sábado, 29 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 29-9-2012



«El líder camina con paso de pato.
No es que sufra callo
ni estrecho el zapato,
es que así es su andar
y con él desfila el primero de mayo
y en las noches entra a su dulce hogar.
Al líder le sobra dinero; cuotas
y otras prestaciones del trabajador,
le brindan queridas, maricas, madrotas,
vicios de banquero, goces de hambreador.
La vida del líder es sólo un prurito
contumaz y terco de actos-de-adhesión:
de guiar su manada servil y obediente
y escuchar el grito:
”Gracias... gracias... gracias...
Señor Presidente”,
traseros en alto, en la procesión.»
(Renato LEDUC LÓPEZ; Tlalpan, Ciudad de México, México, 16 de noviembre de 1895- Cidudad de México, 
1 de octubre de 1986. “El Líder” en Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, 1962.)
Oímos muchas veces (escucharlo casi nunca es necesario ni conveniente) a intelectuales orgánicos, opinadores ortodoxos, tertulianos bien pensantes y otras voces de la reserva ideológica del sistema, clamar por un líder... Un líder, suelen decir, “capaz de aglutinar las voluntades y el esfuerzo de todos en un afán común, de hacer que todos nos mostremos dispuestos a remar en la misma dirección (la que él –raramente estas mentes prodigiosas admiten siquiera la posibilidad de que el impulso de tal logro pueda ser femenino- nos señale, se supone)”.
Pero, en fin, sabemos, porque la Historia y sus historias resultan muy clarificadoras al respecto, que los líderes, de tanto desfilar para recibir parabienes y honores merecidísimos, siempre acaban por adoptar un paso de pato entre otras degradaciones de la cadencia bípeda... Sabemos también que, más allá de su posible talante austero original, siempre acaban por recibir (y esparcir convenientemente entre quienes los ensalzan a corta distancia) parte de los plácemes públicos en forma de billetes de curso legal y lustrosos bienes... Sabemos que esos oropeles y prebendas salen irremediablemente de los lomos y sudores de los currantes, y que, con frecuencia, acaban sirviendo para satisfacer vicios poco confesables de la líbido, el dominio y la chequera... Sabemos que siempre acaban por sucumbir al gusto por los actos de adhesión inquebrantable...
Así que, ¿para qué demonios necesitamos líderes?... ¿Acaso las “inmensas mayorías” tenemos un gusto irreprimible por mostrar nuestros sumisos traseros en alto en cualquier procesión patriótica o exaltación gozosa de “personalidades irrepetibles”?... A ver si va a ser también una cosa genética.
Nacho Fernández del Castro, 29 de Septiembre de 2012

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