martes, 18 de junio de 2019

EL CENTRO MUNICIPAL INTEGRADO DEL LLANO CONCLUYE, EL DÍA 25 DE JUNIO LA PROGRAMACIÓN DEL PRIMER SEMESTRE DE 2019 DE SU FORO DE FILOSOFÍA POPULAR CON UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE LA DESCONFIANZA CIUDADANA EN LAS INSTITUCIONES AQUÍ Y AHORA (SOBRE POLÍTICA, GESTIÓN PÚBLICA Y SERVICIO A LA CIUDADANÍA)


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El Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), en la sesión del mes de Junio-2019 (Martes, día 25, a las 19’30 horas), como cierre de la Programación del Primer Semestre de 2019 de su Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora”, abordará el tema «La filosofía ante la desconfianza ciudadana en las instituciones aquí y ahora: Sobre política, gestión pública y servicio a la ciudadanía». La sesión se plantea como reflexión general y concreta que ha de partir necesariamente de los fenómenos que hacen patente una pérdida de entusiasmo democrático con las instituciones públicas en conjunción con una creciente exigencia ciudadana hacia unos servicios públicos menguados en sus recursos: la abstención (con su amalgama de variopintas motivaciones) se ha consolidado por encima del 30% y es, casi siempre, el no-partido más votado; las encuestas (por ejemplo, las del Centro de Investigaciones Sociológicas) señalan, ya de forma estable, a los representantes políticos como uno de los mayores problemas de este país (por encima del terrorismo o las tensiones territoriales); la corrupción política crece sin parar, con más de mil políticos de diversas adscripciones condenados o imputados en diversas causas (en las últimas elecciones generales, por primera vez, alguno de los “partidos con aspiraciones de gobierno” ha tenido el dudoso honor de tener más políticos encarcelados que escaños en el parlamento) y todos los responsables locales de Urbanismo bajo sospecha; los políticos, por otra parte, cada vez se atrincheran más en una suerte (o desgracia) de casta, conformando élites que se van alternando, según sus propios rituales, en las instituciones del poder formal tras otra casta de burócratas independiente de todo control popular; el fenómeno de las llamadas “puertas giratorias”, paso de las responsabilidades públicas a otras en sectores de la economía privada más o menos directamente relacionados con las antiguas ocupaciones, sigue sin ningún freno real; los servicios públicos son interesadamente menoscabados desde las administraciones mediante una merma de recursos, que se transfieren directa o indirectamente a los negocios privados, aumentando la desmotivación de un funcionariado “abandonado a su suerte”; la ciudadanía responde, con frecuencia creciente, ante esta situación neurotizante con violencia, verbal o física, dirigida a la cara visible de los servicios, el funcionariado que los desempeña; etc. La política parece haber dejado de ser, así, el noble arte dedicado a la mejor organización de la vida en la polis para garantizar el bien común, tornándose en refugio de pícaros y truhanes de diverso pelaje dispuestos, sin demasiados escrúpulos, a garantizar su propia mejor vida a costa del patrimonio común de la polis, dejando a un funcionariado desanimado y cada vez más precario (en recursos y en condiciones laborales) como barrera ante la extensión del descontento ciudadano, capaz sin embargo de captar la necesidad de unos servicios públicos de calidad para el desarrollo de una convivencia en condiciones mínimas de igualdad y cohesión social. Y es que, en efecto, a cualquier lado que miremos, la corrupción política (en oscura connivencia entre lo público y lo privado llena de sobres sospechosos y puertas giratorias indecentes) parece crecer cual mala hierba que impide todo atisbo de cosecha democráticaLo público se pone, sin gran rubor, al servicio de los intereses privados destrozando paisajes, mutando leyes cuando es menester según la conveniencia de los (verdaderos) poderes económicos, diezmando recursos físicos y humanos, empobreciendo pueblos e imposibilitando la vida en el medio natural… El discurso de los ajustes urgentes e imprescindibles deriva, así, prácticas, cuanto menos paradójicas: mientras los causantes y propagadores del crack financiero reciben cuantiosas subvenciones de dinero público para “salvar sus entidades” (que les permiten cobrar sueldos y primas astronómicos), la ciudadanía de a pie es vapuleada por el desempleo, las congelaciones y reducciones salariales, la precarización laboral, la desregulación de la jornada, los avisos de desahucio, el incremento de impuestos para la rentas del trabajo y la constante amenaza de ocaso del débil y menoscabado bienestar público... La “refundación del capitalismo” de la que todos los paladines del orden (bipartidista) establecido (de Sarkozy a Zapatero) hablaban al principio de la crisis, parece haber consistido simplemente en dejarlo campar a sus anchas, en la completa e incondicional rendición de lo político (los intereses  públicos, el cuidado del bien común) a lo económico (los intereses  privados, la multiplicación del beneficio particular a costa de lo que sea). Porque va extendiéndose en el propio mundo rico una inmensa bolsa de pobreza (eso que eufemísticamente llamamos “cuarto mundo”) que ya sólo puede sobrevivir de la limosna pública (esos 400 euros mensuales que reciben algunas personas paradas cuyas unidades familiares se han quedado ya sin ingreso alguno) o privada (comiendo en las Cocinas Económicas o recibiendo asistencia del Banco de Alimentos, vistiéndose en los roperos de Cáritas, durmiendo en los albergues para transeuntes,...); mientras, a su lado, el patrimonio de apenas una docena de las mayores fortunas de España bastaría para financiar todos los recortes que el gobierno ha hecho en los años más crudos de la crisis...
