«El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarlas con el dedo.»
(Gabriel José
de la Concordia GARCÍA
MÁRQUEZ; Aracataca, Colombia, 6 de marzo de 1927;
Premio Nobel de Literatura 1982. Cien años de soledad, 1967.)
En
su esforzado afán por proteger el idioma (tan acorde con los planes del Ministro de Educación y su Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa
para garantizar, ante todo, la profunda
inmersión lingüística en el castellano, hasta el ahogamiento si fuera
menester de cualesquiera otra lengua -salvo la del Imperio, claro está-, de
toda persona usuaria del recortado sistema
educativo), quienes dirigen las porras (más allá de los desayunos
matritenses) proponen el uso alternativo de términos como “acoso”, “amenaza” o “coacciones”.
¿Por ser más castizos?... Sin duda lo son, pero el asunto tal vez tenga un
poco más que ver, malpensado que es uno, con el hecho de que todas las
sugerencias aportadas corresponden a figuras
delictivas concretas contempladas en los Códigos correspondientes. O sea,
que no conforme con el descrédito mediático trasladado a través de sus voceros,
los responsables del ejercicio de la llamada violencia legítima pretenden
cerrar el círculo con una criminalización lingüística que facilite el paso de
las porras a las togas.

¿Se
atreverá la Real Academia Española de la Lengua a denunciar al Ministerio del Interior por invasión de competencias en materia de limpieza, fijación y esplendor del idioma?.
Nacho
Fernández del Castro,
26 de Abril de 2013
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