miércoles, 20 de junio de 2018

EL CENTRO MUNICIPAL INTEGRADO DE EL LLANO CIERRA, EL MARTES 26 DE JUNIO, LA PROGRAMACIÓN DEL PRIMER SEMESTRE DE 2018 DE SU FORO DE FILOSOFÍA POPULAR CON UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE LA VEJEZ AMENAZADA AQUÍ Y AHORA (SOBRE DEMOGRAFÍA, LONGEVIDAD Y ENCIERRO)


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El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), en su sesión del mes de Junio-2018 (Martes, 26, a las 19’30 horas),  del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” abordará el tema «La filosofía ante la vejez amenazada aquí y ahora: Sobre demografía, longevidad y encierro». La sesión se plantea como reflexión general y concreta sobre las distintas formas de exclusión y desprecio que la sociedad impone a una población anciana en aumento (en cifras absolutos y, sobre todo, en los países ricos, relativas), gracias a ese “progreso” (más de condiciones materiales de vida y técnico-médico que en relaciones humanas y socio-asistencial) que genera longevidad… Unas amenazas (casi podríamos decir ya ataques) a una vejez eufemísticamente llamada “tercera edad” por el lenguaje políticamente (o sea, hipócritamente) correcto, que conforma un colectivo que, en realidad, ha pasado a ser masivamente objeto del “gran encierro” (en fríos geriátricos o en la soledad de viviendas miserabilizadas) que caracteriza las tecnologías del castigo disciplinario contemporáneas como una “prisión continua” que va desde las cárceles de máxima seguridad hasta la vida cotidiana a través de las prácticas de control del poder y el conocimiento ejercidas por profesionales (desde los jueces o la policía, hasta los maestros, los mediadores, los psiquiatras… o los geriatras), como bien señalaba Michel Foucault (por ejemplo, en Vigilar y castigar, de 1975, o, entre los póstumos Cours au Collège de France (1997-2015) publicados en trece volúmenes por Gallimard-Le Seuil, Los anormales, 1999; El poder psiquiátrico, 2003; La sociedad punitiva, 2013; o Teorías e instituciones penales, 2015)... Un intento de autolegitimación del sistema capitalista, por cuanto “las personas de edad” (según, la terminología buenista de la ONU) se constituyen en una “unidad de gasto no productivo”, por lo que comienzan a considerarse como “una carga insoportable para la sociedad” y “una rémora para su desarrollo”. Así lo señalaban, sin ambages, las advertencias del Fondo Monetario Internacional en el Capítulo 4 de su Informe sobre la estabilidad financiera mundial 2012 al señalar como “la prolongación de la esperanza de vida acarrea costos financieros” para toda la economía: a través de los planes de jubilación y la Seguridad Social para los gobiernos, a través de los planes de prestaciones definidas para las empresas, a través de la venta de rentas vitalicias para las compañías de seguros, a través de obstáculos para el acceso a prestaciones garantizadas para la ciudadanía... Calculaba, de hecho, el neoliberal organismo que, si la esperanza de vida aumentase de aquí a 2050 tres años más de lo previsto, los costes del envejecimiento poblacional, “que ya son enormes”, se incrementarían en un 50% (“son docenas de billones de dólares”). Así que el FMI recomienda a los países que “neutralicen financieramente los peligros de vivir más años de lo esperado” para lo que “es necesario combinar aumentos de la edad de jubilación (bien por imposición del gobierno o de forma voluntaria) y de las contribuciones a los planes de pensiones con recortes de las prestaciones futuras”, porque “si no es posible incrementar las contribuciones o subir la edad de retiro, posiblemente haya que recortar las prestaciones”. Consideraba, por ello, que el primer paso urgente para ejecutar ese plan de acción debería ser “que los gobiernos reconozcan que se encuentran expuestos al riesgo de longevidad, y, a partir de ahí, se muestraran prestos a “adoptar métodos para compartir mejor el riesgo con los organizadores de planes de pensiones del sector privado y los particulares”, y, por ende, “recurrir a los mercados de capital para transferir el riesgo de longevidad de los planes de pensiones a quienes tienen más capacidad para gestionarlo”.
