El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón) desarrollará el Martes, 30 de
Abril del 2019, a las 19’30 horas,
la sesión mensual del
Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” para continuar
su programación del Primer Semestre de
2019 abordando el tema «La
Filosofía ante el “autismo audiovisual” aquí y ahora: Sobre el Síndrome de
Asperger como representación de la heroicidad»... La sesión se plantea como reflexión general y concreta sobre
cómo, paradójicamente, justo en el momento en el
que el Síndrome de Asperger
desaparece de la DSM-5 (Diagnostical and Statistical Manual of
Mental Disorders de la prestigiosa American
Psychiatric Association) del 2013, subsumido como un grado variable del Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) tras haber sido considerado con
entidad propia bajo el epígrafe de Trastorno
de Asperger como una de las cinco categorías distintas del autismo en la DSM-4 de 1994 (Síndrome de
Asperger según la ICD-10 –International Statistical Classification of
Diseases and Related Health Problems publicada por la Organización Mundial de la Salud- como una de las ocho categorías
de autismo recogidas en
1992), comienzan a proliferar "protagonistas Asperger" en
distintos tipos de series en la estela del paródico Sheldon Cooper de la
comedia de situación The Big Bang Theory (Warner Bros. TV/ Chuck Lorre Productions
para CBS, 2007), desde el explícito y documentadísimo Max Braverman de Parenthood –True Jack Productions/ Imagine TV/ Universal
TV/ Open 4 Business Productions para la NBC,
2010-2015- hasta la eficaz detective Saga Norën de la negrísima y
simbólica Bron/Broen, El puente, -Nimbus Film/ Filmlance International
para la SVT1 y la DR1, 2011-)… No es nueva la representación
de protagonistas “no neurotípicos” en la ficción que salpica nuestras pantallas
grandes y pequeñas; pero durante mucho tiempo, ésta se planteó desde un enfoque
de hándicap o deficiencia, como apuntaba Martin F. Norden en 1994 (The
Cinema of Isolation: A History of Physical Disability in the Movies ,
con edición en castellano de Escuela Libre y Fundación ONCE de 1998) al servicio de imaginarios
colectivos claramente estereotipados,
por mucho que en ocasiones estuvieran cargados de buenas intenciones: el desventurado cómico (discapacidad=víctima
problemática y cómica; por ejemplo, L’enfant sauvage –El
pequeño salvaje-, 1969, de François Truffaut), el vengador obsesivo (discapacidad=maldad y villanía; p.ej., Freaks
-La
parada de los monstruos-, 1932, de Tod Browning), el dulce inocente (discapacidad=bondadcuración como premio; p.ej., Charly,
1968, de Ralph Nelson), el noble guerrero
(discapacidad postbélicarehabilitación
física y mental=ciudadano ejemplar; p.ej., The best years of our life –Los mejores años
de nuestra vida-, 1946, de William Wyler, o Coming home –El regreso-, 1978, de
Hal Ashby), el santo sabio
(discapacidad=sensibilidad sabia y generosa; p.ej., The bride of Frankenstein -La
novia de Frankenstein-, 1935, de James Whale, o The Elephant Man –El hombre
elefante-, 1980, de David Lynch), o el ciudadano superestrella (discapacidad=confianza plena en la
“normalización”; p.ej., My left foot –Mi pie izquierdo-,
1989, de Jim Sheridan, Nationale 7 –Nacional 7-, 2000, de
Jean-Pierre Sinapi, I am Sam –Yo soy Sam-, 2001, de Jessie Nelson, u Ordinary
People –Gente corriente-, 1980, de Robert Redford)…
Por otra
parte, el propio concepto de salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no
solamente la ausencia de infecciones o enfermedades”, según la definición
que la Organización Mundial de la Salud asentó en su propia constitución en
Génova (1946), para revisarla sistémicamente
en 2007 como “el estado de adaptación de
un individuo al medio en donde se encuentra”, nos obliga a cuestionar la
posibilidad misma de la realización de cualquiera de las dos acepciones en el
mundo, aquí y ahora; porque, mientras en el llamado Sur, el mundo económicamente
subdesarrollado y desarrollante, las infecciones, pestes y epidemias se
extiende bajo la forma de “enfermedades de la pobreza” que, erradicadas
frecuentemente en el mundo rico, no reciben la atención investigadora ni la
respuesta farmacológica que su elevadísima
incidencia requerirían y merecerían, en el llamado Norte, el mundo económicamente
desarrollado y subdesarrollante, la sociedad de consumo sitúa a cada persona
ante una suerte (o desgracia) de neurosis
experimental generalizada (creación permanente de necesidades artificiales que nunca pueden ser completamente
satisfechas, pues en esa insatisfacción
sistemática vinculada a las políticas
del deseo se basa el “buen desarrollo de los mercados”) de la que se
derivan cuadros psicofisiológiccos más o
menos leves (desde la depresión al estrés, pasando por distintas
manifestaciones de la ansiedad y la incomunicación) con frecuentes somatizaciones que absorben buena parte de la investigación
biomédica y la respuesta farmacológica… A ello, con especial incidencia en la salud mental, se unen las nuevas tendencias en las
políticas de salud que, con el argumento de la mejora de la calidad y esperanza de vida (como adorno
de razones meramente: económicas: los recortes en el gasto que al sistema
