«Estoy contento con tantos deberes
que me impuse, en mi vida
se amasaron extraños materiales:
tiernos fantasmas que me despeinaban,
categóricas manos minerales,
un viento sin razón que me agitaba,
la espina de unos besos lacerantes, la dura realidad
de mis hermanos,
mi deber imperioso de vigía,
mi inclinación a ser sólo yo mismo
en la debilidad de mis placeres,
por eso —agua en la piedra— fue mi vida
cantando entre la dicha y la dureza.»
se amasaron extraños materiales:
tiernos fantasmas que me despeinaban,
categóricas manos minerales,
un viento sin razón que me agitaba,
la espina de unos besos lacerantes, la dura realidad
de mis hermanos,
mi deber imperioso de vigía,
mi inclinación a ser sólo yo mismo
en la debilidad de mis placeres,
por eso —agua en la piedra— fue mi vida
cantando entre la dicha y la dureza.»
(Ricardo
Eliecer Neftalí REYES BASOALTO, literariamente Pablo NERUDA; Parral, Chile,
12 de julio de 1904 -
Santiago, 23 de septiembre de 1973. “Sumario”
en Plenos poderes, 1962.)
Cuando uno va teniendo edad para hacer un sumario, siquiera provisional, de su vida conviene, sobre todo, que la voluntad de ser con otros supere las
vanas propensiones a la egolatría,
que la extrañeza de los heterónomos
materiales que amasaron nuestro yo
desborde las fatuas pretensiones de autonomía,
que la fuerza de los rituales y
convenciones no haya mermado nuestra disposición
a mostrarnos débiles en los propios placeres, que los fantasmas y pájaros que agitaron nuestra cabeza no hayan distraído
nuestra función de vigías de la dura
realidad ajena, que los vientos sin razón que nos impulsaron no nos hayan desviado
de la razón en marcha...
Acaso,
con eso baste para sentirnos convenientes
(aunque nunca imprescindibles, ni
siquiera necesarios) como el agua
que, acariciando, desgasta la roca en un canto “entre la dicha y la dureza”... Canto,
él sí, preciso, imprescindible, de lucha y amor.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Mayo de 2012
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