viernes, 14 de marzo de 2014

Pensamiento del Día, 14-3-2014



«Luchar contra el mal es luchar contra nosotros mismos.»
 (Octavio PAZ LOZANO; Ciudad de México, México, 31 de marzo de 1914 -19 de abril de 1998;  
Premio Cervantes 1981, Premio Nobel de Literatura 1990, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1993 por su revista Vuelta. Itinerario, 1994.)
En realidad nuestras quejas sobre lo que pasa son, con frecuencia, las del cascarrabias permanentemente insatisfecho pero incapaz de mover un dedo por mejorar algo porque, a fin de cuentas, si algo mejorase perdería legitimidad su constante letanía de lamentos (y eso sí que no, pues diluiría lo que ya es su esencia y su único entretenimiento en la vida).
Todo está muy mal, vale... Los hechos distan mucho de apuntar hacia una reducción de ese mal (al menos para la inmensa mayoría de seres humanos, con menguada fortuna personal), vale... Los poderes económicos son taimados y no se paran en barras para aumentar su beneficio a costa de lo que sea y de quienes ssea, vale... Las fuerzas del bien (o sea, de los más, de quienes siempre han llevado la peor parte en esto del vivir) se encuentran colapsadas por la desmesura de la gran estafa a la que se ven sometidas sin que se atisbe salida alguna, vale...
Pero, si como decía Manolo Vázquez Montalbán no hay más remedio que admitir que ya no hay verdades únicas ni luchas finales, también debemos admitir con él que aún debe resultar posible orientarse mediante verdades posibles contra las no verdades evidentes...  Es decir, es un deber inexcusable de quien percibe el mal saber que, dado que tampoco hay destinos fatales, hacerlo evidente en cada ocasión propicia es ya una  forma de lucha contra él. En definitiva, una forma de lucha contra nosotros, contra nuestra tendencia a “conservar” en cuanto tenemos unas migajas, contra nuestro deleite masoquista en la queja inactiva... Contra nuestro propio fatalismo, en fin.
Vencer ese fatalismo (o sea, vencernos a nosotros mismos) no es, desde luego, garantía de transformación alguna... Pero sí una obligación cívica que, mientras la desarrollamos, nos permitirá sentirnos mejor y hasta divertirnos... Y, en una de estas, igual hasta cambia algo.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Marzo de 2014

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