El Martes,
27 de Noviembre de 2018, a las 19’30 horas,
en el Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37-
Gijón), se desarrollará la sesión mensual del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” en la que se abordará
el tema«La filosofía frente a la violencia patriarcal aquí
y ahora: De la insoportable gravedad de la perpetuación del feminicidio». La sesión se plantea como reflexión
general y concreta sobre los efectos de la insoportable violencia patriarcal en un verdadero feminicidio socialmente perpetuado en muchas de nuestras sociedades
“avanzadas”… Pero también en la influencia que la toma de conciencia sobre este hecho ha tenido en la reciente renovación,
extensión y diversificación del hálito
feminista en las nuevas generaciones de mujeres (y hombres)… Y es que,
mientras se transmiten intergeneracionalmente cosmovisiones de las relaciones intersexuales perversas (véase, por
ejemplo, Putas insumisas. Violencias femininas y aberraciones de género: reflexiones
en torno a las violencias generizadas, 202017, de de Irene Sánchez,
Neus Olivé, Lorena Martín y Laura Macaya), se prolongan (y aún recrudecen) prácticas de violencia (real –violencia de
género en todas sus manifestaciones- y
simbólica –asentada sobre las grandes industrias de producción cultural-,
pública y privada) para, en último extremo,
seguir volcando el ámbito de lo doméstico
(con valores que van de la ternura a la abnegación, presididas siempre por la
“sumisión al macho”, al que se debe satisfacer) sobre mujeres (y otros
colectivos “vulnerabilizados” como infantes y personas ancianas, que sólo
merecerán consideración social en cuanto sean capaces de realizar actos de
consumo significativos en distintos tipos de mercado o prestar servicios
–gratuitos- de cuidado de la prole), manteniendo unas vergonzantes formas de precarización selectiva femenina en el ámbito
de lo laboral (véanse las tesis de Silvia Federici, por ejemplo, en su
reciente El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo, de
2018)… Son, en fin, características y consecuencias inerciales de la sociedad patriarcal que, con sus mecanismos específicos de opresión/sumisión
y los instrumentos de legitimación
inherentes, deriva y legitima hoy, aquí y ahora, diferentes modos específicos de explotación
laboral (como las maquilas) y
doméstica, así como fenómenos de exclusión (la prostitución o la precarización
laboral, hasta llegar a los extremos del feminicidio –como ocurre, por ejemplo, en Ciudad Juárez-) y una
permanente “resistencia ante los discursos de género” por parte de “minorías de
notables” que los tachan como una imposición del pensamiento políticamente correcto (como se ve, por ejemplo, en el
hecho de que la Ley Integral contra la Violencia de Género española
esté continuamente en el debate público, con constantes propuestas de
modificación restrictiva de sus supuestos y sus ya menguadas dotaciones
económicas… Frente a tales hechos, el movimiento
feminista (acaso de modo sólo comparable con el ecologista) ha sido el que mayores logros ha conseguido en materia
de incidencia política en los países económicamente desarrollados con democracias parlamentarias (véase, por
ejemplo, Dos siglos de feminismo: Los ejemplos más significativos, los problemas
más actuales…, 2017, de Cinzia Arrutza y Lidia Cirillo)… El impulso
dado a la igualdad formal (legal) de
género en la última mitad del siglo XX ha sido evidente (pensemos que hoy
hace menos de noventa años del reconocimiento del voto femenino en España, el
doble aún así que en países tan “desarrollados” como Suiza; o en que no hay ya
partido político con aspiraciones parlamentarias reales que no incluya en sus
estructura y programas referencias de algún tipo a la “promoción de la mujer”)…
Y, sin embargo, un patriarcado material
de fondo sigue provocando sangrantes desigualdades entre hombres y mujeres
(desde las salariales o de ejercicio del poder hasta las de atención a las tareas
domésticas o a las generaciones anteriores y posteriores, en general, a las tareas de cuidado, poco o nada
remuneradas y con reconocimiento social
débil e hipócrita)...
