El
Centro Municipal Integrado de El
Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón) desarrollará el Martes, 28 de
Mayo del 2019, a las 19’30 horas,
la sesión mensual del
Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” para continuar su
programación del Primer Semestre de 2019
abordando el tema «La Filosofía ante el eterno
aplazamiento del desarrollo de África aquí y ahora: ¿Hasta cuando la
(hipócrita) condena de África?»... La sesión se plantea como reflexión
general y concreta que parte de tantos hechos que ponen de manifiesto que África es,
aquí y ahora, la manifestación más clara de la insoportablemente injusta distribución de la riqueza en el planeta
basada en actos históricos de salvaje dominio colonial sobre recursos naturales
y humanos que se prolongan hoy, tras los procesos
de descolonización formal, en un neocolonialismo
económico desnudo y áspero, que, ejercido desde los fríos consejos de
administración de grandes empresas transnacionales, se ahorra incluso el viejo paternalismo político de las metrópolis… ¿Cuáles son los reflejos de
esta situación?: la inmensa mayoría de la población africana (habitante de esos
países “económicamente subdesarrollados y
desarrollantes” del viejo
colonialismo, el Sur del Sur)
sufre la amenaza de enfermedades infecciosas (que frecuentemente adquieren
proporciones de epidemia, o “aterran al
mundo bien pensante” como ocurre con las recurrentes crisis del Ébola) sin la posibilidad de paliarlas con medicamentos fácilmente accesibles para
la minoría privilegiada del mundo rico
(el llamado Norte o, más propiamente,
los países “económicamente desarrollados
y subdesarrollantes”); la inmensa mayoría de la población africana se ve
envuelta en guerras y revueltas
postcoloniales que, desde las ufanas y viejas metrópolis colonizadoras europeas, se califican, eludiendo toda
responsabilidad en el asunto (y extendiendo un manto de silencio mediático en cuanto los conflictos se equistan), de
“tribales”; la inmensa mayoría de la población africana ve los recursos naturales que siempre han
posibilitado su supervivencia (mediante la agricultura, la pesca, la caza, o la
minería,...) diezmados por la explotación del neocolonialismo económico (hasta el punto, por ejemplo, de situar
la extracción del coltán,
indispensable para todos nuestros soportes tecnológicos de comunicación, en un
territorio sumido en un conflicto de guerrillas diversas al servicio de las
multinacionales tecnológicas y fuera del control del gobierno de la República
Democrática del Congo, a la que pertenece) o inmovilizados por las políticas proteccionistas del Norte; la
inmensa mayoría de la población africana sufre la opresión y la represión de
gobiernos corruptos que actúan como más o menos dóciles testaferros de las
viejas (o nuevas, como China) potencias coloniales, creando el caldo de cultivo
de frustraciones personales y colectivas capaces de derivar (sobre todo cuando
son manipuladas por concretos intereses
de dominio) repliegues identitarios
con frecuencia atávicos (con prácticas más o menos fundamentalistas que pueden llevar a la violencia terrorista); la inmensa mayoría de la población africana
malvive (y malmuere prematuramente)
en Estados malogrados, fruto del abandono vergonzante y vergonzoso de los viejos
colonizadores… Todo ello nos obliga a plantearnos una cuestión clave: ¿puede
una Humanidad que quiera ser digna de tal nombre convivir con una situación en
la que cualquier ser humano, si tiene la dudosa fortuna de nacer en África (un
paraíso natural en tantos sentidos), ve sus expectativas de vida vinculadas al
sufrimiento y la muerte temprana, víctima del paludismo, la tuberculosis o el
SIDA, de una “guerra salvaje”, de corruptelas y arbitrariedades
institucionales, o de la carencia de estructuras básicas de salud pública (desde el agua potable y
el saneamiento a los medicamentos más elementales)?...
Esa condena a una vida breve y pródiga en
penurias se ve acrecentada por la codicia de los grandes poderes económicos transnacionales prestos al expolio de recursos naturales (desde el oro y los diamantes al
moderno coltán, pasando por el
petróleo, el gas, los fosfatos o las patentes sobre el patrimonio genético
vegetal y animal o cualquier otro producto mercantilizable),
y por las necesidades demográficas de mano de obra joven fuerte y barata de las
sociedades económicamente desarrolladas
(incluyendo también especialistas –médicos, por ejemplo- formados a costa de
los propios Estados africanos)... África, en fin, la gran reserva natural y
humana del planeta, origen de la propia especie, se ve así doblemente miserabilizada en el postcolonialismo, al sumar a los siglos
de sometimiento colonial la privación
ominosa de sus riquezas naturales
y de sus mejores manos y cerebros (que
ya ni siquiera se tienen que someter a la prueba del mercado de esclavos, pues su propio logro de la supervivencia hasta poder llegar al “mundo rico” y asentarse
en él es la mejor garantía de sus capacidades).
