de los consumos en el sistema privado a
los del sistema público... Así que se hace efectiva la amenaza de recortes (en los presupuestos públicos para salud y en
las prestaciones) para que nos vayamos dando cuenta de que “los ajustes sanitarios en materia sanitaria matan” (y, de paso,
van paliando en parte el “riesgo de
longevidad”).
Pero hay más, claro, porque, la
inmensa mayoría de la humanidad (el dichoso Sur
y el llamado cuarto mundo, ese
creciente “Sur en el Norte”) queda,
incluso, más allá de esas recomendaciones… En suma, cualquier ser humano, en
función del lugar del planeta donde nazca, puede estar seguro de encontrarse
ajeno a enfermedades como el paludismo o la tuberculosis (o, en el peor de los
casos, si por su afán aventurero las llegase a contraer, sabe que podrá
disponer de drogas eficaces contra ellas); o, por el contrario, podemos
anticipar su casi irremediable condena a padecer alguna de esas “enfermedades
de la pobreza” y, en todo caso, a una vida breve y pródiga en penurias. ¿Cómo
podemos mantener siquiera el significado del concepto de “derecho universal a la salud” en esta situación?... ¿Cómo podemos (cómo
pueden las instituciones internacionales, los países poderosos, etc.) aceptar
la inercia de esta “condena sin causa”
que pesa sobre los más a costa de la “ufana
longevidad” de los menos?... ¿Cómo
puede tolerarse que los intereses económicos de las multinacionales
farmacéuticas y de las corporaciones sanitarias apuesten en serio por la
investigación sólo con respecto a aquellas enfermedades que también se
extienden al “mundo rico”, creando medicamentos incluso para prevenirlas,
preteriendo los esfuerzos frente a las enfermedades erradicadas de los
contextos socioeconómicos desarrollados?... ¿Cómo pueden tantos supuestos
“líderes espirituales” invocar principios supramundanos para sostener la
ausencia (o incluso la negativa a la implantación) de medidas profilácticas elementales de salud pública?... En cualquier caso,
tales interrogantes no pueden derivar simplemente en una forma de lánguida
queja; sino proyectarse en el análisis crítico de los grandes discursos del “pragmatismo bienintencionado”,
especialmente los ocho Objetivos del
Milenio auspiciados por Naciones Unidas, y la evolución de las políticas y
prácticas derivadas, para tratar de pergeñar las líneas de fuerza (ideas, políticas, acciones colectivas y
comportamientos individuales) más coherentes con la mera posibilidad de
articulación de una verdadera ciudadanía
planetaria. Con más universalización
de la salud (y otros derechos
inherentes a la propia condición humana)
y menos globalización económica
(basada en una dinámica de dominio y
desigualdad crecientes).
Todo ello
será introducido, en sus aspectos conceptuales y problemáticos básicos, por el
propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro
y se contará, en esta ocasión, para su desarrollo con la presencia, como
ponente invitado, de Guillermo RENDUELES OLMEDO, Doctor en
Medicina (Universidad de Sevilla, 1980) y Psiquiatra que fuera uno de los
adalides del movimiento antipsiquiátrico
en España, fue profesor asociado de Psicodiagnóstico
en la Universidad
de Oviedo (1980-1989) y profesor tutor de Psicopatología en el Centro
Asociado de Gijón de la UNED (desde 1989), Premio de la Real Academia
Española de Medicina 1982 y de la Asociación Española de Neuropsiquiatría 1983, es autor de
un buen número de libros especializados (El manuscrito encontrado en Ciempozuelos:
Análisis de la historia clínica de Aurora Rodríguez, 1989; Las
esquizofrenias, 1990; Las psicosis afectivas, 1991; Las
neurosis, 1991; o La locura compartida, 1993),
ensayos en los que utiliza de forma tan sugerente como rigurosa su experiencia
profesional para la crítica sociopolítica
(Egolatría,
2005), aportaciones a libros colectivos (desde La cronicidad, 1988, o Epistemología
y práctica psiquiátrica, 1990, a Retales de la reconversión, 2004, o Pensar
y resistir, 2006), y numerosísimos artículos que, en los dos ámbitos de
sus preocupaciones, aparecen tanto en revistas
especializadas, como en diarios
generalistas (La Nueva
España) y en publicaciones de la izquierda alternativa (Rebelión, Diagonal, Atlántica XXII,...).
Como
siempre, se facilitará a las personas participantes un dossier,
elaborado por el propio coordinador del Foro, con documentación sobre el tema
abordado, incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y
cinematográficas, artículos e informaciones de interés, chistes, etc.. Tras las intervenciones (e, incluso, durante
las mismas) habrá un debate general entre todas las personas presentes
(recordamos que, en relación con este Foro se ha proyectado ya, el miércoles, 20
de Abril, en el Cine-Forum “Imágenes para
pensar”, la película Hipócrates, 2014, de
Thomas LILTI. La sesión, celebrada en
relación con el Día Mundial de la Salud (7 de Abril), tendrá lugar en el Aula 3 (Segunda Planta), con asistencia libre.
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