viernes, 13 de diciembre de 2019

EL CENTRO MUNICIPAL INTEGRADO DEL LLANO CIERRA, EL MARTES 17 DE DICIEMBRE, LA PROGRAMACIÓN DEL TERCER CUATRIMESTRE DE 2019 DE SU FORO DE FILOSOFÍA POPULAR CON UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE LA CORRUPCIÓN SISTÉMICA AQUÍ Y AHORA (¿”ENTRE PILLOS ANDA EL JUEGO”?)

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El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), en su sesión del mes de Diciembre-2019 (Martes, 17, a las 19’30 horas),  del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” abordará el tema «La filosofía ante la corrupción sistémica aquí y ahora: ¿“Entre pillos anda el juego”?». La sesión se plantea como reflexión general y concreta que, inevitablemente debe partir de la vivencia inequívoca, presente cada día en todos los medios de comunicación social,  de un cierto “hedor a corrupción política” al que, por desgracia, parece que nos vamos acostumbrando (Gurtel, Púnica, Marea, ERE, son nombres que ya forman parte de esa desgracia de diccionario popular de la desvergüenza)… En la España de 2017, según los datos del Consejo Superior del Poder Judicial se abrieron 1.700 causas judiciales relacionadas con la corrupción política, resultando investigados más de medio millar de políticos (siendo las comunidades con más casos investigados Andalucía, 541 para una población de casi ocho millones y medio, y Valencia, 200 para una población de algo más de cinco millones, frente a La Rioja, con sólo 4 casos para una población de casi 325.000 habitantes)… Una situación, en fin, que, en cualquier caso, pone en solfa y bajo sospecha, ante la ciudadanía, toda dedicación voluntaria a los asuntos públicos (hasta convertir, por ejemplo, a todo concejal de Urbanismo en probable corrupto; o, en general, a las propias personas que a la política se dedican en uno de los “problemas fundamentales del país” –casi estabilizado ya en la segunda posición, tras el paro-, según revelan cada mes las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre las percepciones de la ciudadanía)… En efecto, a cualquier lado que miremos, la corrupción política parece crecer cual mala hierba que impide todo atisbo de cosecha democráticaLo público se pone, sin gran rubor, al servicio de los intereses privados destrozando paisajes, mutando leyes cuando es menester según la conveniencia de los (verdaderos) poderes económicos, diezmando recursos físicos y humanos, empobreciendo pueblos e imposibilitando la vida en el medio natural…
Resultado de imagen de El Roto sobre corrupción políticaY es que el discurso de los ajustes urgentes e imprescindibles fue derivando prácticas, cuanto menos paradójicas: mientras los causantes y propagadores del crack financiero recibían cuantiosas subvenciones de dinero público para “salvar sus entidades” (que les permiten cobrar sueldos y primas astronómicos), la ciudadanía de a pie era vapuleada por el desempleo, las congelaciones y reducciones salariales, la precarización laboral, la desregulación de la jornada, los avisos de desahucio, el incremento de impuestos para la rentas del trabajo y la constante amenaza de ocaso del débil y menoscabado bienestar público... La “refundación del capitalismo” de la que todos los paladines del orden (bipartidista) establecido (de Sarkozy a Zapatero) hablaban al principio de la crisis, parece haber consistido simplemente en dejarlo campar a sus anchas, en la completa e incondicional rendición de lo político (los intereses  públicos, el cuidado del bien común) a lo económico (los intereses  privados, la multiplicación del beneficio particular a costa de lo que sea)… Y los amos del mundo parecen empeñados, en medio de una oleada ultraconservadora en la política mundial, en que esa precarización de la vida no tenga retorno, en que crezca o no el producto interior bruto mundial las desigualdades se disparen, en que mientras las cifras macroeconómicas repuntan la microeconomía cotidiana siga siendo cruel para los más… Con ello, la crisis económica va convirtiéndose (más allá de los menores o mayores repuntes) en una verdadera crisis social en la que, además de la división del planeta en Norte (países económicamente desarrollados y subdesarrollantes) y Sur (países económicamente subdesarrollados y desarrollantes), va extendiéndose en el propio mundo rico una inmensa bolsa de pobreza (eso que eufemísticamente llamamos “cuarto mundo”) que ya sólo puede sobrevivir de la limosna pública (esos 400 euros mensuales que reciben las personas paradas cuyas unidades familiares se han quedado ya sin ingreso alguno) o privada (comiendo en las Cocinas Económicas o recibiendo asistencia del Banco de Alimentos, vistiéndose en los roperos de Cáritas, durmiendo en los albergues para transeuntes,...). A su lado, el patrimonio de apenas una docena de las mayores fortunas de España bastaría para financiar todos los recortes que el gobierno ha hecho en los años más crudos de la crisis... No es nuevo el fenómeno, ya Benito Pérez Galdós, el centenario de cuya muerte será en 2020, lo retrataba con precisión en su Dinero, dinero, dinero (1865): «No es la Discordia, es la crisis. La crisis financiera, que es la más terrible de las crisis. La pobreza, mas no de uno, sino de todos los españoles, la bancarrota de una nación, la sublimidad del desfalco, el trueno reducido a su más augusta expresión».