Sin duda, por todo ello
cuajaron aquellos lemas como #NosParamos,
#WeStrike, «Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras», «Eso que llaman amor es trabajo, no pago»,
en la convocatoria de un paro laboral,
estudiantil, de cuidados y de consumo el 8
de Marzo de 1818 por una pléyade de grupos y activistas desde el feminismo organizado, que se dirigían universalmente
tanto a mujeres asalariadas como no asalariadas, y de todas las orientaciones e
identidades sexuales. El núcleo reivindicativo central era la apuesta por una sociedad libre de violencia machista, entendida
ésta como la agresión (física o verbal) y el asesinato de mujeres por el mero
hecho de serlo, pero también se incluían los derechos laborales de
las mujeres precarizadas, la lucha contra la desigualdad salarial o
contra el acoso sexual en el centro de trabajo; y se hacía una denuncia pública de la pobreza,
la violencia racial, la persecución a inmigrantes o los recortes en programas
sociales y de salud que hacen este mundo y este tiempo más inhóspitos e
insoportablemente injustos… Esas movilizaciones abarcaron a más de setenta
países desde impulsos nacionales o locales y, en el marco global, fueron articuladas por grandes coaliciones
como la Internacional Feminista y Paro Internacional de
Mujeres (International Women Strike), auspiciando
asambleas preparatorias locales (en espacios públicos) de las marchas y
diversas acciones en centenares de ciudades de todo el orbe, mientras el
respaldo sindical era desigual y reticente (ante la propuesta de un paro
específicamente femenino, para visibilizar nítidamente la relevancia del papel
de la mujer tanto en el ámbito productivo como de los cuidados, con los hombres
realizando un acompañamiento con asunción de las taréas laborales y de atención
e incorporándose a otro tipo de acciones complementarias del paro), siendo, por
ejemplo, en España los llamados “no mayoritarios” (CNT, CGT, CIG, CoBas y otros más o menos
sectoriales) los que convocaron huelga general de veinticuatro horas en todos
los centros de trabajo para dar cobertura legal a la convocatoria (los
mayoritarios convocaron paros parciales y universales de dos horas por la
mañana y dos horas por la tarde, caso de UGT y CCOO, o cuatro horas al mediodía,
caso de USO; entre amenazas de la patronal por “secundar
una huelga política” que no acabaron en los tribunales).
Sin duda, por todo ello
habían surgido controvertidos grupos de acción simbólica directa como Femen (Фемен
en su origen ucraniano), fundado el 10 de abril de 2008 por la
economista Anna Hutsol en Kiev como impulso hacia una «Nueva Ética»… Sus integrantes femeninas
realizan acciones de protesta, casi siempre con el torso desnudo y escrito con
lemas contra distintas formas de opresión (contra el turismo
sexual, las instituciones religiosas, las agencias matrimoniales
internacionales o, en general, el sexismo en
sus manifestaciones locales o globales), en actos e instituciones que son la
punta de lanza simbólica del patriarcado
(como ha sucedido recientemente, el 20 de Noviembre de 2018 en la Plaza de
Oriente de Madrid, en un acto de exaltación fascista, convocado por la Asociación para la Derogación de la Memoria
Histórica, en el que las activistas de Femen fueron agredidas y toqueteadas
por los “machos ultra” ante la mirada de la policía, hasta que a ésta le
pareció que ya se estaban pasando y decidió intervenir para evitar males
mayores). Con centenares de personas activas (incluyendo algunos hombres), han
extendido sus protestas por todo el mundo, más allá de Kiev y de Ucrania a
partir de la cración de una sede en Clichy-sous-Bois,
cerca de París,
y representaciones en países como Alemania, Suiza, Países Bajos, Polonia, Suecia, Brasil, Canadá, Estados
Unidos o Italia…
Sin duda, por todo ello
surgió de forma viral como hashtag en las redes
sociales el movimiento #MeToo (Yo también), tras la sucesión
de denuncias en octubre de 2017 de las constantes agresiones y acosos
sexuales perpetradas por el productor de cine y ejecutivo hollywoodiense Harvey
Weinstein… La expresión, cuyo sentido venía siendo habitual en las
intervenciones de la activista social Tarana Burke, se popularizó a partir de
las intervenciones de la actriz Alyssa Milano animando a las
mujeres de todo el mundo a tuitear sus
experiencias de acoso para mostrar la perversa naturaleza y gran extensión de las
conductas misóginas (¡más de medio millón de mujeres, muchas de
ellas con notoria presencia pública, han usado ya dicho hashtag!).
