lunes, 15 de diciembre de 2014

EL CENTRO MUNICIPAL INTEGRADO DEL LLANO CIERRA LA PROGRAMACIÓN DEL TERCER CUATRIMESTRE DE 2014 DEL FORO DE FILOSOFÍA POPULAR (16 DE DICIEMBRE) CON UNA REFLEXIÓN SOBRE LA FILOSOFÍA ANTE EL FRACASO DEL PROYECTO MODERNO AQUÍ Y AHORA (DE LOS DERECHOS HUMANOS COMO LASTRE EN EL MUNDO DEL “¡SÁLVESE QUIEN PUEDA!”)



 
El Martes, 16 de Diciembre de 2014, a las 19’30 horas,  en el Centro Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón), se desarrollará la sesión mensual del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y ahora” en la que se abordará el tema«La filosofía ante el fracaso del proyecto moderno aquí y ahora: De los Derechos Humanos como lastre en el mundo del “¡sálvese quien pueda!”». La sesión se plantea como reflexión general y concreta a partir de los interrogantes que el acelerado declive del “mundo construído desde la modernidad” se abre ante una ciudadanía atónita: ¿qué mundo es éste en el que los grandes especuladores son “premiados” por los poderes públicos (cada día con menos poder real y, desde luego, menos vocación pública) para compensar los descalabros de sus ambiciones con el dinero de todos?, ¿qué mundo es éste en el que el poder real va ejerciéndose (cada día con menos tapujos) por los consejos de administración de las grandes corporaciones económicas, totalmente ajenas a cualquier atisbo de control popular?, ¿qué mundo es éste en la que los beneficios acumulados en los ciclos de bonanza económica revierten en los amos del mundo, mientras las menguas económicas de las crisis las pagan sus nuevos esclavos (o sea, todos)?, ¿qué mundo es éste en el que la creciente desafección política (patente en tanta indiferencia y apatía ciudadana, en una abstención creciente y frecuentemente mayoritaria, en la situación de la casta política como tercer gran problema del país en las encuestas, etc.) no logra ni tan siquiera obstaculizar un poco, o hacer que por lo menos se disimule, la obscena y onerosa dramaturgia de unas instituciones políticas obsoletas, nada representativas y totalmente inútiles, que viven inmersas en un juego de apariencias al servicio directo de los poderosos (a los que llaman, eufemísticamente, mercados)?, ¿qué mundo es éste en el que la corrupción se consagra como el combustible y el lubricante necesarios para que funcionen sus propios engranajes?... O  sea: cuando alguien más o menos preciso, más o menos ubicuo, más o menos imaginario, pero con mando en plaza  dice el nombre de nuestro país (seguramente junto a otras penínsulas mediterráneas de gran tradición clásica) y nuestras autoridades proceden, prestas, a abrir desmesuradamente los ojos, a mirarse con signos compartidos de cautela y suspicacia, a tratar de pegarse a cualquier rincón o elemento protector para que su presencia sea lo menos notoria posible, éste no puede ser ya el mundo moderno, el ámbito de la libertad, la igualdad y la fraternidad, el espacio de la razón universal (y universalista), sino tan sólo el universo del “¡sálvese quien pueda!”.
Y ya está... O no está, porque seguramente la cosa acabará en que, más allá de los torticeros discursos de los mandamases, “nuestras autoridades” aprovecharán para meternos en vereda, para hacernos más fuertes en el sufrimiento creciente, para rebajar los humos de nuestros pretendidos derechos... Vamos, todas esas cosas que se hacen por nuestro bien: quitarnos dinero, quitarnos la vivienda, quitarnos un poquito de salud y educación cada día, quitarnos atención a nuestras dependencias,... ¡Loable empeño que, sin duda, hará a quienes logren sobrevivir mucho más resistentes ante la adversidad!.
Y es que, digámoslo ya, ese “fracaso de la modernidad” va derivando en crecientes y ufanos dogmas que sitúan el desarrollo en la aplicación de los derechos humanos (en sus tres generaciones: derechos civiles y políticos, derechos sociales y laborales y derechos relativos a la paz y el medio ambiente) a las legislaciones nacionales como un lastre para la “viabilidad (económica) del mundo”, de “carga insoportable para una sociedad”, de “rémora para el desarrollo económico”. Así lo mostraban, sin ir más lejos (y sin rubor alguno), las advertencias del Fondo Monetario Internacional en el Capítulo 4 de su Informe sobre la estabilidad financiera mundial 2012 al señalar como “la prolongación de la esperanza de vida acarrea costos financieros” para toda la economía: a través de los planes de jubilación y la Seguridad Social para los gobiernos, a través de los planes de prestaciones definidas para las empresas, a través de la venta de rentas vitalicias para las compañías de seguros, a través de obstáculos para el acceso a prestaciones garantizadas para la ciudadanía (calculaba, de hecho, el neoliberal organismo que, si la esperanza de vida aumentase de aquí a 2050 tres años más de lo previsto, los costes del envejecimiento poblacional, “que ya son enormes”, se incrementarían en un 50%, por lo que recomendaba a los países que “neutralicen financieramente los peligros de vivir más años de lo esperado” para lo que “es necesario combinar aumentos de la edad de jubilación -bien por imposición del gobierno o de forma voluntaria- y de las contribuciones a los planes de pensiones con recortes de las prestaciones futuras”, porque “si no es posible incrementar las contribuciones o subir la edad de retiro, posiblemente haya que recortar las prestaciones”)... El gobierno español, aplicadamente, se apresuró a introducir esas directrices en su reforma de las pensiones auspiciada por (para “que los gobiernos reconozcan que se encuentran expuestos al riesgo de longevidad”, y, a partir de ahí, se muestren prestos para “adoptar métodos para compartir mejor el riesgo con los organizadores de planes de pensiones del sector privado y los particulares”, y, por ende, “recurrir a los mercados de capital para transferir el riesgo de longevidad de los planes de pensiones a quienes tienen más capacidad para gestionarlo”).