Resultado de imagen de El Roto sobre corrupción políticaHoy, en cualquier caso, las políticas neoliberales de ajuste se imponen en todo el viejo mundo económicamente desarrollado, mientras asistimos a cierta emergencia económica de los países que, precisamente, han abandonado tales políticas… Aunque frecuentemente abortada por los intereses de los viejos poderes fácticos y el nuevo (des)orden económico mundial. Porque, digámoslo ya, los recortes drásticos del sector público, en realidad, se transforman rápidamente en disolución de derechos básicos como el acceso a la salud (ya con una disminución de la esperanza de vida en España, para contento del FMI, por primera vez en décadas), a la educación (ya con miles de personas excluidas de un sistema educativo en deterioro, por falta de apoyos o de recursos a partir de recortes en dotaciones y becas), a la protección de la dependencia (ya casi paralizada por la drástica reducción de recursos), a la vivienda (ya con cientos de miles de familias desahuciadas por unos bancos sostenidos con dinero público), al trabajo (ya con un proceso de precarización galopante que convierte el empleo digno en un artículo de lujo)... Y, en definitiva, en una privatización de los derechos (el que quiera salud, educación, pensiones o atención a sus dependencias que se lo compre en los mercados correspondientes,... si es que puede) que supone un proceso planificado de precarización de la vida para la inmensa mayoría de la población (abocada a la caridad cuando no puede acceder a esos mercados)... ¿Es aún posible, aquí y ahora, y contando con la indefensión aprendida por la ciudadanía del presente, mantener un mínimo de cohesión social?... ¿Es, en suma, posible hablar siquiera de paz social en medio de esta opresión globalizada que dinamita cualquier atisbo de bienestar universal y desanima el acceso a una participación democrática radicalmente ritualizada desde perspectivas meramente procedimentales que ahogan la esencia misma de la llamada voluntad popular?.
Resultado de imagen de Forges sobre corrupción políticaSon interrogantes que se perfilan ante una ciudadanía atónita, porque, vista a pie de calle, ¿qué democracia es ésta en la que los grandes especuladores son “premiados” por los poderes públicos (cada día con menos poder real) para compensar los descalabros de sus ambiciones con el dinero de todos?, ¿qué democracia es ésta en la que el poder real va ejerciéndose (cada día con menos tapujos) por los consejos de administración de las grandes corporaciones económicas, totalmente ajenas a cualquier atisbo de control popular?, ¿qué democracia es ésta en la que los beneficios acumulados en los ciclos de bonanza económica revierten en los amos del mundo, mientras las menguas económicas de las crisis las pagan sus nuevos esclavos (o sea, todos)?, ¿qué democracia es ésta en la que la creciente desafección política (patente en la indiferencia política de la juventud, en una abstención creciente y frecuentemente mayoritaria, en la situación de la casta política como segundo o tercer gran problema del país en las encuestas, etc.) no logra ni tan siquiera obstaculizar un poco, o hacer que por lo menos se disimule, la obscena y onerosa dramaturgia de unas instituciones políticas obsoletas, nada representativas (salvo en el sentido más teatral del término) y totalmente inútiles, que viven inmersas en un juego de apariencias al servicio directo de los poderosos (a los que llaman, eufemísticamente, mercados)?, ¿qué democracia es ésta que hace de la corrupción el combustible y el lubricante necesarios para que funcionen los propios motores y  engranajes del sistema?... No es, por