«En cuanto llegaba a este punto de mi relación,
todos los colonos me escuchaban con la mayor atención, especialmente con
respecto al tráfico de negros, comercio entonces naciente, y cuyo monopolio se
explotaba en virtud de comisiones o permisos de los reyes de España o Portugal,
lo que contribuía a que los negros fuesen a la vez escasos y muy caros.
Habiendo hablado cierto día de este negocio con mucho entusiasmo delante de
varios plantadores y comerciantes amigos míos, tres de ellos vinieron en busca
mía al siguiente día; me dijeron que habiendo reflexionado sobre la
conversación que habíamos tenido la víspera, venían a proponerme una operación
, sobre la que me hicieron prometer el mayor sigilo. Entonces me declararon que
querían fletar un barco para la costa de Guinea; que plantadores ellos como yo,
sufríamos con la escasez de esclavos; que no pudiéndose practicar este comercio
libremente porque la venta pública de los negros estaba prohibida, su intención
era no hacer más que un viaje únicamente y desembarcar los negros para
repartírselos luego en sus plantaciones; en una palabra, me preguntaron si
quería ir como comisionista en aquel viaje, y ser su agente en la costa de
Guinea, ofreciéndome gozar igual parte en el reparto de los negros, sin que
tuviese que contribuir en nada con mis fondos.»
(Daniel DEFOE; St. Giles
Cripplegate o en Stoke Newington, cerca de Londres, Gran Bretaña,
probablemente
el 10 de octubre de 1660 - Ropemaker’s Alley, Moorfields, Londres, 24 de abril de 1731.
The Life and Strange
Surprising Adventures of Robinson Crusoe y
The Further Adventures of Robinson Crusoe –Aventuras de Robinson Crusoe-, 1719
-edición en
castellano, entre otras, de 1965-.)
Cuando la vida
humana se convierte en negocio,
todo mal es posible... Porque todo negocio exige rentabilidad en todo plazo y, para conseguirla, deben manejarse con
pericia numérica las condiciones de la oferta y la demanda en los diversos
mercados de recursos, trabajo y productos finales. Es decir, se trata de obtener los recursos al mejor precio
para añadirles valor mediante un trabajo que lo maximice por unidad monetaria
invertida, de manera que el producto
pueda ser colocado en el mercado
finalista con el mayor margen de
beneficio. Y, en todo el proceso, se trata de encontrar también el equilibrio entre calidad y precio que maximice
la satisfacción de la demanda (y minimice el coste de oportunidad) en cada
mercado.
Claro,
el problema es cuando los recursos,
el trabajo y el producto final atañen a la vida
humana... Precisamente porque la vida humana, como diría Machado, tiene valor, pero no puede ponérsele precio, y su mercantilización (por ejemplo, en los tráficos humanos vinculados a
la prostitución, a la explotación laboral femenina e infantil en las maquilas,
etc.), la conversión de un ser humano
en mercancía, sólo puede ser
defendida desde la necedad de quien
cree que su situación de privilegio le da
derecho a todo.
Lo
mismo ocurre cuando lo que se convierte en negocio
es una actividad que se vincula al crecimiento
psicosocial o el sostenimiento físico
de los seres humanos... O sea, cuando
se plantea la educación o la salud como negocio, porque al establecer
mecanismos e instrumentos de atención diferencial en ambos ámbitos,
indirectamente, se le está poniendo
precio a quienes deben ser atendidos... Es decir, se está
afirmando (cada día más explícitamente, con más ufano descaro) que quien no
merece atención educativa y/o sanitaria tiene, de hecho, un valor despreciable, un precio cero.
Nacho Fernández del Castro, 13 de Diciembre de 2012
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