Resultado de imagen de Chistes sobre servicios públicosEvidentemente el movimiento de los indignados (según el título que recibiera del librito-llamada, Indignez-vous! -¡Indignaos!-, de Stéphane Hessel de 2010) que, especialmente en los años 2011 y 2012, mostró el hartazgo popular extendiéndose por las calles y plazas de todo el mundo,  desde el 15M y la ocupación de la madrileña Plaza de Sol (junto a las más emblemáticas de cientos de ciudades españolas) hasta Occupy Wall Street, pasando por las cuarenta mil personas que el 29 de mayo de 2011 llenaron con sus quejas la Plaza Syntagma de Atenas, fue la sacudida que situó en primer plano la gran corrupción política, no la del dinero público malversado y robado (que ya estaba en los medios), sino la del robo de la propia democracia a través de sufragios ritualizados para alternar en el poder formal, en una representación de teatro de sombras, partidos políticos que actuarían (encubiertos por el patológico síntoma de la “exageración de las diferencias”) como solidarios testaferrros de los intereses del verdadero poder, el económico. Su grito “¡No nos representan!” situó en el debate público la crisis de las democracias representativas en un mundo globalizado que desplaza los centros de toma de decisión política desde las instituciones gubernamentales de los Estados hacia los Consejos de Administración de las grandes empresas transnacionales; y supuso una verdadera deslegitimación de unas instituciones pseudodemocráticas y, con ello, de sus instrumentos de dominio (de los medios de comunicación social comprados por el propio poder económico –para construir cosmovisiones e imaginarios colectivos que “naturalicen” el estado de cosas y criminalicen cualquier alternativa-, al uso de las porras y las togas que condenan y castigan toda disidencia y/o resistencia ante lo considerado “políticamente correcto”)... Ahora bien, ¿cómo pasar de ese grito sabiamente deslegitimador al combate directo del modelo elitista que caracteriza las democracias parlamentarias (y bipolares) existentes sin caer en sus vicios internos (burocratización de procesos selectivos ajenos al debate político como medio para la consagración de castas al servicio de lobbies) y externos (representación real de los intereses de esos grupos de presión con olvido de la ciudadanía de a pie)?... ¿Cómo encontrar una “filosofía a pie de calle” (reclamada en un sentido originario, por ejemplo, por Marina Garcés desde su Filosofía inacabada, 2015, que va ya abriendo ya un camino -Fuera de clase: Textos de filosofía de guerrilla, 2016, o Nueva ilustración radical, 2017- en su intento de recuperar Un mundo común, 2013) capaz de alentar el debate público en ese combate redemocratizador?... En esa apuesta aparentaban estar nuevos partidos que, con buenas –sorprendentes, a veces- expectativas electorales, se encuadraron, de algún modo, en este fenómeno crítico de la escena política (buscando algunos cauces para resetear el sistema, que dirían Joan Subirats y Fernando Vallespín –España/Reset: herramientas para un cambio de sistema, 2015-, aún cuando las posibilidades de que desde las instituciones se pueda articular cambio radical alguno sean mínimas, como argumenta lúcidamente Slavoj Žižek –Acontecimiento, 2014-), como SYRIZA (Coalición de la Izquierda Radical) en Grecia o Podemos en España... Pero la evolución de las cosas parece dar la razón al mediático Žižek: ¿quiénes querrán, podrán y sabrán siquiera contribuir a la necesaria y urgente reconstrucción participativa de la democracia para convertirla en una “revolución ciudadana” que devuelva las instituciones al eso que, tantas veces con descarada demagogia, se da en llamar “pueblo” para que pueda manifestar y ejercer su voluntad de bien común?.
