«A veces da la impresión de que
la modernidad (pos o pis) es un complejo de inferioridad camuflado tras una
cresta de punky, chaqueta de Adolfo Domínguez, un Totem, media docena de
discos, esa cosa blanca que se esnifa y una ignorancia elegante.»
(Fernando
POBLET VEGA-ARANGO; Gijón,
Asturias, 1935 – Arrecife, Lanzarote, 11 de junio de 2013.
Contra la modernidad, 1985.)
Hubo un día,
los que peinamos canas todavía lo recordamos, en el que, como escribiera el
gran Poblet, en el que “ir de moderno” exigía llevar el pelo de colorines
chillones y con cortes extravagantes, enfundarse en ropa de diseñadores
mediocres con ínfulas filosóficas, hacer gala de devoción hacia los cómics más
transgresores y unos pocos discos sacralizados,
consumir algún tipo de estimulante o alucinógeno... Y, sobre todo, mostrar una
ignorancia (y un cierto desinterés por el mundo) a través de una pose apáticamente
elegante.
Hoy, aquí y ahora, ya casi nadie se puede
permitir nada de todo eso... Sin dinero
ya no hay rock and roll, que cantaban ya por aquellos tiempos los de
Charol, así que sólo queda la ignorancia. A secas. Sin apatía ni elegancia. Envuelta,
eso sí, en la sumisión de una general indefensión aprendida.
Y Fernando, que era un gijonudo madrileño
que acabó enamorado de Lanzarote, un burgués bon vivant tan cínico como tierno, un observador hipercrítico de la
realidad tan deficiente padre de familia numerosa como excelente conversador, no
era, desde luego, ignorante... Ni apático, ni sumiso.
Pero ya no está aquí. Así que algo habrá que
aprovechar de su acerada forma de ver el mundo en estos tiempos de pública
congoja.
Nacho Fernández del Castro, 9 de Septiembre de 2013
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