«Hay mucha agua sin vida en el
universo, pero en ninguna parte hay vida sin agua.»
(Sylvia
Alice EARLE; Gibbstown, New Jersey, Estados
Unidos, 30 de agosto de 1935.
Sea Change: A Message of the Oceans, 1996.)
Cada día hay más agua sin vida en el universo... Especialmente por los usos funestos que la especie humana hace de aquella,
imposibilitando la proliferación de ésta.
Y,
sin embargo, no hay vida sin agua... El
agua es la mayor parte de nosotros mismos y sólo el agua es capaz de alentar los latidos que
agitan la existencia. Eso fue, supone
Aristóteles, lo que llevó a Tales de Mileto a enunciar su primigenia metafísica acuática, piedra fundacional
de la ciencia y la filosofía occidentales... Su “todo es agua” es, pues, ante todo y
sobre todo una pulsión naturalista,
una verdadera exaltación de la vida
terrena frente a las rancias mitologías
del panteón politeísta y todas las magias
negras o blancas.
Aquí
y ahora el agua emblemática de nuestra región se emponzoña con las gestiones empresariales
nefastas e los intereses bastardos de los poderes financieros... El manantial de vida de la mítica Fuente
Santa parece a punto de convertirse en agua
sin vida, pese al honrado y constante trabajo de una plantilla de
trabajadoras y trabajadores que hace unos días, víctimas de un Expediente de Regulación Temporal de Empleo,
se vio forzada a convocar la primera huelga
de su larga historia.
Su
lucha es la más noble y la más simbólica...
Y debiera ser una lucha común, sin
fisuras. Es la lucha por la permanencia
de los usos racionales del agua más prístina como garantía de vida. De su vida,
claro, pero también de la vida de un
pueblo, de una comarca, de una región, de un Estado, del mundo... De la humanidad toda.
Nacho Fernández del Castro, 4 de Abril de 2013
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