lunes, 29 de abril de 2013

Pensamiento del Día, 29-4-2013



«Esa misma noche el flamante marido se quitó el cinturón y azotó
 a Tabra hasta dejarla ensangrentada, porque se había acostado
 con un hombre antes de casarse. El hecho indiscutible de que ese
 hombre fuese él mismo, no atenuaba en lo más mínimo la
 condición de puta.»
(Isabel ALLENDE LLONA; Lima, Perú, 2 de agosto de 1942. La suma de los días, 2007.)
La lógica del patriarcado no puede ser más taimadamente hipócrita... En su desprecio de las mujeres como seres inferiores, éstas siempre estarán bajo sospecha y merecerán castigo: si “se entregan rendidamente al varón” sin mayor recato, serán consideradas unas furcias que merecen reprobación y penitencia al dejarse llevar por su naturaleza incontenidamente libidinosa (porque, de hecho, siempre estará presente el presagio de que “podrían hacer lo mismo con cualquier otro”); y si se resisten a “los apetitos del varón” serán consideradas unas mojigatas frígidas que merecen reprimenda y, acaso, sometimiento por la fuerza al ser incapaces de cumplir por sí mismas la función de servicio y obediencia que tienen en la vida.
Para el patriarca, la hembra, haga lo que haga, es primaria e instintiva, por lo que siempre se equivoca: si sacia sus deseos, por hacerlo instintivamente, fuera de norma; si los contraría, por no mostrar la obediencia debida a un ser superior, una de cuyas misiones es guiarla y protegerla en su inanidad.
Es como esos políticos que piden paciencia al pueblo miserabilizado mientras rapiñan sus últimos derechos y recursos residuales para mayor gloria de los poderosos. Ellos tienen los instrumentos de opresión simbólica (mas las porras y las togas cuando aquellos no funcionan), en vez de manos, puños y cinturones, para “convencernos” de que lo hacen “por nuestro bien”.
Nacho Fernández del Castro, 29 de Abril de 2013

domingo, 28 de abril de 2013

Pensamiento del Día, 28-4-2013



«¿Y qué importaría que una sociedad se derrumbase o no?. El hombre más considerado de la ciudad, el más feliz, el más rico, el más poderoso, carga sus propias culpas sobre un inocente
 (Henrik Johan IBSEN; Skien, Grenland, Noruega, 20 de marzo de 1828 – Cristianía, hoy Oslo, 
23 de mayo de 1906. Los pilares de la sociedad, 1877.)
Que nadie se preocupe... Nuestra sociedad languidece y amenaza quiebra pero las élites más consideradas lavarán sus responsabilidades en el desastre con el jabón pagado por quienes sólo merecen desprecio, la ciudadanía más feliz tapará su mala conciencia con los cuerpos de las víctimas de mayor desdicha, las gentes más ricas cubrirán sus vergüenzas con la piel de quienes sólo conocen la miseria, las personas más poderosas ocultarán sus desmanes tras los muros que contienen a los seres más insignificantes...
Siempre es así, siempre acaba siendo así... Ya veía Henrik Ibsen, ¡hace más de siglo y cuarto!, que los pilares de la sociedad sostienen, en realidad, los privilegios de los poderes reales frente a la indefensión de los inocentes.
El añadido aquí y ahora, en la sociedad simbólica, es que para colmo se culpabiliza, demoniza y estigmatiza mediáticamente esa inocencia... Por “haber vivido por encima de sus posibilidades!.
Y, si protesta, si osa disentir o resistirse, se recurre, como siempre, a las porras y las togas.
Nacho Fernández del Castro, 28 de Abril de 2013

Pensamiento del Día, 27-4-2013



«Como moneda de mala ley que con el uso y roce se ennegrece, así el hombre es por fin apreciado en lo que vale...»
 (ESQUILO; Eleusis, Ática, 525 a.N.E. – Gela, Sicilia, 456 a.N.E.. Agamenón, primera obra de la Orestíada, hacia el 458 a.N.E..)
Ya lo intuía el viejo Esquilo... Los seres humanos no tenemos para el poder, para eso que llamamos confusamente “el sistema”, más valor que esas monedas ennegrecidas por el paso de mano en mano. Es decir, un valor meramente instrumental, para el logro de algo material, que se ve, además, urgido por el deseo de librarse rápidamente de ellas.
Así lo veía el ministro japonés, de ¡72 años!, que clamaba contra lo insolidario con la población activa que resulta la aumento la longevidad... Es decir, hablando en plata, el poder, el sistema, no puede soportar (ni tolerar) esas “monedas ennegrecidas” que consumen ingentes cantidades de recursos públicos (en salud, pensiones o dependencia) y aportan tan sólo un menguado valor como consumidores privados...
O sea, que hay que avanzar rápido en la tendencia a hacer coincidir la edad de jubilación con la de deceso, al menos en aquellos casos que no han logrado adquirir una altísima capacidad de consumo que estimule los mercados.
Sobren monedas ennegrecidas y hacen falta billetes nuevos... Lo contrario ni el capitalismo se lo puede permitir ni el neoliberalismo fundamentar.
Nacho Fernández del Castro, 27 de Abril de 2013