«Sí algún día escribes sobre la guerra de Adolf, Sven, nadie te creerá… Serán
las memorias de esta asquerosa guerra, ¡las cosas que hemos visto!. Hemos
nadado en el Mediterráneo mientras los barcos se hundían envueltos en llamas,
nos hemos refrescado el culo en un témpano de la Bahía de Botnia, hemos
burlado a los mosquitos de los pantanos de Pripet, hemos hecho el amor en los
iglús de Suomisaldi, hemos transportado cañones desmontados por encima de las
montañas… Nos hemos emborrachado hasta el punto de que haga falta un mes para
serenarnos… Nos hemos disfrazado de Ivan y paseado por el frente ruso en un
T34; hemos sido picapedreros, paracaidistas, espías, maquinistas, dinamiteros,
carceleros, verdugos, ladrones, asesinos, falsificadores, reos de alta traición
diez veces al día; nos hemos limpiado el culo con Mein Kampf y con los escritos
de Alfred Rosemberg...»
(Sven HASSEL, pseudónimo literario
de Boerge Villy
Redsted PEDERSEN; Frederiksborg, Dinamarca,
19 de abril de 1917 -
Barcelona, España, 21 de septiembre de 2012. Batallón de castigo, 1962.)
Ser
sin estar... ¡Qué gran problema!. Es
la gran paradoja de quienes subliman el yo,
dándole primacía absoluta, derecho a todo con tal de posibilitar “su
propio desarrollo” ajeno a cualquier molesto obstáculo o determinación por el
entorno. Y es que, en esa teología del yo
caben los mayores logros de la humanidad, pero también los mayores cinismos, las
más eminentes prácticas del buscavidas
que aprovecha el horror en beneficio
propio, que es capaz de hazañas cuando le derivan algún provecho inmediato como
es capaz de ejercer de verdugo cuando le resulta conveniente... Que, en suma, descreído de todo, se siente libre, libérrimo, para entregarse a la representación del papel de alegre canalla, más o menos explícito.
Eso
nos muestran, en definitiva, con multitud de matices, los personajes de
Pedersen/Sven Hassel, cínicos
supervivientes en el devenir de un tiempo lúgubre, pródigo en situaciones límite...
Pero, es curioso, esa capacidad para ser canallas
simpáticos en medio de la trepidante aventura
del más horrendo caos, los ha convertido en iconos literarios de la educación
sentimental para la juventud de toda una generación. Precisamente la que
había quedado vacunada contra esa teología
del yo tan grata hoy al pensamiento único
y sus amos (que lo son del mundo).
Y
viene esto a cuento de la reciente muerte de tan velado autor en Barcelona... ¿Qué
importa que, como sujeto, hubiese vivido o no experiencias como las narradas?,
¿qué importa que, personalmente, hubiese sido o no un filonazi camuflado en la retaguardia danesa?. Lo que verdaderamente
importa (y lo que molesta a sus críticos de la ultraderecha europea) es que su
obra ha podido y sabido contribuir a mostrar algunas de las posibilidades más
amablemente perversas del cultivo de esa teología
del yo... Ayudándonos a descreer de ella. Porque, en definitivamente, ¿qué somos sino estamos, con los demás, en el mundo?.
Nacho Fernández del Castro, 4 de Diciembre de 2012
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