En
fin, ya que de cine hablamos, aunque el imaginario
social (patriarcal) representado en nuestras pantallas, pongamos por caso,
el por el Rhett Butler (incorporado por Carl Gable ante la Scarlett O’Hara
interpretada por Viven Legh) de Lo que el viento se llevó (Victor
Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939 –sobre la novela de Margaret Mitchell de
1937-) aparenta una evolución “liberalizadora”, que podríamos simbolizar en la
Anastasia Steele (interpretada por Dakota Johnson, dispuesta a someterse en el cuarto rojo a la “magia dominadora y
caprichosa” del Christian Grey interpretado por Jamie Dornan) de 50
sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015 –con novela de E.L. Dames,
2011-), muy poco hay de nuevo, en realidad, en esta historia: recordemos, sin
ir más allá, como en los años setenta del pasado siglo el refinamiento del imaginario patriarcal respondía al
impulso de “alegre libertad femenina” (en el marco de una revolución sexual básicamente femenina
y juvenil de la que autores como
Wilhelm Reich ya venían hablando desde los años treinta –véase, por ejemplo, La
lucha sexual de los jóenes, de 1932-), presente en movimientos contraculturales (v.gr., el hippie) y políticos (v.gr., Mayo
del 68) con nuevos arquetipos de la
racionalización para un “androcentrismo voluntariamente aceptado”,
como el del Mario incorporado Alain Cuny
para aleccionar a Emmanuelle/Silvia Kristel en Emmanuelle (Just Jaeckin,
1974 –novela de Emmanuelle Arsan, 1959-), o el del Rene interpretado por Udo
Kier para “ilustrar” a O/Corinne Cléry en Historia de O (Just Jaeckin, 1975
–novela de Dominique Aury como Pauline Réage, 1954-)… Y es que, ahora, en los
tiempos de la universalización neoliberal y la precarización de la vida (véase,
por ejemplo, Mujeres en la era global. Conta un patriarcado neoliberal, 2003,
de Victoria Sendón de León) Christian Grey le dice a Anastasia Steele (y al
mundo) “¡Sé libre!: ¡emancípate de las
cadenas de las conquistas sexuales!”, del mismo modo que un gurú neocon gritaba desde una tribuna a
las masas “¡Sed libres!: ¡emancipaos de
las cadenas de las conquistas sociales!” en un chiste de El Roto.
Perversión simbólica, en fin, nada inocente ni, por supuesto, liberadora, que trata de reintroducir la
naturalización de la desigualdad de género, perdida ya la
batalla en el campo epistemollógico/ontológico,
por la vía del deseo y la voluntad en una mistificación del discurso de lo femenino que pide a las mujeres
que, ante la imposibilidad ya de
fundamentar científicamente su inferioridad y tendencia a la sumisión, lo
hagan por la vía pascaliana de demostración subjetiva de la existencia de Dios,
como una apuesta para vivir mejor, con
mayor tranquilidad y en armonía con su propio deseo.
Pero,
¿tiene algo que ver todo eso con el sentir y decir de las mujeres concretas y
diversas?, ¿es toda fémina que no se muestre bien dispuesta a la sumisión gozosa y voluntaria alguien que
inevitablemente siente y dice como varón, o sea, que participa de buena gana en
el discurso y las prácticas de una
suerte (o desgracia) de patriarcado
transgenérico?.
Es
imposible aceptarlo, y, por ello, lo verdaderamente necesario (y urgente) es
una política genérica (compartida por
mujeres y hombres) de “compensación de
las desigualdades injustas”, capaz de reconstruir la sociedad y sus
instituciones desde una perspectiva de mayor equidad social y más auténtica libertad
sexual más basada en el encuentro (simétrico)
de deseos que en el dominio (asimétrico)
de voluntades… ¿Puede admitirse, en
fin, que, so pretexto de la libertad sin
barreras, se promocione el dominio
sexual de las voluntades como ámbito natural de expresión del deseo (incluyendo
fenómenos de “violencia de clase”, como los vientres
de alquiler)?... ¿Es, en algún sentido, compatible dicha concepción del
“discurso de lo femenino” con el impulso
material hacia la igualdad social entre los géneros aquí y
ahora?.