Resultado de imagen de El Roto sobre servicios públicosPorque esa es la gran cuestión a la hora de plantearse cómo pueda hoy, aquí y ahora, el pensamiento crítico enfrentarse a esas prácticas políticas corruptas legitimadas por el multiforme eco del discurso único de la democracia elitista: ¿cómo traducir la desafección política generalizada en impulso hacia otra concepción de la gestión pública, hacia una participación efectiva, constante y exigente de cada cual en lo que son asuntos de todos?... ¿Cómo renovar, en suma, el anhelo que, en una situación similar (que culminó con la condena y muerte de Sócrates), llevó precisamente al mismísimo Platón (según confiesa en su Carta VII, 325d: «Al ver esto y al ver a los hombres que dirigían la política, cuanto más consideraba yo las leyes y las costumbres, y más iba avanzando en edad, tanto más difícil me fue pareciendo administrar bien los asuntos del Entado. (...) La legislación y la moralidad estaban corrompidas hasta tal punto que yo, lleno de ardor al principio para trabajar por el bien público, considerando esta situación y de qué manera iba todo a la deriva, acabé por quedar aturdido. (...) Finalmente llegué a comprender que todos los Estados actuales están mal gobernados, pues su legislación es prácticamente incurable sin unir unos preparativos enérgicos a unas circunstancias felices. Entonces me sentí  irresistiblemente movido a dedicarme a la verdadera filosofía, y a proclamar que sólo con su luz se puede reconocer dónde está la justicia en la vida pública y en la vida privada. Así, pues, no acabarán los males para el ser humano hasta que llegue la raza de los auténticos y puros filósofos al poder, hasta que los jefes de las ciudades, por una especial gracia de la divinidad, no se pongan verdaderamente a filosofar.»  ) a “fundar” la filosofía?.
Resultado de imagen de Chistes sobre funcionariosPor supuesto, la ciudadanía, el demos, el pueblo cada vez se siente (se sabe) más alejado de cualquier participación efectiva en el poder (un poder que, en último extremo, oscila entre las grandes corporaciones transnacionales que sólo reconocen la democracia del dinero y las pequeñas instituciones locales, incluyendo los viejos y gastados Estados-nación, con una capacidad de gobierno cada día más residual, formal y corrupta) y más cuestionado en sus opciones reales de acceso a unos servicios públicos de calidad en condiciones de igualdad… Lo que, unido al proceso de subjetivización de la vida, deriva respuestas individualistas que oscilan entre el “¡sálvese quien pueda!” (o sea, “quien quiera sanidad, educación, pensiones, seguridad ciudadana, justicia, gestión administrativa o atención a la dependencia de calidad que se las pague”), la sumisión a “lo que hay” y los rebotes más o menos violentos. Porque, digámoslo ya, los recortes drásticos del sector público, en realidad, se transforman rápidamente en disolución de derechos básicos como el acceso a la salud, a la educación, a la protección de la dependencia, a la vivienda, al trabajo... Y, en definitiva, en una privatización de los derechos (el que quiera salud, educación, pensiones o atención a sus dependencias que se lo compre en los mercados correspondientes,... si es que puede) que supone un proceso planificado de precarización de la vida para la inmensa mayoría de la población (abocada a la caridad cuando no puede acceder a esos mercados)...
¿Cómo intentar rearmar una participación efectiva de la ciudadanía en la toma de decisiones que son relevantes para su vida?, ¿cómo recuperar, aquí y ahora, un demos que, más allá del maltrecho concepto (y las indignas prácticas) de la representación popular mediada por los partidos políticos, sea capaz de reconstruir su papel como agente activo en los asuntos públicos?, ¿cómo recuperar la efectividad de y la confianza en los servicios públicos de sanidad, educación, justicia, seguridad ciudadana, gestión administrativa o atención a la dependencia, como único garante de una convivencia igualitaria?...
Imagen relacionadaTodo ello, en suma, habrá de situarnos ante un dilema central: ¿es posible aún la regeneración de las instituciones representativas de las democracias realmente existentes como garantes del ejercicio colectivo del bien común o, por el contrario, cualquier paso hacia una verdadera recuperación de la democracia exige el hallazgo, desarrollo y fomento de nuevos cauces de participación ciudadana adaptados al aquí y al ahora para un pacto social efectivo que determine la esencia y articulación de ese bien común en el presente?... Y ¿es aún posible, en tal contexto y contando con la indefensión aprendida por la ciudadanía del ahora, revitalizar una concepción y una práctica del servicio público que contribuya a la cohesión social?...
Resultado de imagen de día de las naciones unidas para la administración públicaEste planteamiento será desarrollado, desde un enfoque participativo y problematizador, por el propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro, que, como siempre, facilitará a las personas participantes un dossier con documentación sobre el tema abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y cinematográficas, e informaciones de interés). Tras su intervención (e, incluso, durante la misma) habrá un debate general entre todas las personas presentes. La sesión, que se celebra en relación con el Día de las Naciones Unidas para la Administración Pública (23 de Junio),  tendrá lugar en el Aula 3 (Segunda Planta), con asistencia libre.

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