El ejemplo no es baladí, pero se transmite, además, a todas las políticas neoliberales de ajuste que se imponen en todo el viejo mundo económicamente desarrollado, mientras se asiste a la emergencia económica de nuevos países que precisamente han abandonado tales políticas, recortes drásticos del sector público... Unos recortes que, en realidad (y como ellos tuvieron ocasión de padecer), se transforman rápidamente en disolución de derechos básicos como el acceso a la salud (ya con una disminución de la esperanza de vida en España, para contento del FMI, por primera vez en décadas), a la educación (ya con miles de personas excluídas de un sistema educativo en deterioro, por falta de apoyos o de recursos a partir de recortes en dotaciones y becas), a la protección de la dependencia (ya casi paralizada por la drástica reducción de recursos), a la vivienda (ya con cientos de miles de familias desahuciadas por unos bancos “sostenidos” con dinero público), al trabajo (ya con un proceso de precarización galopante que convierte el empleo digno en un artículo de lujo)... Y, en definitiva, en una privatización de los derechos (el que quiera salud, pensiones o atención a sus dependencias que se lo compre en los mercados correspondientes,... si es que puede) que supone un proceso planificado de precarización de la vida para la inmensa mayoría de la población (abocada a la caridad cuando no puede acceder a esos mercados)... ¿Es aún posible, aquí y ahora, y contando con la indefensión aprendida por la ciudadanía del presente, hablar de una sociedad cohesionada por los valores de la modernidad?... ¿Es, en suma, posible hablar siquiera de paz social en medio de esta opresión globalizada que dinamita cualquier atisbo de bienestar universal?-
Cuando proliferan las quiebras del principio de libertad (primera generación de derechos humanos), del principio de igualdad (segunda generación de derechos humanos) y del principio de solidaridad (tercera generación de derechos humanos), no podemos asistir impasibles a las actuaciones que cuestionan respectivamente el Estado de Derecho, el Estado Social de Derecho o el marco multilateral de relaciones internacionales... Precisamente porque, paradójicamente, si hay una Declaración Universal de Derechos Humanos (que pretende “armonizar” las Constituciones nacionales desde el mejor legado de la modernidad) es porque dichos derechos no son ni han sido respetados en todos los lugares y en cualquier tiempo (si lo hubiesen sido, identificándose casi con una suerte de comportamientos específicos de especie, no habría sido necesaria Declaración institucional alguna)... Así que, ¿podemos aceptar, sin más, una situación como la actual, en la que cualquier principio de la Declaración, es potencialmente relegado ante los “intereses superiores” de ese ente difuso que se ha dado en llamar “los mercados”?.
Evidentemente, enfrentarse al mundo del “¡sálvese quien pueda!” exige la derivación de estps interrogantes hacia una reflexión compartida sobre la moralidad y viabilidad humana de sus consecuencias políticas y sociales (tan fieramente reproducidas en Gente en sitios –Juan Cavestani, 2013- y sinbolizadas en The road –John Hillcoat, 2009-), mucho más allá del mero cálculo económico, porque, como diría Antonio Machado, “sólo el necio confunde valor y precio”... ¿Quedan aún algunas vías de resistencia (y/o reconstrucción) posibles ante el colapso de la modernidad y sus consecuencias?.
Todo ello será introducido, en sus aspectos conceptuales básicos, y desarrollado problemáticamente por el propio coordinador del Foro, José Ignacio Fernández del Castro que, como siempre, facilitará a las personas participantes un dossier, de elaboración propia, con documentación sobre el tema abordado, incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones bibliográficas y cinematográficas, artículos e informaciones de interés, chistes, etc..
Tras su intervención (e, incluso, durante la misma) habrá un debate general entre todas las personas presentes (recordamos que, en relación con este Foro se ha proyectado ya, el miércoles, 10 de Diciembre, en el Cine-Forum “Imágenes para pensar”, la película La carretera (The road), 2009, de John Hillcoat. La sesión, celebrada en relación con el Día de los Derechos Humanos (10 de Diciembre),  tendrá lugar en el Aula 3 (Segunda Planta), con asistencia libre.

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