El Martes, 30 de Octubre
de 2018, a las 19’30 horas, en el Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), se
desarrollará la sesión mensual del Foro Filosófico
Popular “Pensando aquí y ahora”
en la que se abordará el tema«La filosofía ante nuestras representaciones aquí y ahora: Sobre
las imágenes y sonidos que nos dicen quiénes somos».
La sesión se plantea como reflexión
general y concreta sobre los efectos reales de las llamadas nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC)
en los modos de construcción, producción y distribución audiovisual, en tanto
ésta configura en buena medida los imaginarios
colectivos que, borrosos en sus límites y contenidos concretos, determinan
con precisión nuestras actitudes ante y comportamientos en el mundo... En otro
lugar (La construcción del Imaginario
del Sur en el Norte, 1999, de María Aquilina Fueyo Gutiérrez y José
Ignacio Fernández del Castro) precísábamos, a propósito de esa idea y siguiendo
a Cornelius Castoriadis (La
Institución imaginaria de la sociedad. I: Marxismo y teoría revolucioanria.
II: El imaginario social y la institución,
1975; con edición
en castellano respectivamente de 1983 y 1989) que “el concepto
de imaginario permite
una incorporación crítica de planteamientos éticos emancipadores capaces de desbordar concepciones perceptivas parciales y
reduccionistas (el psicologicismo del
concepto de estereotipo,
el sociologicismo del concepto
de normalización, el etnologicismo del concepto de aculturación, el biologicismo del concepto de fenotipo, como claves
explicativas de la «percepción del otro»). Así se configuraría como un complejo superestructural (derivado de relaciones de dominio
económico básicas) difuso
que, desde su conglomerado icónico, proyecta un «saber acrítico sobre el mundo»
entreverado de supuestos metafísicos, cosmolatrías y pseudoideologías que
acaban por manifestarse normativamente en una moral hegemónica y en sumisas tendencias de comportamiento gregario. (...) Por
todo ello, el imaginario social
se constituye como una percepción compleja más determinante de las ideas y pensamientos colectivos («pensamiento
único», políticas neoliberales de ajuste estructural, individualismo
relativista) que determinada,
pues, en su seno se reproducen los conflictos derivados del «conflicto vital»
característico de la «sociedad real»”… Resulta, pues, vital examinar qué
supone la irrupción del mundo digital
para los viejos sistemas de comunicación simbólica
en cuanto generadores y gestores de nuestros imaginarios dominantes, o sea qué cambios cualitativos y
cuantitativos se derivan de la irrupción de los blogs, las wiki, las revistas digitales y, sobre todo, las redes sociales a los procesos de producción, promoción y
distribución de la cultura audiovisual como encuentro para la acción
transformadora del mundo (analógico)..
Este planteamiento, vinculado tradicionalmente
(ya, por ejemplo, desde propuestas pedagógicas como la de la Escuela Moderna de Célestin
Freinet, 1896-1966, -ver, por ejemplo, Las técnicas audiovisuales, 1963- o
la del método psicosocial para la
educación emancipadora de Paulo Freire, 1921-1997, -ver, por ejemplo, Educación
y acción cultural, 1979-) a una alfabetización
audiovisual (hoy debiéramos decir digital)
crítica (capaz de derivar emancipación
individual y colectiva), exige el análisis cuidadoso de los tópicos comunes al respecto (inmediatez, interrelación, cooperación, horizontalidad,
libertad, o democratización de la producción
y recepción cultural,…) que, al estilo de El desengaño de Internet
de Evgeny Morozov (2011), deberá permitirnos pergeñar una suerte de teoría urgente (y provisional) de la
comunicación y la cultura en “tiempos TIC” capaz de asumir y explicar la
proliferación y extensión (sociológica y psicológicamente avaladas) de nuevas y
más dramáticas formas sociales de
incomunicación personal (formas que, de hecho, como muestra La
Red Social , 2010, de
David Fincher, están muy presentes ya en el propio proceso de creación, por
