«Lo que aquí y ahora estamos todos presenciando es el
espectáculo que está dando la mayor potencia del mundo tratando, tan reflexiva
como iracundamente, de hallar algún viejo instinto que le sirva para librar una
guerra de unas características absolutamente nuevas. De repente, cuando trata
de defenderse a sí misma, América se encuentra con que sus navíos de guerra,
sus misiles de crucero y sus cazas F-16 parecen haberse quedado obsoletos, ser
algo inútil y pesado. Como elemento de disuasión, todo su arsenal de bombas
nucleares ya no vale más de su peso como chatarra. Los abrelatas, las navajas y
una fría cólera serán, a partir de ahora, las armas con las que se librarán
todas las guerras del nuevo siglo. La cólera es la clave. Se filtra por los
controles aduaneros pasando totalmente desapercibida. Nunca aparece durante los
registros de equipajes.»
(Arundhati ROY; Shillong,
Meghalaya, India, 24 de noviembre de 1961. The Algebra of Infinite Justice
–El Álgebra de la Justicia Infinita-,
2002.)
Occidente, en estos tiempos de sombra y capitalismo desbocado, sólo atina a
responder a la creciente legión de los
excluidos de su declinante bienestar con armamento pesado, cuando el peligro que percibe es exterior, o con porras y togas, cuando los riesgos
para el sistema los barrunta en su interior.
Pero,
en medio del desmantelamiento de las
estructuras públicas que articularon la garantía de los derechos básicos, como
la salud o la educación, sustentando una notable cohesión y paz social, el armamento
grande o pequeño, la demolición de las
libertades en aras de la seguridad, o la imposición de normas y usos restrictivos para los movimientos de personas (no de capitales), no resultan, no pueden
resultar demasiado eficaces ni eficientes...
Con
Estados que van reduciendo la inversión
en libertad y bienestar público en la misma medida en la que se ven
forzados a aumentarla en instrumentos de
control y castigo (reales y simbólicos), la indignación y la cólera se
extienden dentro y fuera, resultando cada vez más incontrolables. Porque
no hay escáneres sensibles a su presencia y los castigos en vez de cortarlas las aumentan y multiplican.
Ellas
son, por ello, la verdadera fuerza de las
víctimas de la opresión globalizada.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Diciembre de 2012
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