nacional de salud provocan determinadas costumbres y hábitos sociales o
individuales que pasan a calificarse de “comportamientos de riesgo”), están
construyendo representaciones sociales demonizadoras de determinados
colectivos: personas fumadoras, demasiado gordas, demasiado delgadas, aficionadas
a la ingesta de alcohol o de determinadas drogas… Y ello nos obliga a
interrogarnos también sobre el viejo y nuevo sentido normalizador de
dicha concepción de la salud, que la aleja de la definición (“estado
de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo a ausencia de
enfermedad o dolencia”) de la Organización Mundial de la Salud, al dar
prioridad, sobre la evidente carga subjetiva e intersubjetiva que esta supone
(bien ligada a la propia diversidad
humana), a una suerte de arquetipo ideal (la benéfica persona que
minimiza los gastos del sistema nacional de salud porque evita todo hábito
nocivo o peligroso: no fuma, no bebe alcohol ni se droga, no come demasiado ni
demasiado poco y controla la ingesta equilibrada de los distintos tipos de alimentos,
hace ejercicio físico con prudencia, mantiene relaciones sexuales seguras,
etc.).
Ambas
cuestiones no hacen sino poner de manifiesto que problema de la extensión universal de la salud (y,
claro, de la salud mental) es, pues,
básicamente un problema ético-político
y filosófico: primero, de justicia distributiva y, luego, de reubicación del ser humano en el mundo.
No se trata tanto de incorporar usos de la Filosofía bajo el modelo médico, al estilo de la corriente de la literatura de autoayuda iniciada, con gran éxito editorial, por el Más
Platón y menos Prozac (Plato No Prozac, 1994) de Lou
Marinoff, como de recuperar la función de la Filosofía como forma de vida y crítica de la realidad para facilitar una dialéctica
(re)constructiva entre el yo, el nosotros y el mundo. Es decir, de apostar por un orden mundial basado en la justicia y la equidad (también en temas
de salud pública) y por una crítica
del consumismo que nos permita superar
la insatisfacción general derivada de
la materialización de nuestras
necesidades (se nos impone un imaginario
según el cual no necesitamos seguridad
o libertad, sino más policías en la
calle y sistemas de protección en las casas, más cadenas de televisión y
grandes superficies comerciales,...) y la consiguiente gestión de las mismas
por un mercado presto a extenderlas
hasta el infinito.
Porque, en
este contexto de globalización consumista,
los derroteros actuales de la ficción
televisiva se ligan al crecimiento en las parrillas de las distintas cadenas
(generalistas o de pago) del fenómeno de las comedias de situación (en la estela de las sitcom norteamericanas; aunque ya, por fortuna, sin risas
enlatadas) con formato renovado y relanzado en España por Siete vidas (Nacho G.
Velilla para Telecinco, 1999-2006) y
con frecuentes spin-off (Aída
–Globomedia para Telecinco, 2005-2014) o derivados reconocibles (La
que se avecina –Alba Adriática,
2007-2010, Grupo Infinia, 2010-2013,
y Contubernio, desde 2013, para Telecinco- con respecto a Aquí
no hay quien viva –Miramón Mendi
para Antena 3, 2003-2006-, por
ejemplo) se suman a los dramas o comedias
“sociológicos” por capítulos (al estilo de Hospital central –Videomedia para Telecinco, 200-2012- o Doctor Mateo –Notro Films para Antena 3,
2009-2011-) y telemovies, más o menos
oportunistas, unitarias o por capítulos, historicistas o pseudoperiodísticas,
que, cada vez con más frecuencia, se acercan peligrosamente al telecotilleo rosa o se mezclan con más o
menos guionizados realities (como en Alaska
y Mario de El Terrat y MTV España, 2011-2013) para contribuir a la
configuración un “imaginario de lo
monstruoso” (en el sentido etimológico de “lo que avisa o previene desde
una voluntad superior”), por una parte, como “aviso a navegantes” de qué es lo
que hay más allá de la dura cotidianidad de quien mira la pantalla (para evitar
que lo desee) y, por otra, para captar su
atención situándola fuera de su vida, de sus problemas concretos, de sí
mismo, extrañándolo, alienándolo... O para decirlo de otro modo, sería lo que
Cornelius Castoriadis llamaba “el ascenso
de la insignificancia” como contribución esencial del medio televisivo (también en su faceta más creativa, la ficción) a los imaginarios hegemónicos del capitalismo
globalizado... Una función muy similar, pero en lo próximo-tangible, en lo percibido
como posibilidad inmediata, a la que cumpliría la sobresaturación de “imágenes de lo catastrófico-lejano” que
pueblan los informativos y buena parte y los telerreportajes... Aviso de lo que puede venir y generación de una empatía ilusoria más alienante que activista… Eficacia
y estilo renovado para uso de las grandes industrias transnacionales de la
cultura, instrumentos clásicos de alienación
de masas para la producción agregada de sumisión
aprendida a través de una neurosis
experimental por permanente insatisfacción
del deseo en el contraste entre los arquetipos
de heroicidad y la realidad de cada
día (porque, en definitiva, cuando uno va al supermercado, Messi o Ronaldo,
House o el Doctor Mateo, Tony Soprano o Luisma García nos sirven de bastante
poco).