Resultado de imagen de El Roto sobre la vejezAcabáramos, lo que molesta de “las personas de edad” es, en realidad, que, desde el punto de vista económico, son unidades de gasto que están vitalmente inmersas en una transferencia neta y creciente de los consumos en el sistema privado a los del sistema público... Y como ahora, en la “sociedad del conocimiento” (y la posverdad), la experiencia y el saber acumulados por cada ciudadano o ciudadana resulta “socialmente despreciable”, porque lo único que lo legitima como tal es el consumo (de bienes y servicios, de las industrias culturales, político), que éste se vaya alejando de los mercados “libres” es, desde el punto de vista neoliberal, una auténtica blasfemia... Así que en esas estamos en todas la políticas nacionales del mundo económicamente desarrollado (en el resto ya ni hablamos, aunque, al menos, suelen tener redes más sólidas de apoyo y respeto familiar): los sistemas nacionales de salud, pensiones o dependencia “no son viables” ante el progresivo envejecimiento de la población porque, aunque esos simpáticos viejecitos y viejecitas hayan contribuido lo suyo a desarrollar y financiar esos sistemas, la sociedad, cada día más insolidaria y sumisa al “poder de los mercados” (en realidad sería más apropiado decir “los mercaderes” para no dejarlo en abstractos impersonales), parece progresiva y paradójicamente más dispuesta a dejar que el sistema se muestre cada día menos dispuesto a dejar la posibilidad de decidir sobre la apuesta por el crecimiento de la atención pública a la longevidad creciente al albur de una decisión democrática de la propia ciudadanía... ¡Por si acaso!, no vaya a ser que acabe por mostrarse, pese a todo, proclive a retribuir a los colectivos longevos su esfuerzo de toda una vida... Así, de paso, mucho menos inclinada estará a escuchar, respetar y valorar la propia “voz de la vejez” sin mediaciones...
Resultado de imagen de Forges sobre la vejezEs, por consiguiente, un paso más (por desgracia, para muchas personas el último y doloroso) en la extensión del principio de quien quiera salud, pensiones o atención a sus dependencias en la vejez que se las compre en los mercados correspondientes. Y si no puede... ¡Que busque recursos en la beneficencia (o en los cubos de basura)!... Porque, convertidas ya casi ufanamente las democracias formales en teatros de sombras manejados por los poderes económicos reales, ya ni siquiera necesitan el “caramelo envenenado” de una leve subida de pensiones cada vez que se acerca un sufragio para captar un voto, el de “nuestros mayores”, que, colectivamente, se mostraba proclive a tragarse el anzuelo… Porque el problema va mucho más allá de los recortes, las políticas de ajuste (o sea de transferencia neta de fondos del sector público al privado según el principio básico del nuevo liberalismo: “lo que da beneficios debe ser privado, lo que no es susceptible de negocio debe ser público”) o los reclamos electorales: en realidad, el propio tratamiento, por ejemplo, de la atención a la dependencia o las pensiones como un medio para fines externos a la propia ciudadanía que recibe (o no) los servicios que las articulan (desarrollo económico, mejora de la competitividad de las industrias nacionales, constitución de una oferta adecuada y flexible ante las demandas cambiantes del mercado laboral, mantenimiento de la primacía de determinados colectivos frente a otros, o cualesquiera otros de esos que tan gratos resultan hoy a las bocas y oídos neoliberales), constituye, en la práctica, su negación como derechos, y su conversión en bienes en el mercado, porque convierten de facto el nivel de acceso posible de cada cual a las prestaciones para atender las dependencias y a las pensiones en un bien patrimonial más que se añade a sus posesiones (vivienda, electrodomésticos o vehículo) como símbolo de status 
Resultado de imagen de El Roto: Morirse pronto como plan de pensionesY es por ello que las tensiones privatizadoras que sufren estos derechos básicos marcan, en primer lugar, el camino hacia su disolución como tales, y, por añadidura, son un signo palmario de la ínfima calidad democrática de nuestros sistemas políticos al sustentarse de los discursos que sitúan el proceso de incorporación de los derechos humanos (en sus tres generaciones: derechos civiles y políticos, derechos sociales y laborales, y derechos relativos a la paz y el medio ambiente) a las legislaciones nacionales como una suerte (o desgracia) de lastre para la “viabilidad (económica) del mundo” (Fondo Monetario Internacional dixit: “carga insoportable para una sociedad”, “rémora para el desarrollo económico”,…). Un discurso y unas prácticas sociopolíticas, en fin, que miserabilizan colectivos y precarizan la vida hasta asentar el sistema sobre una verdadera opresión globalizada.
