«...La rima es el tirano
empurpurado,
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Es el estigma del esclavo, el grillo
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Que acongoja la marcha de la Idea.
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No alegueis que es de oro! El Pensamiento
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No se esclaviza a un vil cascabeleo!.
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Ha de ser libre de escalar las cumbres
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Entero como un dios, la crin revuelta,
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La frente al sol, al viento. Acaso importa
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Que adorne el ala lo que oprime el vuelo?.
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. . . .Él es por sí, por su
divina esencia,
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Música, luz, color, fuerza, belleza!.
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¿A qué el carmín, los perfumados pomos?...
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¿Por qué ceñir sus manos enguantadas
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A herir teclados y brindar bombones
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Si libres pueden cosechar estrellas,
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Desviar montañas, empuñar los rayos?.
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¡Si la cruz de sus brazos redentores
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Abarca el mundo y acaricia el cielo!.
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Y la Belleza sufre y se subleva...
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¡Si es herir a la diosa en pleno pecho
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Mermar el torso divinal de Apolo
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Para ajustarlo á ínfima librea!.
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. . . .Para morir como su ley
impone
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El mar no quiere diques, quiere playas!.
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Así la Idea cuando surca el verso
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Quiere al final de la ardua galería,
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Más que una puerta de cristal ó de oro,
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La pampa abierta que le grita “¡Libre!”.»
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(Delmira
AGUSTINI; Montevideo, Uruguay, 24 de octubre de 1886 - 6 de julio de
1914. “Rebelión” en
“De El Libro Blanco”, quinta
parte de Los Cálices Vacíos-, 1913.)
Curioso espectáculo
el de esa casta política postmoderna,
sobrada de afeites y tinturas capilares, que, en aras de la libertad del “¡todo vale!”, todo, en
realidad, lo someten a norma, para
imponerla luego a porra y toga como metafísico resultado de supuestos (y
desconocidos) consensos... Y hablan, con ufano desprecio neoliberal, de lo trasnochado del pensamiento igualitario, mientras tratan de
aplastar cualquier diversidad orgullosa
que perciban como potencial peligro para sus unidades sacralizadas, en base a un principio
centralista de igualdad.
Son
como quienes, practicando una lírica
modernista llena de obediencias endecasílabas,
sonsonetes ritualizados y cultismos cargantes, se quejaban de la
tiranía de la rima como un ataque intolerable a “las ideas que surcaban sus
versos”.
Contra
los contradictorios excesos culteranos
de estas plumas nacieron otras auténticas
libertades pegadas a la vida y sus latidos, incluso al exabrupto o el
balbuceo.
Esperemos
que, contra los contradictorios excesos
del individualismo liberal, renazca también el aliento verdaderamente libertario capaz de fundirse con el anhelo de igualdad en aras de la justicia...
Así, cotidiana, sin mayúsculas, vital, abierta al afán de transgresión
con alegría... La humanidad lo
agradecería bastante.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Febrero de 2013
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