Y,
en ese contexto audiovisual, irrumpen con éxito sorprendente personajes como
Sheldon Cooper en The Big Bang Theory, Max y Hank en Parenthood o Saga Norën
en Bron/Broen. Y lo hacen
bien arropados por otros que comparten su síndrome (o, al menos, numerosos
síntomas que los acercan al espectro del
autismo de alto funcionamiento): Gary Bell en Alphas (Berman Braun/ Universal Cable Productions
para Syfy, 2011-2012), Sam Gardner en
Atypical
(Exhibit A/
Sony Picture TV para Netflix, 2017), Tamperance Brennan –alias “Huesos”-
en Bones
(Josephson Entertaiment/ Far Field
Productions/ 20th Century Fox TV para FOX,
2005-2017), Jerry Espenson en Boston Legal (ABC, 2004-2008), Abed Nadir en Community (Krasnoff Foster Entertaiment/ Russo Brothers/ Harmonious Claptrap
para NBC y Yahoo!, 2009-2015), Spencer Raid en Criminal Minds (CBS, 2005), Gil Grisson en CSI:
Crime Scene Investigation (Alliance
Atlantis/ CBS TV para CBS, 2000-2015), Kevin Blake en Eureka
(Universal TV para syfy, 2006-2012), la Astrid alternativa
en Fringe
(Bad Robot Productions/ Warner Bros. TV
para FOX, 2008-2013), Sugar Motta en Glee
(20th Century Fox para FOX, 2009-2015), Virginia Dixon en Grey’s
Anatomy (ABC, 2005), Will
Graham en Hannibal (Sony Pictures
TV para NBC, 2013-2015), Dr.
Gregory House y Adam en House M.D. (Universal TV para FOX,
2004-2012), Wally Stevens en Law and Order: Criminal Intent (Universal TV para NBC, 2001-2011), Elliot Anderson en Mr. Robot (Universal Cable Productions/ Anonymous
Content para USA Network, 2015), Crazy
Eyes en Orange is the New Black (Lionsgate
TV para Netflix, 2013), Bob
Meinikov en ReGenesis (The Movie Network/ Movie Central/ Shaftesbury Films
para Movie
Network, Movie Central y Global, 2004-2008), Sherlock
Holmes en Sherlock (BBC Wales para BBC One, 2010-2017), “JJ”
Jones en Skins (Company Pictures para E4,
2007-2013), Annie Wheaton en Stephen King’s Rose Red (Greengrass Productions/ Victor TV/ Mark
Carliner Productions para ABC y Lionsgate TV, 2002), Temple Grandin en Temple
Grandin (HBO Films/ Ruby Films/ Gerson Saines Productions para HBO,
2010), Joe Hughes en The A Word (Keshet UK/ Fifty Fathoms para
BBC One,
2016-2017), Dr. Shaun Murphy en The Good Doctor (EnterMedia
Contents/ 3AD/ Shore Z Productions/ Pico Productions/ ABC Studios/ Sony
Pictures TV para ABC, 2017), Maurice Moss en The
IT Crowd (Talkback Thames para Channel 4, 2006-2010+especial 2013)… Un
conglomerado que, desde distintos enfoques y géneros, ofrece una representación
de las personas con TEA, en general, y Síndrome de Asperger, en particular, distorsionada
al servicio del espectáculo, resaltando los aspectos cómicos y/o dramáticos
provocados por la falta de armonía en el desarrollo de sus capacidades
lógico-mecánicas y heurístico-sociales, para ponerlos al servicio del
espectáculo… Y, sin embargo, su presencia masiva puede tener ciertos efectos
positivos al menos en dos sentidos: por la visibilidad que da a un colectivo
(con una importante prevalencia hoy en día, en torno al 1’47% de la población
mundial, con una incidencia cinco veces mayor en hombres que en mujeres) que
hace sólo dos décadas era invisible, y porque puede ayudar a comprender las
características (permanentes, pero dúctiles a lo largo de la evolución vital de
cada sujeto) de las personas con TEA como parte de la diversidad social
facilitando las condiciones de posibilidad para una mejor integración en el
contexto y el desarrollo de una vida más satisfactoria.
