El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón) desarrollará el Martes, 26 de Marzo del 2019, a las 19’30 horas,
la sesión mensual del
Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” para continuar
su programación del Primer Semestre de
2019 abordando el tema «La
Filosofía ante las esclavitudes del presente aquí y ahora: Sobre precarización
de la vida y neoesclavismo»... La sesión se plantea como reflexión
general y concreta a partir de la proliferación de fenómenos del presente que
sitúan a colectivos humanos en situaciones de vulnerabilidad que, con frecuencia, derivan en una privación de derechos que sitúa a una
parte relevante de la población mundial (unos 27 millones de personas en el
planeta, según los cálculos de Bates) en tal precarización vital que sólo podríamos calificarla como (neo)esclavismo, como “el control total de una persona con fines de explotación económica por
la violencia o la amenaza de la violencia” (siguiendo la definición que del
esclavismo contemporáneo acuñara
Kevin Bales, probablemente el mayor especialista mundial en el tema, en su
artículo “Personas prescindibles: la
esclavitud en la era de la globalización” –publicado en el Journal of International Affairs, 53 (2), 2000: 461-484)…
Y es que,
en efecto, surgen cada día discursos
que sitúan el desarrollo en la aplicación de los derechos humanos (en sus tres generaciones: derechos civiles y políticos, derechos sociales y laborales y derechos
relativos a la paz y el medio ambiente) a las legislaciones nacionales como
una suerte (o desgracia) de lastre para
la “viabilidad (económica) del mundo”, de “carga insoportable para una sociedad”, de “rémora para el desarrollo económico”. Así lo mostraban, por
ejemplo, las advertencias del Fondo Monetario
Internacional (tan pródigo él en dirigentes corruptos) en el Capítulo 4 de su Informe sobre la estabilidad
financiera mundial 2012 al señalar como una de las
mayores amenazas para el sistema el riesgo
de longevidad: “la prolongación de la
esperanza de vida acarrea costos financieros” para toda la economía: a
través de los planes de jubilación y la Seguridad Social
para los gobiernos, a través de los planes de prestaciones definidas para
las empresas, a través de la venta de rentas vitalicias para las compañías de seguros, a través de obstáculos para el acceso a prestaciones
garantizadas para la ciudadanía
(calculaba, de hecho, el neoliberal
organismo que, si la esperanza de
vida aumentase de aquí a 2050 tres años más de lo previsto, los costes del envejecimiento poblacional, “que ya son enormes”, se incrementarían
en un 50%, por lo que recomendaba a los países que “neutralicen financieramente los peligros de vivir más años de lo
esperado” para lo que “es necesario
combinar aumentos de la edad de jubilación -bien por imposición del gobierno o
de forma voluntaria- y de las contribuciones a los planes de pensiones con
recortes de las prestaciones futuras”, porque “si no es posible incrementar las contribuciones o subir la edad de
retiro, posiblemente haya que recortar las prestaciones”)... Pero no es sólo el de las personas longevas el “colectivo
peligroso” por su incapacidad para obtener sus recursos vitales en los mercados libres y la consiguiente “tentación”
de detraerlos del herario público;
ahí estarían también todos los colectivos
miserablilizados: migrantes económicos y políticos de los países
económicamente subdesarrollados y desarrollantes del llamado Sur en desesperada búsqueda de la vida en los países
económicamente desarrollados y subdesarrollantes del llamado Norte (que, aunque los necesitan por su
propio envejecimiento demográfico,
utilizan la regulación de flujos como
instrumento de control social y arma
pseudopolítica para pervertir y captar voluntades-; el creciente número de
infantes en situaciones de deprivación severa; la población subempleada, sobre
todo femenina, que malvive en una pobreza sin esperanza; el llamado cuarto mundo de la miseria dentro de las sociedades opulentas; la inmensa mayoría de
la población de los países empobrecidos
por los flujos geoeconómicos de la globalización…). Todos ellos se integran
con lo que Kevin Bales llama “personas
prescindibles” , verdaderos excedentes
humanos condenados por un proceso planificado de precarización de la vida que los aboca a la caridad, pública o privada, por no poder acceder a esos “mercados libres”... Y, con demasiada
frecuencia, a las distintas formas de neoesclavismo:
laboral (trabajo forzado en maquilas,
minas, plantaciones, construcción, mendicidad o como “vientres de alquiler”), militar (soldados cautivos,
reclutamiento forzoso de niños en conflictos…), servidumbre (trabajo doméstico forzado para pagar deudas), sexual (personas de cualquier edad
obligadas a la prostitución, la pornografía, la pedofilia o a servir de reclamo
para el “turismo sexual”), matrimonios forzosos (mujeres y niñas forzadas a
casarse por razones socioculturales o económicas). Hoy se calculan (según fuentes
de Naciones Unidas y el Global Slavery Index) ya unos treinta millones de personas esclavizadas en el
mundo (pese a la abolición universal de la esclavitud y su declaración como crimen de lesa humanidad por la ONU): 13’9
millones de ellas en la India, 2’9 en China, 2’1 en Pakistán, 701.000 en
Nigeria, 651.000 en Etiopía… Pero también en nuestros orgullosos “países
democráticos”, porque el tráfico y trata de personas es constante y el “delito”
de la esclavitud supone hoy unos 32.000
millones de dólares de ganancias netas al año en el mundo, a través de flujos
cuyas víctimas son en un 80% mujeres e infantes (de hecho, cada 30 segundos se
vende una niña/niño, ¡más de un millón cada año!) y provienen en el 75% de los
casos de Asia.