supuesto, cuestión fácil responder a este tipo de  preguntas; pero es un reto ineludible (aunque la “intelectualidad integrada” lo eluda continuamente con actos de omisión vergonzantes) para una filosofía política del presente. ¿Se puede sostener un espectáculo democrático vacío de poder como cortina de humo protectora del juego de intereses de los verdaderos dueños del mundo?... ¿Se debe aceptar, en suma, que “lo público” se vaya reduciendo cada vez más al sostenimiento de unas élites políticas que, lejos de representar al pueblo (o, tan siquiera, a sus votantes),  actúan como casta que se autorreproduce al servicio del poder económico?. Porque ésta, más que la meramente económica, es la verdadera corrupción de la democracia: el planteamiento del sistema como un juego de alternancias entre relatos (perfectamente compatibles, pero aparentemente irreconciliables al manejar la exageración de las diferencias en aras de la creación de una suerte de “antagonismo de los partidarios” como patológico mecanismo de reducción de la angustia social) sobre “el mejor de los mundos posibles” por parte de una élites políticas que sólo representan a los verdaderos poderes económicos (de los que ejercen como más o menos disimulados testaferros), mientras la gestión política es llevada a cabo por un alto funcionariado independiente de cualquier control democrático… Algo de esto intuía ya la bicentenaria Concepción Arenal cuando afirmaba que «la democracia, como la aristocracia, como todas las instituciones sociales, llama calumnias a las verdades que le dicen sus enemigos y justicia a las lisonjas de sus parciales» (La igualdad social y política y sus relaciones con la libertad, 1898).
Resultado de imagen de Forges sobre corrupción políticaEvidentemente el movimiento de los indignados (según el título que recibiera del librito-llamada, Indignez-vous! -¡Indignaos!-, de Stéphane Hessel de 2010) que, especialmente en los años 2011 y 2012, mostró el hartazgo popular extendiéndose por las calles y plazas de todo el mundo,  desde el 15M y la ocupación de la madrileña Plaza de Sol (junto a las más emblemáticas de cientos de ciudades españolas) hasta Occupy Wall Street, pasando por las cuarenta mil personas que el 29 de mayo de 2011 llenaron con sus quejas la Plaza Syntagma de Atenas, fue la sacudida que situó en primer plano la gran corrupción política, no la del dinero público malversado y robado (que ya estaba en los medios), sino la del robo de la propia democracia a través de sufragios ritualizados para alternar en el poder formal, en una representación de teatro de sombras, partidos políticos que actuarían (encubiertos, como decimos, por el patológico síntoma de la “exageración de las diferencias”) como solidarios testaferrros de los intereses del verdadero poder, el económico. Su grito “¡No nos representan!” situó en el debate público la crisis de las democracias representativas en un mundo globalizado que desplaza los centros de toma de decisión política desde las instituciones gubernamentales de los Estados hacia los Consejos de Administración de las grandes empresas transnacionales; y supuso una verdadera deslegitimación de unas instituciones pseudodemocráticas y, con ello, de sus instrumentos de dominio (de los medios de comunicación social comprados por el propio poder económico –para construir cosmovisiones e imaginarios colectivos que “naturalicen” el estado de cosas y criminalicen cualquier alternativa-, al uso de las porras y las togas al servicio de normas como la nueva Ley de Seguridad Ciudadana española que condenan y castigan toda disidencia y/o resistencia ante lo considerado “políticamente correcto”)...
Resultado de imagen de Forges sobre corrupción políticaAhora bien, ¿cómo pasar de ese grito sabiamente deslegitimador al combate directo del modelo elitista que caracteriza las democracias parlamentarias (y bipartidistas) existentes sin caer en sus vicios internos (burocratización de procesos selectivos ajenos al debate político como medio para la consagración de castas al servicio de lobbies) y externos (representación real de los intereses de esos grupos de presión con olvido de la ciudadanía de a pie)?... ¿Cómo encontrar una “filosofía a pie de calle” (reclamada en un sentido originario, por ejemplo, por Marina Garcés desde su Filosofía inacabada, 2015, que va ya abriendo ya un camino -Fuera de clase: Textos de filosofía de guerrilla, 2016, o Nueva ilustración radical, 2017- en su intento de recuperar Un mundo común, 2013) capaz de alentar el debate público en ese combate redemocratizador?... En esa apuesta parecían estar nuevos partidos que, con buenas –sorprendentes, a veces- expectativas electorales, se encuadraron, de algún modo, en este fenómeno crítico de la escena política (buscando formas para resetear el sistema, que dirían Joan Subirats y Fernando Vallespín –España/Reset: herramientas para un cambio de sistema, 2015-, aún cuando las posibilidades de que desde las instituciones se pueda articular cambio radical alguno sean mínimas, como argumenta lúcidamente Slavoj Žižek –Acontecimiento, 2014-), como SYRIZA (Coalición de la Izquierda Radical) en Grecia o Podemos en España?... Y la evolución de las cosas parece dar la razón al mediático Žižek: ¿quiénes querrán, podrán y sabrán siquiera contribuir a la necesaria y urgente reconstrucción participativa de la democracia para convertirla en una “revolución ciudadana” que devuelva las instituciones al eso que, tantas veces con descarada demagogia, se da en llamar “pueblo” para que pueda manifestar y ejercer su voluntad de bien común?.
Porque esa es la gran cuestión a la hora de plantearse cómo pueda hoy, aquí y ahora, el pensamiento crítico enfrentarse a esas prácticas políticas corruptas legitimadas por el multiforme eco del discurso único de la democracia elitista: ¿cómo traducir la desafección política generalizada en impulso hacia otra concepción de la gestión pública, hacia una participación efectiva, constante y exigente de cada cual en lo que son asuntos de todos?...
Ya el propio Pérez Galdós lo veía muy problemático en su tiempo, como muestra los diálogos de los personajes de Cánovas (Episodios Nacionales, Quinta serie, 1912):
«- Segismundo: Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz razapobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos... Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria. ¿Crees tú, Titilo, en la revolución?
- Titilo: Yo no -contesté resueltamente- No. No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos [...] La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental».
Resultado de imagen de Faro sobre corrupción políticaNada nuevo bajo el sol… Porque, en definitiva se trata de lo de siempre: ¿cómo renovar el anhelo que, en una situación similar (que culminó con la condena y muerte de Sócrates), llevó precisamente al mismísimo Platón (según confiesa en su Carta VII, 325d: «Al ver esto y al ver a los hombres que dirigían la política, cuanto más consideraba yo las leyes y las costumbres, y más iba avanzando en edad, tanto más difícil me fue pareciendo administrar bien los asuntos del Entado. (...) La legislación y la moralidad estaban corrompidas hasta tal punto que yo, lleno de ardor al principio para trabajar por el bien público, considerando esta situación y de qué manera iba todo a la deriva, acabé por quedar aturdido. (...) Finalmente llegué a comprender que todos los Estados actuales están mal gobernados, pues su legislación es prácticamente incurable sin unir unos preparativos enérgicos a unas circunstancias felices. Entonces me sentí  irresistiblemente movido a dedicarme a la verdadera filosofía, y a proclamar que sólo con su luz se puede reconocer dónde está la justicia en la vida pública y en la vida privada. Así, pues, no acabarán los males para el ser humano hasta que llegue la raza de los auténticos y puros filósofos al poder, hasta que los jefes de las ciudades, por una especial gracia de la divinidad, no se pongan verdaderamente a filosofar.»  ) a “fundar” la filosofía?.
Resultado de imagen de Faro sobre corrupción políticaTodo ello será desarrollado por el propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro, que, como siempre, facilitará a las personas participantes un dossier con documentación sobre el tema abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y cinematográficas, e informaciones de interés). Tras su intervención (e, incluso, durante la misma) habrá un debate general entre todas las personas presentes. La sesión, qye se celebra en relación con el Día Internacional contra la Corrupción (9 de Diciembre),  tendrá lugar en el Aula 3 de la Segunda Planta, con asistencia libre.

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