«El sistema no se había creado —¿cómo iba a
ser de otro modo?— con el propósito de sacar a relucir la verdad, toda la
verdad y nada más que la verdad.»
(Phyllis Dorothy JAMES, conocida literariamente como P.D. JAMES; Oxford, Oxfordshire, Inglaterra,
Reino Unido, 3 de agosto de 1920 - 27
de noviembre de 2014. A Certain Justice
–Una cierta justicia-, 1997, décima novela de la Serie Adam
Dalgliesh –1998 para la primera edición en castellano-.)
Ha desaparecido
una gran dama de la novela policiaca,
una de las más grandes... Mucho más cercana a la tradición americana del “detective sucio” vitalmente maltrecho y
profesionalmente sumido en el estercolero social que a los impolutos “resolvedores
de enigmas” (Hércules Poirot o Miss Marple, pongamos por caso) de su gran
antecesora británica Agatha Christie, su investigador público (Adam Dalgliesh, Comandante
en el Metropolitan Police Service de Scotland Yard en Londres) o su
investigadora privada (Cordelia Gray, al frente de la londinense Agencia de Detectives
Pryde desde el suicidio de sus exjefe, Bernie Pryde) arrastran problemas
vitales (viudedades tempranas e idilios tardíos, colecciones de ex y
horfandadas dolientes,...) desde los que relatan y retratan los más
sorprendentes “agujeros negros” de la sociedad capaces de absorber, sin
absolver, todas la materia emocional de un mundo y un tiempo enfermos...
Sin duda, su experiencia de dos décadas en
la administración de la Seguridad Social
y más de una como funcionaria del Ministerio del Interior le permitió ser una
observadora privilegiada de muchos males individuales, colectivos e
institucionales, y, por ello, Adam Dalgliesh o Delia Gray acabaron por saber con cierta precisión que el sistema
judicial (como cualquier otro sistema
humano, incluyendo lo que llamamos, con carácter genérico y más determinante que determinado, “el sistema”)
“no había sido creado para sacar a
relucir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, por más que
tal afán de veracidad fuese alentado,
ritual y ceremoniosamente, ante cualquier testimonio.
En realidad, “¿cómo iba a ser de otro modo?” si precisamente “el sistema” es,
desde siempre (y así lo denunciaba ya Platón) el refugio de la insignificancia frente a lo importante,
del accidente frente a lo esencial, de lo aparente frente a la verdad...
O sea que al sistema no le interesa
la verdad, incluso le molesta. Y por
eso desprecia y relega a quienes, con vocación
filosófica, la buscan tercamente... O buscan, al menos, argumentos bien fundados para desechar
algunas de las narraciones que el sistema impone sobre la realidad.
Nacho Fernández del Castro,
1 de Diciembre de 2014
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