Pero, además, también
aquí y ahora avanzan las formas deprecarización
de la vida y, aprovechando el aumento de la vulnerabilidad social (y de los colectivos
vulnerabilizados), ni siquiera el empleo
es ya una garantía de salida de la
pobreza: en España, por ejemplo, aparte de los miles de personas excluídas
de un sistema educativo en deterioro por falta de apoyos o de recursos a partir
de recortes en dotaciones y becas, de una atención
de la dependencia (ya casi paralizada en sus demoras por la drástica
reducción de recursos, de un acceso a la
vivienda dinamitado con cientos de miles de familias desahuciadas por unos
bancos sostenidos con dinero público, o de un acceso al trabajo lastrado por el propio proceso de precarización galopante que convierte el
empleo digno en un artículo de lujo,
existen a día de hoy (según el Poverty Watch 2018, informe de vigilancia de la pobreza de la Red Europea de Lucha Contra la Pobreza y la
Exclusón Social- EAPN) 2’6 millones de personas con empleo en España están
en riesgo de pobreza (lo que supone
un 30% del total de personas empobrecidas)... Aclaremos esto, el indicador que
se utiliza para el riesgo de pobreza es el AROPE
(At risk of poverty or social exclusión), que reúne
tres categorías: personas "en
riesgo de pobreza", personas
con "carencia material severa" y personas que viven en un hogar "con baja intensidad de
trabajo". Las personas en riesgo de pobreza son
aquellas que tienen unos ingresos anuales inferiores al 60% de los
correspondientes a la mediana (ingreso que deja por encima y por debajo al 50%
de la población) de la distribución de la renta en el país (en España, para una
familia con dos adultos y dos menores en el año 2017, por debajo de 17.238
euros netos al año se estaría "en riesgo de pobreza"; en el caso de
un hogar unipersonal, el umbral del riesgo
de pobreza se situaría en 8.208€ al año, 684€ al mes). Las personas con carencia material severa son las que están incluidas,
al menos, en cuatro de estas nueve categorías: No puede permitirse vacaciones al menos una vez al año/ No puede partirse
una comida de carne o pescado al menos cada dos días/ No puede permitirse
mantener la vivienda a una temperatura adecuada/ No tiene capacidad para
afrontar gastos imprevistos/ Ha tenido retrasos en el pago de gastos
relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas,
agua, comunidad…) en los últimos 12 meses/ No puede permitirse disponer de un
teléfono/ No puede permitirse disponer de un televisor/ No puede permitirse
disponer de una lavadora/ No puede permitirse disponer de un automóvil. La personas en hogar con baja intensidad de trabajo son aquellas menores de 60 años que viven en un hogar en
el que sus miembros en edad de trabajar lo hicieron menos de un 20% de su
potencial de trabajo total durante el año anterior. Con estas consideraciones
tenemos que, en la España de 2017, un 22,3% de
la población vivía por debajo de ese umbral
de pobreza del 60% de la mediana de los ingresos por renta en el país; un
5,8% estaba sometida a privación o carencia
material severa (PMS); y un 14,9% vivía en un hogar con baja intensidad laboral en el hogar (BITH);
para un total del 27,9% de la población por debajo del umbral de pobreza y/o en
riesgo de exclusión social (muchas personas están dentro de más de una de las
tres categorías). En la Unión Europea eran 113 millones.