¿Cómo
podemos (como pueden las instituciones internacionales, los países poderosos, nosotros
mismos, etc.) aceptar la inercia de esta “condena
sin causa” que pesa sobre los más (pues incluye también a pueblos y países latinoamericanos o
asiáticos, y a nuevos colectivos
miserabilizados, el cuarto mundo,
en el propio Norte) a costa de la
ufana opulencia de los menos?...
¿Cómo puede tolerarse, por ejemplo, que los intereses económicos de las
multinacionales farmacéuticas apuesten en serio por la investigación sólo con
respecto a aquellas enfermedades que se extienden al “mundo rico” (incluyendo,
sobre todo, las que se derivan, como proyección psicosomática, de la propia “violencia estructural del sistema
capitalista de explotación y consumo”), preteriendo cualquier esfuerzo en
la lucha contra las enfermedades erradicadas de los contextos socioeconómicos
desarrollados (como la tuberculosis o la malaria)?... ¿Cómo pueden supuestos
“líderes espirituales” invocar principios supramundanos para sostener la
negativa a medidas profilácticas elementales en la lucha contra alguna de esas
enfermedades?... ¿Cómo, en suma, seguir
impasibles ante el sacrificio de un continente en una continua y violenta
explotación de recursos que acabamos por disfrutar nosotros (como el coltán de nuestros móviles o nuestros
ordenadores) a un precio tan bajo en lo económico como alto en sangre, en lo
político, en lo moral...?. ¿Cómo puede aceptarse la configuración de África, en
definitiva, como un continente en eterna
cuarentena ante los muros, cada vez más altos y más hirientes con sus
cortantes concertinas, del Norte (en
Mayo de 2014 el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, poniendo voz a muchos
pensamientos “proteccionistas”, decía en un mitin del Frente Nacional en
Marsella que “el Señor Ébola podía
solucionar el problema de la inmigración en tres meses”)?.
Porque,
pese a todo y digámoslo ya alto y claro, esa condición de continente en eterna cuarentena se ve acrecentada por la codicia de
los grandes poderes económicos
transnacionales prestos al expolio de
recursos naturales (desde el oro y los diamantes al moderno coltán de
nuestros “aparatos inteligentes”, pasando por el petróleo, el gas, los fosfatos
o las patentes sobre el patrimonio genético vegetal y animal o cualquier otro
recurso mercantilizable), y por las
necesidades demográficas de mano de obra joven fuerte y barata de las sociedades económicamente desarrolladas
(incluyendo también especialistas –médicos, por ejemplo- formados a costa de
los propios Estados africanos)... África es, en realidad, la gran reserva
natural y humana del planeta y, origen de la propia especie, que se ve así
doblemente miserabilizada en el postcolonialismo, al sumar a los siglos
de sometimiento colonial la privación
ominosa de sus riquezas naturales
y de sus mejores manos y cerebros…
Así que la convierten en una especie de “continente suburbial” (una suerte –léase
“desgracia”- de Soweto dejado de la mano de las instituciones públicas
sudafricanas, como muestra Tsotsi –Gavin Hood, 2005-) situado
ante el imaginario del sueño europeo
(como los jóvenes breakdancers
tunecinos de la película Making of, le dernier film
–Nouri Bouzid, 2006-) en un experimento de aculturación
masiva del que los países (viejos y
nuevos) ricos y las grandes corporaciones
transnacionales extraen esos recursos con el menor coste posible, aplicando
ante los conflictivos hechos apuntados la simple política de garantizar como sea los suministros y “mirar para otro
lado”... Aunque las frustraciones, personales y colectivas, que provocan fenómenos
más o menos violentos.
Pero
todo este cuestionamiento, evidentemente, no puede conformarse con su forma de
lánguida queja; debe proyectarse en el análisis crítico de los grandes
discursos del “pragmatismo
bienintencionado”, como los ocho Objetivos
del Milenio auspiciados por Naciones Unidas (y fracasados en su horizonte
2015, relegados por la dichosa crisis , reconvertidos
ahora en los diecisiete Objetivos de
Desarrollo Sostenible, dentro de la Agenda
2030), y la evolución de las políticas y prácticas derivadas, para tratar
de pergeñar las líneas de fuerza
(ideas, políticas, acciones colectivas y comportamientos individuales) más
coherentes con la integración de África en una verdadera ciudadanía planetaria. Porque
no podemos aceptar, como parte de la Humanidad ,
que, mediante tanto expolio, se aísle y niegue el futuro a todo un
continente.
Estas
reflexiones, que serán introducidas problemáticamente y desarrolladas en sus
aspectos básicos por el Coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del
Castro... Tras su
intervención (e, incluso, durante las misma) se establecerá un debate general
entre todas las personas asistentes.
Como
siempre, se facilitará a dichas personas documentación sobre el tema abordado
(incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y
cinematográficas, e informaciones de interés), en un dossier elaborado
por el coordinador del Foro. La sesión se celebra en relación con el Día de África (25
de Mayo), y tendrá lugar en el Aula
3 de la Segunda Planta ,
con asistencia libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario