«Todo
estaba dispuesto, aunque nadie lo supiera porque la vida no avisa...»
(José Luis
SAMPEDRO SÁEZ; Barcelona, 1 de febrero de 1917 – Madrid, 8 de
abril de 2013. Inicio de la novela El río que nos lleva, 1961, 1982.)
Evidentemente, pocas cosas de las que pasan
en el mundo son azarosas, “casi todo está dispuesto” por alguien para el
beneficio propio y de sus colegas, aún a costa de la inmensa mayoría... Así que
quienes adoptan las disposiciones que configuran nuestro mundo tienen nombres y apellidos... Por eso preocupa tanto,
aquí y ahora, a las “gentes de orden” el escrache
y, a toda prisa y con la confusión del caso, articulan y legitiman el empleo de toda su fuerza contra él, animan y financian las diatribas de sus voceros
para demonizarlo... Es el cierre del
muy vicioso círculo de la violencia
institucional: primero se alientan y protegen esas iniciativas de negocio que acaban en la desmesurada e injustificable
violencia de una estafa social sin precedentes (que siguen llamando crisis, aunque sea, en realidad, una precarización de la vida como paso hacia
el oprobio globalizado) y, si alguien
protesta, se le arroja al fuego eterno de la violencia simbólica (medios de comunicación) y real (porras y togas).
Por
eso, José Luís Sampedro, más allá de los limados y convenientes perfiles que de
él nos ha venido ofreciendo la canalla
mediática (“¡fíjense si vivimos en una sociedad
democrática que hasta ensalzamos la figura de un viejecito que se dedica a
meterse con nosotros!”), ejerció, sobre todo y ante todo, el escrache intelectual.
Porque,
imposibilitado por su edad para la protesta constante ante los domicilios de
los grandes defraudadores, opresores y estafadores en general, abandonó pronto toda
cátedra, toda rigidez académica, para señalar de frente, con su obra literaria
y divulgativa, con sus escritos breves, llenos siempre de justa pasión y apasionado afán
de justicia, los culpables del desarrollo
de una desigualdad lacerante,
humanamente inadmisible... En suma, señalando, desde ese radical humanismo que todos parecen reconocerle (porque
queda bonito en las entradas de los diccionarios biográficos), la condición inhumana de los (económicamente) poderosos, sus testaferros políticos y sus voceros
mediáticos, dispuestos a sacrificar ufanamente el menguado bienestar de la mayoría en favor del aumento del beneficio propio.
¡Hasta
su longevidad fue, en muchos sentidos,
un acto de rebelde escrache cronológico,
que situándole durante mucho tiempo en la edad en la que ya es socialmente
admisible que uno pueda decir lo que le venga en gana, le permitía denunciar
directamente la profunda inmoralidad
de los discursos que empiezan a sonar en los más descarados labios neocon para exigir la cercanía entre la edad de jubilación y la de muerte!.
Por
eso, ahora que José Luís Sampedro no está ya entre nosotros, seguir su ejemplo
y buscar la sabiduría para saber entender
y hacer muchas de estas cosas... Y no distraer nuestras disidencias y
resistencias. Porque “la vida no avisa”.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Abril de 2013
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