«...Porque es un hecho bien establecido
Que el presente no existe
Sino en la medida en que se hace pasado
Y ya pasó...
Como la juventud.
Que el presente no existe
Sino en la medida en que se hace pasado
Y ya pasó...
Como la juventud.
En resumidas cuentas
Sólo nos va quedando el mañana.
Yo levanto mi copa
Por ese día que no llega nunca
Pero que es lo único
De lo que realmente disponemos.»
Sólo nos va quedando el mañana.
Yo levanto mi copa
Por ese día que no llega nunca
Pero que es lo único
De lo que realmente disponemos.»
(Nicanor PARRA
SANDOVAL; San Fabián, Ñuble, Chile, 5 de septiembre de 1914.
Final del poema “Último brindis” en Canciones rusas, 1967.)
El tiempo
humano es un continuo caprichoso... Vivimos un presente determinado por un ayer que ya, inevitablemente, no existe,
que se difumina entre la añoranza de
quienes piensan que “todo tiempo pasado
fue mejor” y la altanera confianza en
el progreso de quienes afirman
que “hay que conocer el pasado
precisamente para evitar caer en los mismos errores”...
Pero
el presente sólo se manifiesta como
tal cuando, paradójicamente, deja de serlo, cuando ha “pasado”. Es, de hecho,
el instante inaprensible que se sitúa entre el recuerdo y el proyecto,
entre la memoria y la imaginación, entre la nostalgia y la esperanza...
Y
el futuro no existe, porque nunca
llega. El mañana es ese tiempo que
está siempre por-venir y que, según
nuestro estado de ánimo, esperamos
con temor, ansiedad
o calma. Y, pese a todo, por encima
de todo, es el único refugio posible para nuestra voluntad de ser y de estar, justo porque, como nunca llega, en él
son todavía posibles todos los cambios.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Abril de 2012
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