«Creyó por primera vez entender porqué se decía que la vida es sueño: si
uno vive bastante, los hechos de su vida, como los de un sueño, su vuelven
incomunicables porque a nadie interesan.»
(Adolfo BIOY CASARES; Buenos Aires,
Argentina; 15 de septiembre de 1914 – 8 de marzo de 1999.
Diario de la Guerra del Cerdo, 1969.)
Por mucho
que nuestra vida nos parezca esencial (de hecho, para nosotros es lo único
absoluta e indiscutiblemente esencial, pues de ella depende lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos,
y, en último extremo, hasta que seamos o
no seamos), a medida que se van cumpliendo años lo verdaderamente
determinante de la misma, sus posos, lo que nos hace ver el mundo y actuar en él de una manera concreta, se vuelve más
incomunicable por sobreacumulación de
experiencias o, en caso contrario, por su etérea banalidad. En realidad, según avanza nuestra edad, nuestras cosmovisiones y actitudes son como sueños,
espectros atomizados que a nadie preocupan ni interesan... Quienes aún están en
plena juventud gastan sus afanes en tratar
de construir sus propios imaginarios y expectativas; quienes nos igualan o
superan en edad bastante tienen con llorar nostálgicamente la incomunicabilidad de su vida o la inanidad de la misma...
¿A nadie le interesan nuestros imaginarios sociales maduros?...
Deben existir excepciones, al menos en lo
cercano (en la amistad, en el amor), porque mi compañera en la vida acaba de
cumplir años y a mí cada día me interesan más sus representaciones del mundo y sus esperanzas.
Igual es porque, pese a todo, todavía las
tiene.
Nacho Fernández del Castro, 13 de Febrero de 2014
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