Resultado de imagen de Forges sobre la vejezPor supuesto, el desarrollo de este planteamiento, que ve cómo la longevidad pasa de ser un logro científico sin precedentes que deriva orgullo y satisfacción social (¿dónde quedaron las ufanas afirmaciones, por ejemplo, de filósofos de la ciencia como Bonifaty Mikhailovich Kedrov en su famoso Discurso de Berlín: “el objetivo próximo de la medicina actual es la prolongación de la vida hasta los doscientos años, con una total conservación de la juventud y la belleza”?), a convertirse uno de los más graves riesgos sociales, deberá derivar hacia una reflexión compartida sobre la moralidad y viabilidad humana de sus consecuencias políticas, intentando alumbrar algunos vías de resistencia posible ante las mismas... Vías que, de hecho, ya se han ido incorporando en la práctica y en la teoría de la resistencia social, desde los orgullosos yayoflautas del 15M a la constitutución de una suerte de senado intelectual de la disidencia radical (en el que, por derecho propio, figuran nombres como Stéphane Hessel, Noam Chomsky, José Saramago, José Luís Sampedro o Emilio Lledó), desde la constitución de las personas pensionistas (especialmente en los castigados países mediterráneos) como un núcleo (sólido en su precariedad) de sostenimiento familiar y solidaridad entre iguales frente a la miserabilización provocada por la crisis/estafa hasta los movimientos de protesta de los pensionistas (que, junto a las jóvenes feministas del movimiento 8M, pusieron contra las cuerdas las políticas conservadoras e la legislatura presente en España)… Y es que, por muchos motivos como los apuntados, la gestión de la vida cotidiana no puede quedar en manos de los mercaderes y sus diversificados profesionales del castigo disciplinario, sino en las de los propios seres humanos que, con la actualización de su experiencia vital, son capaces de racionalizar sentimientos y sentir razones... ¿Será aún posible, aquí y ahora, y contando con la indefensión aprendida por la ciudadanía del presente, mantener un mínimo de cohesión social para no seguir alimentando ese proceso de interesado enfrentamiento entre colectivos sociales (que, en último extremo, sólo deriva en manifrestaciones más o menos cruentas de aporofobia)?.
Resultado de imagen de Chistes sobre la vejezEste planteamiento será introducido y desarrollado problemáticamente por el propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro, que, como siempre, facilitará a las personas participantes documentación sobre el tema abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y cinematográficas, e informaciones de interés), en un dossier elaborado por él mismo. Tras su intervención (e, incluso, durante la misma) habrá un debate general entre todas las personas presentes. 
Resultado de imagen de El Roto sobre la vejezLa sesión, que se celebra en relación con el Día Mundial de la Toma de Conciencia sobre el Abuso y el Maltrato en la Vejez (15 de Junio), se desarrollará en el Aula 3 de la Segunda Planta, con asistencia libre.

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