«Qué saben el invierno o el otoño o la primavera o el verano del recuerdo. No saben nada del recuerdo. Saben que pasan y que vuelven. Saben que son estaciones. Saben que son el [tiempo]. Y saben afirmarse. Y saben imponerse. Y saben sostenerse. Qué sabe el otoño del verano. Qué lamentaciones tienen las estaciones. Ninguna odia. Ninguna ama. Y pasan.»
(Giannina BRASCHI; San Juan, Puerto Rico, 5 de febrero de 1953. El imperio de los sueños, 1988.)
Algunas de nuestras instituciones y buena parte de la casta política son como las estaciones... No saben nada del
recuerdo, sólo saben que pasan y vuelven... Y sobre todo, saben afirmarse e
imponerse. Saben sostenerse más allá de las risas y lamentos, sin odio ni amor...
Pasando de todo y de todos.
La
indiferencia (casi autismo) afectiva con la que nuestras instituciones
y buena parte de la casta política se
enfrentan a las tercas sombras de la realidad cotidiana ponen claramente de
manifiesto que algo no funciona aquí, en este sistema, en esta llamada
democracia... Porque se supone que nuestras instituciones
y la casta política son,
precisamente, el más sofisticado instrumento para canalizar la voluntad popular hacia el bien común.
Pero
nuestras instituciones y buena parte
de la casta política sólo obedecen a sus amos, los dueños del mundo... Pero no odian ni aman porque ya ni pueden, ni
saben, ni quieren. Así que algo parece urgente cambiar en nuestras instituciones
y en la casta política si queremos
evitar que los asuntos humanos queden
a merced de una sucesión automática (burocratizada)
que impone fríos y calores como “males
menores”... Como un destino fatal.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Abril de 2013
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