«Yo te quiero libre. Acaso pobre.
A veces,
vas a brotarme de organdí vestida (sin querer
me florece el lenguaje de otros seres).
Con amor te desnudo.
Quedas como mi carne.
Como mi corazón y sus latidos.
A menudo,
igual que los pequeños
ante una tienda de juguetería,
pego la cara
a las brillantes lunas
donde se venden las palabras bellas.
Las admiro.
A otros les sientan bien. Si se las colocara...
Las aparto al momento,
porque a mí no me sientan.
Y de nuevo voy cogiendo brazadas de palabras
entre la hierba fresca
y bajo el cielo.»
vas a brotarme de organdí vestida (sin querer
me florece el lenguaje de otros seres).
Con amor te desnudo.
Quedas como mi carne.
Como mi corazón y sus latidos.
A menudo,
igual que los pequeños
ante una tienda de juguetería,
pego la cara
a las brillantes lunas
donde se venden las palabras bellas.
Las admiro.
A otros les sientan bien. Si se las colocara...
Las aparto al momento,
porque a mí no me sientan.
Y de nuevo voy cogiendo brazadas de palabras
entre la hierba fresca
y bajo el cielo.»
(María Elvira LACACI; primera
mujer Premio Adonais en 1956; Ferrol, La Coruña, 1928 - Madrid, 9 de marzo de 1997.
“La palabra” en Al este de la ciudad, 1963 –Premio de la Crítica de Poesía
Castellana 1964-.)
El
problema es que, aquí y ahora, la nada,
por bella que fuere, se constituye inevitablemente
en apoyo del oprobio globalizado... Y
es que en un mundo hostil, cuando
cada cual es de alguna o muchas formas oprimido,
todo silencio sonoro es la pérdida
de una ocasión propicia para el grito,
para la denuncia, para la propuesta alternativa.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Abril de 2013
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