domingo, 7 de abril de 2013

Pensamiento del Día, 7-4-2013



«La psiquiatrización masiva de la población, de un modo premeditado o no, funciona de hecho como una privatización institucional del conflicto político, mediante la cual se “psicologiza” el paro, el trabajo precario, la explotación laboral y el llamado mobbing o "acoso psicológico" de los empleados. Una sociedad reducida a los puros vínculos privados –contratos bilaterales cada vez más fugaces– y tutelada por una tropilla de mecánicos-psicólogos es una sociedad en la que finalmente –cito experiencias desgraciadamente reales– el sindicato de una empresa defiende a sus afiliados de los malos tratos del jefe costeándole una terapia.»
 (Santiago ALBA RICO;Madrid, 1960.  “Egolatría”, comentario del libro del mismo título de Guillermo Rendueles Olmedo, en Rebelión –http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20084-, 14-9-2005.)
Asistimos impasibles a un fenómeno terrible: la desviación del conflicto laboral y político hacia los terrenos de la “salud mental”...
Cuando un ser humano tiene un “mal ajuste” en este mundo de trabajos precarios (que, en medio de la vorágine absurda y banalizada de la vida, derivan relaciones personales también superficiales y precarias) y opresión globalizada, alguien (que seguramente asegurará “quererle bien”) le aconsejará acudir a la consulta psiquiátrica o psicológica o, como mínimo, afrontar la rápida lectura de algún manual de autoayuda para “ponerse en situación” y aprender a “aceptar la realidad”.
De hecho, globalmente considerada, la “industria mental”, tanto en su faceta de atención profesional directa como en la de la literatura para “mejor situarnos en el mundo”, constituye hoy el primer bastión del sistema (previo a los más clásicos y coactivos: las porras y las togas) para imponer la aceptación de lo que hay.
La economía ha sustituido a la política, convirtiendo a la casta política en verdadera representante (cada día con menos disimulo) de los poderes económicos establecidos, pero, claro, esto no anula el conflicto real, en la calle, sino que lo multiplica, diversificando y extendiendo las formas de precarización de la vida... Así que nada más conveniente que señalar las resistencias y disidencias como locuras, desviaciones patológicas del comportamiento normal que, antes del empleo de la fuerza, deben ser encauzadas por las vías de una persuasión que, además de explotar nuevos campos de negocio, facilite la sumisa acomodación de cada cual (aislado como sujeto sin referentes colectivos) a la suerte de destino fatal que le toque en desgracia... Una consolación que, en este valle de lágrimas, viene a sustituir, en fin, la perdida confianza en la felicidad ultraterrena... Y lo intentará con “comeduras de tarro” muy profesionales y lecturas muy ejemplares para pasar, cuando la gravedad del caso lo requiera, directamente al opio marxiano que, de paso, impulsará el continuo crecimiento de la industria farmacológica.
En fin, la gran panacea del sistema de explotación y consumo: el desarrollo de un instrumento de control social que, además, es, en todas sus manifestaciones, un gran negocio.
Nacho Fernández del Castro, 7 de Abril de 2013

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