Estos
interrogantes nos sitúan, sin duda, ante la urgencia de reconducir la mirada postmoderna de ese “todo vale” legitimador de los procesos de dominio/sumisión intergenéricos para
dirigirla a los procesos dialécticos que median entre los suelos pringosos y
los techos acristalados, porque ahí viven la inmensa mayoría de las mujeres del
planeta (y de los hombres, claro), esas mujeres concretas y diversas, en lucha
cotidiana contra tantas violencias físicas y psicológicas, frente a tantas
cadenas reales y simbólicas que les impiden despegar.
Y suya ha de ser la voz transformadora (tal como alienta, por ejemplo, el
colectivo @CervantesFAQs FEM, surgido
en Twitter en 2012 y que acaba de publicar en Noviembre de 2018 su primer
libro: #Acción #Contradicción #Revolución).
El
discurso de la “mistificación
voluntarista de lo femenino”, como adecuación del viejo patriarcado
a una versión extendida y diversificada en "imaginarios
colectivos del género" para tiempos de globalización de la precariedad vital y la negación de lo común, legitima, pues, lo que hay y apuesta por una falsificación
de la historia y del presente desdibujando, tras el denso humo del "dominio masculino", cualquier
posible aprovechamiento de la igualdad
formal para avanzar en la lucha
material contra la feminización de fenómenos sociales tan incuestionables
como el aumento de la pobreza y la
desigualdad socioeconómica (por vías como el paro, la precarización
laboral, el trabajo no cualificado, el empleo asistencial, la
discriminación salarial, ...).
¿Cómo
combatir esto?... ¿Son suficientes o útiles medidas como la discriminación positiva o las políticas de cuotas para deslegitimar
los imaginarios de dominio/sumisión
patriarcales?. ¿Cómo dar pasos hacia una política de género (compartida por mujeres y hombres) que genere
una sociedad y unas instituciones capaces de crear las condiciones de posibilidad de un desarrollo personal completo y satisfactorio para todo ser humano en
el que todo tipo de relaciones intergenéricas se basen en un principio den
encuentro de los deseos en un plano de
igualdad?. Porque esa, a fin de cuentas, será la clave de una verdadera revolución ciudadana de los deseos y sus
manifestaciones en una sociedad
verdaderamente inclusiva más allá de voluntarismos y opresiones en el ser de la mujer (y del hombre). Una
revolución que será con (y desde) las
mujeres concretas y diversas, realmente existentes… O no será.
Todo ello será
introducido en sus aspectos conceptuales y problemáticos básicos por el propio
coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro,
para abrir paso a las aportaciones de la ponente invitada, Nieves
Fernández González (que fuera, hasta
fechas recientes, profesora del Departamento de Filosofía y directora del IES “El Piles” de Gijón, cofundadora y
expresidenta de la Tertulia Feminista “Les Comadres”, especialmente
preocupada por la hermenéutica feminista
y la coeducación, como se puede
apreciar en artículos -en revistas especializadas como Círculo Hermenéutico- y
libros -como Unidades Coeducativas, 2003, del que es coautora, o Sobre
discípulas, estudiantes y damiselas. Lo que algunos filósofos filosofaron,
2011-)… Como siempre, se facilitará a las personas
participantes documentación sobre el tema abordado (incluyendo el guión de la
sesión, recomendaciones bibliográficas y cinematográficas, informaciones de
interés, chistes, etc.), en un dossier elaborado por el coordinador del
Foro.
Tras
sus intervenciones (e, incluso, durante las mismas) habrá un debate general entre
todas las personas presentes. La sesión, celebrada en relación con el Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25
de Noviembre), tendrá lugar en el Aula 3 (Segunda Planta), con asistencia
libre.
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