«A través del control de los medios de comunicación,
televisiones, radios, prensa, se propone a las nuevas generaciones el modelo de
los nuevos héroes capaces de ganar dinero y alzarse a la categoría de los que
disfrutan de esta sociedad de mercado.
A la juventud tan pronto se le proponen como arquetipos
condotieros mafiosos –véase Mario Conde- fabulosamente enriquecidos de la noche
a la mañana y también de la mañana a la noche, ángeles caídos, como héroes de
un día, tal los Ronaldos, receptores de sumas fabulosas hoy, que empiezan como
deportistas, camino, si por fortuna no fracasan, de terminar como hombres de
negocios.
Al lado de estos héroes,
el trabajo fecundo y silencioso del investigador, el científico, el enseñante,
el obrero, que no se ponen como objetivo el enriquecimiento parece deleznable.
Para el sistema, la corrupción es mucho más fructífera que la
hoguera, que la tortura, que las prisiones. Aunque todavía pueden subsistir, en
reserva, la tortura y las prisiones por si fuera menester.»
(Santiago José CARRILLO
SOLARES; Gijón, 18 de enero de 1915 - Madrid, 18 de septiembre de 2012.
Final de “Disidentes,
heterodoxos y marginados en la
Historia” en el libro colectivo del mismo título, 1998.)
Hoy ha
dejado este mundo quien fuera controvertido patriarca
de un modo de entender la “política de izquierdas”: como férreo control por el aparato de una unidad
impuesta desde cúpulas infalibles... La
derecha ultramontana siempre le afeó
sus oscuras responsabilidades en alguna de las inútiles e inhumanas matanzas sumarias y colectivas de civiles
en la contienda contra los alzados; la izquierda
real le reprochó primero ese férreo control
burocrático de los más beneméritos y voluntariosos defensores de la igualdad, más tarde su artera y personalista participación
decisiva en la consolidación de esta pseudemocracia monárquica y, por último,
su contribución al desmantelamiento de
esa izquierda real (siquiera como posibilidad) mientras incorporaba un
nuevo personaje mediático de “abuelito
sensato y socarronamente racionalista”.
A esta fase corresponde su lúcido análisis
de la consagración mediática de los nuevos héroes de la sociedad de mercado en los tiempos de la globalización (truhanes,
correveidiles, parásitos televisivos y deportistas enriquecidos que se tornan
empresarios) para ejemplo de una juventud
que, ante tales modelos de heroicidad,
habrán de rechazar la probidad silente
que sólo busca la ejemplaridad en la pericia aplicada a la propia tarea.
No fue, desde luego y en cualquier caso,
Santiago Carrillo un buen representante de esa probidad silente, pues siempre
mantuvo un tono por encima de la media para hacerse oír y proyectó a su
alrededor un sinfín de sombras... Pero, de todos modos, la sensatez y gracia
del tono de sus discursos postreros debe ser bienvenida. Y quienes, con él,
nunca creímos en premios ultramundanos ni castigos eternos (más allá de los que
Gallardón trata de colar en el nuevo Código Penal), sabemos que, al menos, ha
encontrado definitivamente la paz... O sea, el silencio, la nada.
Nacho Fernández del Castro, 18 de Septiembre de 2012
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