«Casi no podía respirar, subíamos y dentro de
mí giraban todas las tardes firmadas en los bordes, todas las maneras de
hacernos entender y querer, todas las sorpresas de los corazones sin bolsillos
secretos y los oídos me zumbaban de amor.»
(María Teresa LEÓN GOYRI; Logroño, 31 de octubre de 1903 -
Madrid, 13 de diciembre de 1988.
Fábulas del
tiempo amargo, 1962.)
Cuando, en
medio de este tiempo amargo, somos aún
capaces de sentir arrebatos emocionales
que nos cortan la respiración (sin
ser por el ahogo de la precariedad
laboral o la prima de riesgo), de
situar en un hermoso torbellino las memorias
de nuestras tardes compartidas al límite (sin estar pendientes de la amenaza de las porras y las togas), de
inventar mil códigos y medios para
que cualquiera tenga ocasión de entendernos
y por ello querernos (sin necesidad
de lanzarnos a la mercantilizada nebulosa
de las redes sociales), de agitar la sorpresa en los corazones más
ajenos a bolsillos y compartimentos secretos para guardar sus latidos
(precisamente porque los sitúan fuera de cualquier posibilidad de análisis cuantitativo, ¡o, por supuesto,
monetario!)... Entonces, ¡sí!, estaremos
seguramente siendo gozosamente aturdidos por alguna de las infinitas formas del
amor.
Y es una lástima que, según los más
enjundiosos estudios al respecto, parece que ninguna de ellas aparece en los
Presupuestos Generales del Estado, ni siquiera bajo el elástico epígrafe de “Cultura”... ¿Será que, como diría el
inefable Wert, ministro del ramo, volviendo en añorando en este caso aquello de
“la española, cuando besa, es que besa de verdad” y lo de las “bodas de sangre”,
“hay que españolizarlas”?...
Nacho Fernández del Castro, 11 de Octubre de 2012
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