¿Es, en
esas condiciones, posible, aquí y ahora y aún contando con la indefensión aprendida por la ciudadanía del presente, mantener un
mínimo de cohesión social?... ¿Es, en
suma, posible hablar siquiera de paz
social en medio de esta opresión
globalizada que dinamita cualquier atisbo
de bienestar universal aprovechando la vulnerabilidad
para convertirla en precarización de la
vida (y, en el extremo, en esclavismo),
en un proceso bien analizado, por ejemplo y desde diversas perspectivas, por Sonia
Arribas y Antonio Gómez Villar (coordinando el hermoso libro colectivo Vidas
dañadas. Precariedad y vulnerabilidad en la era de la austeridad, en
2015), César Rendueles (Capitalismo canalla. Una historia personal
del capitalismo a través de la literatura, 2015) o Remedios Zafra (El
entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, 2017), además,
por supuesto, de Kevin Bales (Disposable People: New Slavery in the Global Economy,
1999; New
Slavery: A Reference Handbook, 2005; Understanding
Global Slavery: A Reader, 2005; Ending Slavery: How We Free Today's
Slaves,
2007; To Plead Our Own Cause:
Personal Stories by Today's Slaves, 2008 –con Zoe Todd-; Blood and Earth: Modern Slavery,
Ecocide, and the Secret to Saving the World, 2016)?
Evidentemente,
el desarrollo de este planteamiento, deberá derivar estos interrogantes hacia
una reflexión compartida sobre la moralidad
y la propia viabilidad humana de ese
proceso, con sus tenebrosas consecuencias
políticas y sociales que, más allá del mero cálculo económico (“Todo
necio / confunde valor y precio”, decía Antonio Machado en sus “Proverbios y cantares, LXVIII” -ver Nuevas
canciones, 1917-1930, edición de 1936-), nos obligan, con demasiada
frecuencia, a “mirar para otro lado, en vez de alentar la construcción
colectiva de algunas vías de resistencia posible ante las mismas.
Porque no podemos seguir aceptando la
interesada visión de eos colectivos
vulnerabilizados como una amenaza potencial de unidades de gasto vitalmente inmersas en una transferencia neta y creciente de los consumos en el sistema privado a
los del sistema público... Y despreciando, en esta paradójica “sociedad del conocimiento” (y la postverdad), la experiencia y el saber acumulados por cada ciudadano o ciudadana por cuanto resulta “socialmente despreciable”
si no está legitimada por actos de consumo (de bienes y servicios, de las industrias culturales, político).
Porque todo cuanto no cotiza en los
mercados “libres” es, desde el punto
de vista neoliberal, una auténtica
blasfemia (al fin y al cabo el Dinero
es su único Dios)...
Porque
el problema va mucho más allá de los recortes, las políticas de ajuste (o sea
de transferencia neta de fondos del sector público al privado según el
principio básico del nuevo liberalismo:
“lo que da beneficios debe ser privado,
lo que no es susceptible de negocio debe ser público”) o los reclamos
electorales: en realidad, el propio tratamiento, por ejemplo, de la atención a la dependencia o las pensiones como un medio para fines externos a
la propia ciudadanía que recibe (o no) los servicios que las articulan (desarrollo económico, mejora de la
competitividad de las industrias nacionales, constitución de una oferta
adecuada y flexible ante las demandas cambiantes del mercado laboral,
mantenimiento de la primacía de determinados colectivos frente a otros, o
cualesquiera otros de esos que tan gratos resultan hoy a las bocas y oídos neoliberales), constituye, en la
práctica, su negación como derechos,
y su conversión en bienes en el mercado,
y condena a colectivos crecientes (vulnerabilizados, excluidos, precarizados, miserabilizados,
esclavizados) a
la imposibilidad de acceso a los bienes y prestaciones vitales…
¿Podemos seguir mirando para otro lado ante un sistema asentado sobre una
verdadera opresión globalizada que lo
único que universaliza realmente es
la pobreza?.
Todo ello será
introducido y desarrollado, en sus aspectos conceptuales básicos por el propio
coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro,
tras cuya intervención (e, incluso, durante la misma) se establecerá un debate
general entre todas las personas asistentes.
Como siempre, se facilitará a dichas personas documentación sobre el tema
abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y
cinematográficas, e informaciones de interés), en un dossier elaborado
por el coordinador del Foro.
La sesión se celebra en relación con el Día Internacional de
Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos
(25 de Marzo), y tendrá lugar en el Aula 3 de la Segunda Planta ,
con asistencia libre.
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