ejemplo, de Facebook) y de exclusión cultural. Así podremos atisbar
alguna respuesta (o, al menos, denunciar con más rigor) ante paradojas como las
derivadas del hecho de que “en la sociedad de la comunicación nadie se comunica
verdaderamente (en profundidad) con nadie”, la de que en el momento en el que
los medios digitales abaratan y
facilitan (en la filmación, la producción y, sobre todo, el montaje y la
postproducción) la creación audiovisual
de alta calidad el cine (especialmente el viejo cine de autor) languidece (bajo el imperio del blockbuster y la censura
a través de las barreras a la distribución) o se refugia en la ficción televisiva, o la de que a medida
que la velocidad del proceso de
innovación tecnológica ligada a las TIC se incrementa (forzado en buena medida
por el sistema consumista que impone obsolescencias artificiosas a los
productos) aumenta también la llamada brecha
digital entre los países económicamente
desarrollados (y subdesarrollantes) del llamado Norte y los económicamente
subdesarrollados (y desarrollantes) del llamado Sur, entre generaciones,
entre sexos, entre el mundo urbano y el rural, y hasta entre el centro
y las periferias de una misma ciudad
(sea o no una de las llamadas smartcities).
Pero
parémonos a analizar un poco ese “refugio del cine en la ficción televisiva”
como síntoma de los efectos de los entornos digitales sobre la gestación y
gestión de nuestro “patrimonio audiovisual”, acercándonos primero al caso
español… Al crecimiento en las parrillas de las distintas cadenas del fenómeno
de las comedias de situación (en la
estela de las sitcom norteamericanas,
con o sin risas enlatadas) con formato renovado y relanzado en España por 7
vidas (Globomedia para Telecinco, 1999-2006) y con frecuentes spin-off (Aída –Globomedia para Telecinco, 2005-2014) o derivados reconocibles (La
que se avecina –Alba Adriática,
2007-2010, Grupo Infinia, 2010-2013,
y Contubernio, desde 2013, para Telecinco- con respecto a Aquí
no hay quien viva – Alba
Adriática y Atresmedia para Antena 3, 2003-2006-, por ejemplo) se suman
los dramas o comedias “sociológicos” por
capítulos (al estilo de Hospital central –Videomedia y Mediaset España para Telecinco,
2000-2012- o Doctor Mateo –Notro Films
para Antena 3, 2009-2011-) y miniseries o telemovies, más o menos oportunistas, unitarias o por capítulos,
historicistas o pseudoperiodísticas, que, cada vez con más frecuencia, se
acercan peligrosamente al telecotilleo
rosa o se mezclan con más o menos guionizados realities (como en Alaska y Mario de El Terrat y MTV
España, 2011-2013) para contribuir a la configuración un “imaginario de lo monstruoso” (en el sentido etimológico de “lo que avisa o previene desde una voluntad
superior”), por una parte, como “aviso a navegantes” de qué es lo que hay
más allá de la dura cotidianidad de quien mira la pantalla (para evitar que lo
desee) y, por otra, para captar su
atención situándola fuera de su vida, de sus problemas concretos, de sí
mismo, extrañándolo, alienándolo... O para decirlo de otro modo, sería lo que Cornelius
Castoriadis llamaba “el ascenso de la
insignificancia” (El
ascenso de la insignificancia, 1996; con
edición en castellano de 1998)
como contribución esencial del medio
televisivo (también en su faceta más creativa, la ficción) a los imaginarios
hegemónicos del capitalismo
globalizado... Una función muy similar, pero en lo próximo-tangible, en lo
percibido como posibilidad inmediata, a la que cumpliría la sobresaturación de “imágenes de lo catastrófico-lejano” que
pueblan los informativos y buena parte y los telerreportajes... Aviso de lo que puede venir y generación de una empatía ilusoria más alienante que activista. Y es que, en la línea de lo que vienen señalando víctor Lenore
(Indies,
hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural, 2014) o César
Rendueles (desde Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital,
2013, o en Capitalimo canalla. Una historia personal del capitalismo a través de
