«La ciudad parece estar consumiéndose poco a poco, pero sin
descanso, a pesar de que sigue aquí.»
(Paul AUSTER; Newark, Nueva
Jersey, Estados Unidos, 3 de febrero de 1947.
In the Country of Last Things -El país de las últimas
cosas-, 1987.)
El tiempo de nuestras ciudades se apuntala en apariencias
de progreso en toneladas de
hormigón y asfalto, en acristalados centros comerciales y edificios de oficinas
tan diáfanas en su arquitectura interior como opacas en sus actividades, en
torrentes de luces de neón y cataratas de enmarañados ruidos... Y, sin embargo,
sus esencias, las que otrora las hacían
habitables, se van difuminando entre
aristas de exclusión.
Nuestras
ciudades se hacen más inhóspitas cada día para quienes pretende poblarlas... Se
tornan más escondrijo que refugio, más parapeto que nido, más trinchera que hogar
en esta despiadada lucha por la vida
que preside el aquí y el ahora.
Por
eso sabemos que la ciudad, nuestras ciudades, las ciudades que conocimos y
gozamos, se van autofagocitando poco a poco, en un proceso autodestructivo continuo
que las va asimilando con las demás ciudades.... Aunque todas ellas parezcan
seguir en su sitio.
Nacho Fernández del Castro, 23 de Mayo de 2012
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