«El silencio, dicen, es la voz
de la complicidad.
Pero el silencio es imposible.
El silencio grita.
El silencio es un mensaje,
igual que no hacer nada es un acto.
Deja que quien eres suene y resuene
en cada palabra y en cada hecho.
Sí, conviértete en quien eres.
No puedes esquivar tu propio ser
o tu propia responsabilidad.
Lo que haces es quien eres.
Eres tu juez y tu libertad.
Te conviertes en tu propio mensaje.
Tú eres el mensaje.
En el espíritu de Caballo
Loco.»
(Leonard PELTIER; Grand Forks,
Dakota del Norte, Estados Unidos, 12 de septiembre de 1944;
Indio sioux-chippewa, anishinabe-lakota, y
activista del American Indian Movement preso
desde 1976
por un crimen no cometido.
"El mensaje", poema escrito
en la cárcel y recogido en Prision Writings:
My life is my Sun Dance
–Mi vida es mi Danza del Sol-, 1999 -2002 para la edición en
castellano-.)
No hay silencios
inocentes... Cuando se dice que el
silencio es la voz de la complicidad, simplemente se constata que “todo silencio es cómplice”, por el mero
hecho de que “guardar silencio” no es
más que una forma de mensaje.
Por
eso las famosas y tan instrumentalizadas “mayorías
silenciosas”, en realidad, gritan...
Gritan su conformidad, más o menos entusiasta con quien manda, gritan su aquiescencia con lo impuesto por los poderes reales... Gritan, en fin, su sumisión
aprendida coincidiendo, en acto,
con quienes aseguran, desde la apatía
o la indiferencia, que “es mejor no hacer nada”, que “toda muestra de rebeldía es perfectamente inútil”,
que “cualquier disidencia o resistencia
resulta absolutamente estéril”...
Por
eso es importante que cuanto somos se
manifieste explícitamente, porque sólo así se podrá encontrar con las manifestaciones explícitas de los demás para
confluir y debatir en busca de nuevas
expresiones colectivas que integren cada yo desbordándolo.
Gestionar nuestros mensajes (incluyendo los silencios) con plena consciencia
y responsabilidad es el único camino hacia la construcción de la capacidad
de juicio crítico y el ejercicio de
la verdadera libertad. Es, en suma, la
condición de posibilidad de constituir como mensaje nuestro propio ser y hacer... Y hacerlo más allá de cualquier idealista autonomía sacralizada, porque inevitablemente somos y hacemos siempre con y frente a otros.
Somos y hacemos un cruce
particular de heteronomías.
Nacho Fernández del Castro, 21 de Noviembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario