viernes, 12 de abril de 2013

Pensamiento del Día, 12-4-2013



«La acumulación de riqueza es en sí misma un proceso moralmente neutro. Ciertamente, como enseña el Cristianismo, la riqueza trae tentaciones. Pero también la pobreza



(Margaret Hilda THATCHER -Roberts de soltera-, Baronesa Thatcher de Kesteven; Grantham, Lincolnshire, East Midlands, Inglaterra, 13 de octubre de 1925 - Londres, 8 de abril de 2013. Statecraft: Strategies for a Changing World, 2003.)



Resulta paradójica la imagen que de la recientemente fallecida Margaret Thatcher, esa adalid de la política neocon y gran impulsora junto a Ronald Reagan de la voz de una “derecha sin complejos”, transmite la película  La Dama de Hierro (The Iron Lady, 2011) de Phyllida Lloyd... Presentándola, a través de la interpretación vigorosa de Meryl Streep, como una tenaz luchadora que debe superar los inconvenientes de su humilde origen y de su sexo, difumina el verdadero contexto histórico de unas fuerzas vivas británicas ansiosas por arrumbar, siguiendo fielmente las recetas de Milton Friedman y sus Chicago Boys (experimentadas en el Chile de Pinochet), las trabas que el sindicalismo británico (muy especialmente los sindicatos mineros) suponía para la imposición y desarrollo de sus intereses.



Y la supuesta luchadora se dedicó a servirlos con especial docilidad y ahínco, porque, al fin y al cabo, ¿no son tan susceptibles de dejarse llevar por la tentación de la inmoralidad las gentes ricas como las pobres?... De hecho, acaso para corroborar su tesis, fue reduciendo drásticamente toda protección social y el resultado no fue sólo el vertiginoso aumento de la mortalidad en las clases bajas, sino también un notorio incremento paralelo de las tasas de alcoholismo, homicidio, y suicidio...



La película en cuestión nos muestra sólo sindicalistas embrutecidos en su violencia salvaje, pero por ningún lado aparece, por ejemplo, el rebrote del desaparecido fenómeno del hambre y la malnutrición infantil en los barrios y zonas más pobres (y mineras), como Gales, Escocia o Yorkshire... Y es que Margaret Thatcher, según repetía con frecuencia, “creía en la
lucha de clases y en la victoria de los suyos”
, y estaba para ello dispuesta a convertir las víctimas de su neoliberalismo rampante en culpables de su propia situación que sólo pueden elegir entre la sumisión o el suicidio.



Por eso resulta tan surrealista el supuesto (y contestado desde el propio movimiento) feminismo (de celuloide) de la líder política que más se aplicó en el recorte de los derechos de las mujeres en el Reino Unido, mientras mostraba un absoluto desdén hacia las propias feministas y sus organizaciones, apoyaba a los dictadores más reaccionarios de los años setenta del pasado siglo (como su “amigo Pinochet”) o declaraba patéticas guerras coloniales para encubrir tanta injusticia tras el humo de un trasnochado patriotismo de conveniencia (único punto crítico que aparece, como mero apunte, en la película).



En suma, la pantalla convierte la ficción en una esforzada representación del engaño paranarrar el ascenso de una mujer que, como no se dice, inició el camino hacia la presente crisis-estafa que sacude Europa... Una mujer que, por cierto, basó su irrupción en las esferas del poder, como suele ocurrir, en la dócil asunción del espíritu del patriarcado.



Nacho Fernández del Castro, 12 de Abril de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario