«La
disciplina filosófica precisamente no se constituye como movida por ese anhelo
de felicidad, ni siquiera por un anhelo de justicia (que, en todo caso, brota
de fuentes distintas y previas a la conciencia filosófica, aunque después se
vincule necesariamente con ellas), sino por una voluntad de verdad. Si el
filósofo odia al explotador no es en tanto que formalmente es explotador, sino
en tanto que su conciencia es una falsa conciencia; y si desprecia al que se
deja explotar es también porque su conformismo es una falsa conciencia; y si le
resulta repulsiva la felicidad del místico o la del pequeño burgués es porque
esa felicidad es una forma refinada de falsedad, de estupidez. Y así como el
sacerdote decimos que, al perder la luz de la fe, ha perdido la razón de su
oficio, así también diremos de los filósofos que al perder la pasión de lo
verdadero, al perder la rigurosa voluntad de distinguir en todo momento lo que
es verdadero y lo que es falso, lo que es evidente y lo que es obscuro –aunque
sea en nombre de la justicia o de la felicidad-, han perdido su razón de ser,
porque han perdido la disciplina filosófica.»
Gustavo
Bueno Martínez: “Cuestiones sobre teoría y praxis”. En VV.AA.: Teoría y Praxis
(extractos de los textos de varios autores para el XII Congreso de Filósofos Jóvenes celebrado
en
Oviedo entre el 22 y el 25 de marzo de 1975). Valencia, Fernando Torres, 1977: 45-72.
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