No debe dejarse de lado, en cualquier caso, el relativo "autismo
audiovisual" provocado por la "burbuja de insignificancia" en la
que los medios de comunicación de masas encierran a buena parte de las
audiencias, aislándola de su contexto real (para trasladarla del "planeta
Belén Esteban") y provocando dificultades severas de
comunicación con las personas próximas.
Porque, ¿cómo avanzar, por ello, aquí
y ahora, en medio de la sociedad del
espectáculo, en esa tarea despatologizadora
que apuesta por un pluralismo
desde el reconocimiento de la diversidad
(más allá de lo neutotípico)?.... Esa
es la cuestión.
Y, evidentemente,
nos obliga al análisis de los peligros que la configuración de las actuales
parrillas televisivas supone para la articulación de una sociedad más consciente, participativa y solidaria (en definitiva,
más democrática y mentalmente saludable), debe reconocer
cómo, paradójicamente, abre técnicamente la oportunidad (y la responsabilidad)
de construir la mejor ficción de todos los tiempos (reto al que responden
algunas de las series aquí mencionadas) y desarrollar estrategias de alfabetización audiovisual crítica para
que la mirada sea capaz de automatizar mecanismos de lectura ideológica y representacional de lo que se le cuenta,
develando los intereses que subyacen en
los mensajes y sacando de ello fruto de conocimiento,
capacidad comunicativa, comprensión del mundo y voluntad de transformarlo
(incluyendo el propio medio, la televisión).
Estas
reflexiones, que serán introducidas problemáticamente en sus aspectos básicos
por el Coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro,
encontrarán su contrapunto en la voz de Juan Jesús Alonso Menéndez,
profesor de Filosofía en el IES “Doña Jimena” de Gijón, coautor de libros sobre
usos didácticos del cine y la televisión (Una aproximación al Peplum : las grandes
civilizaciones a través del cine, 2003; Didáctica con la imagen y los
medios audiovisuales, 2005; La Edad Media en el cine, 2007; La Antigua Roma en
el cine, 2008; El Antiguo Egipto en el cine, 2010;
o La Antigua
Grecia en el cine, 2013) y comentarista de
televisión (columna “En canal”, en la
que muestra un discurso vinculado a la pedagogía
audiovisual más irónica, potente y emancipadora de la mirada), grandes
acontecimientos deportivos (columna “Fútbol
es fútbol” y otras para el seguimiento de Olimpiadas o Mundiales de Fútbol)
y literatura filosófica (habitualmente bajo el pseudónimo colectivo, que
también incluye a Tomás Aramburu y José Errasti, de Antonio Rico o, más raramente –por ejemplo, en la columna semanal
de actualidad blaugrana “Culé moyau”, que lo enfrenta a la merengue “Blanco radiante”-, como Juan J. Alonso) en el diario La Nueva España; además es cofundador de la Editorial Rema y Vive dedicada a la
difusión de reflexiones sobre diversos aspectos de la cultura popular (en ella
ha publicado El mundo volverá a saber de mí. El insidioso Dr. Fu-Manchú y el
problema del mal, 2015, y, atento viajero que suele aprovechar sus
vacaciones para recorrer con espíritu abierto y emoción poco contenida los
paisajes y paisanajes que son vestigio presente del origen de nuestra
civilización, Seis viajes (más uno) a las Maravillas del Mundo Antiguo, 2017;
así como coordinado Un piano suena mejor cuando se ha tocado. Cincuenta –más una- películas
para una nocha de verano, 2018...
Tras sus intervenciones (e, incluso, durante las mismas) se establecerá un
debate general entre todas las personas asistentes.
Como
siempre, se facilitará a dichas personas documentación sobre el tema abordado
(incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y
cinematográficas, e informaciones de interés), en un dossier elaborado
por el coordinador del Foro. La sesión se celebra en relación con el Día Mundial de
Concienciación sobre el Autismo (2 de Abril), y
tendrá lugar en el Aula 3 de la Segunda Planta ,
con asistencia libre.
Hola, Ignacio.
ResponderEliminarHe ido varias veces al foro filosófico. ¿Podrías enviarme a mi correo electrónico la documentación que elaboraste para ésta sesión? No pude asistir.