«Ahora bien, aunque el PIB de un país se incremente, ¿podemos
decir que esa nación progresa, si al mismo tiempo lo hace el
porcentaje de su población que cada vez se encuentra con mayores
dificultades para acceder a una sanidad y una educación de calidad,
así como a otros servicios básicos?.»
(Martha Craven
NUSSBAUM; Nueva York, 6 de mayo de 1947.
Crear
capacidades: propuesta para el desarrollo humano, 2012.)
El progreso
es, sin duda, uno de los mitos fundamentales de la modernidad... En nombre del progreso
se han hecho no pocas atrocidades, se han
saqueado recursos y pueblos, se han pseudolegitimado
políticas
que ponían lo macro por delante de lo micro, las estructuras por delante de
las personas... Y es hora de afirmar alto y claro que ni una sola acción de gobierno que se autoinmole sumisamente en favor de los poderes económicos, que priorice lo técnico e instrumental frente al lo humano y esencial, que anteponga el Producto Interior Bruto a las condiciones materiales de la vida de la
ciudadanía, puede considerarse legítima
moral y políticamente.
Quien
piensa que la “recuperación de la senda
del progreso” puede y debe fundarse en el recorte, de hecho, de derechos básicos y universales, como la salud o la educación, se convierte en un hipócrita
mentiroso o en una víctima de la
falsa conciencia... Porque está, simplemente, afirmando que el progreso es una mera cuestión de aumento de los flujos de capitales, aún
cuando para facilitarlo se necesite minusvalorar,
excluir y dañar a la inmensa mayoría de las personas. O sea, que el progreso es perfectamente compatible con
(o, incluso, hace preciso) el aumento de
la indignidad de la vida humana.
¿Podemos
seguir tolerando los cantos de sirena de
ese progreso en la boca y los actos de nuestra casta política?.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Mayo de 2012
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