la literatura, ), los entornos
digitales, lejos de contribuir a una democratización
de la cultura para mejor conocer el
mundo y transformarlo desde
parámetros más inclusivos y humanos,
Usan, con eficacia
y estilo renovados, las grandes industrias transnacionales de la cultura en
convergencia con los instrumentos clásicos de alienación de masas para la producción agregada de sumisión aprendida a través de una neurosis experimental por permanente insatisfacción del deseo en el contraste
entre los arquetipos de heroicidad y
la realidad de cada día (porque, en
definitiva, cuando uno va al supermercado, Messi o Ronaldo, House o el Doctor
Mateo, Tony Soprano o Luisma García nos sirven de bastante poco). Es, como
señalan Aquilina Fueyo, Carlos Rodríguez Hoyos y José Ignacio Fernández del Castro
(Mi
vida como un algoritmo. Una semana en la nube, 2028) la consolidación
de un capitalismo digital capaz de
completar un proceso de individualización
algorítmica que, bajo la apariencia
de hipercomunicación, nos atomiza
para tornarnos en mercancía para el comercio de datos ligado a una economía de la atención; alejándonos así
de cualquier tentación de respuesta activa (y analógica) ante “lo que hay”
(dominio y sumisión, aceptación de la desigualdad insoportable,…) mientras se
nos va privando hasta de los viejos contactos (analógicos) con las viejas
tecnologías, como conducir un coche o comprar en una tienda de barrio, que
posibilitaban aprendizajes azarosos en el tránsito por paisajes y la
interrelación personal (sensorial) con sus paisanajes…
Evidentemente,
el desarrollo de este planteamiento, que supone el análisis de la configuración
de las actuales derivas de la producción
audiovisual al servicio de los intereses de dominio de los dueños del
cotarro, supone por un lado el reconocimiento de la dificultad para considerar patrimonio audiovisual de la humanidad
aquello que la aliena (que la saca de
sí misma para convertirla en sumisa a intereses ajenos) y, consiguientemente,
la necesidad (y urgencia) de buscar conocimiento y canales para una producción audiovisual como arma para una
sociedad más consciente, participativa y
solidaria (en definitiva, más democrática)
Porque, paradójicamente, se abre técnicamente la oportunidad (y la
responsabilidad) de construir el mejor patrimonio audiovisual de todos los
tiempos (reto al que responden, incluso en los medios masivos, grandes
creadores como Aaron Sorkin –El lado oeste de la
Casa Blanca o The Newsroom-, Armando
Iannucci -The Thick of It o I'm Alan Partridge- o, en nuestro ámbito más modesto,
gentes como Nacho García Velilla o Tom Fernández) y, desarrollando estrategias
de alfabetización audiovisual crítica,
(re)construir una mirada capaz de automatizar mecanismos de lectura ideológica y representacional de
lo que se le cuenta (incluso, o muy especialmente, cuando lo que se le cuenta,
algoritmo por medio, es lo que se supone que es), develando los intereses que subyacen en los mensajes y
sacando de ello fruto de conocimiento,
capacidad comunicativa, comprensión del mundo y voluntad de transformarlo
(incluyendo los propios medios audiovisuales
y sus canales de difusión).
¡Quiénes y cómo saben, pueden y querrán intentarlo aquí y ahora?.
Todo ello será
introducido, y desarrollado en sus aspectos conceptuales y problemáticos
básicos por el propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández
del Castro.
Como
siempre, se facilitará a las personas participantes un dossier, elaborado
por el propio coordinador del Foro, con documentación sobre el tema abordado,
incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y
cinematográficas, artículos e informaciones de interés, chistes, etc..
Tras
su intervención (e, incluso, durante la misma) habrá un debate general entre
todas las personas presentes. La sesión, celebrada en relación con el Día
Mundial del Patrimonio Audiovisual (27 de Octubre), tendrá lugar en el Aula 3 (Segunda Planta), con asistencia libre.
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