lunes, 1 de diciembre de 2014

Pensamiento del Día, 1-12-2014



«El sistema no se había creado —¿cómo iba a ser de otro modo?— con el propósito de sacar a relucir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.»

(Phyllis Dorothy JAMES, conocida literariamente como P.D. JAMES; Oxford, Oxfordshire, Inglaterra, 

Reino Unido, 3 de agosto de 1920 - 27 de noviembre de 2014. A Certain Justice –Una cierta justicia-, 1997, décima novela de la Serie Adam Dalgliesh  –1998 para la primera edición en castellano-.)

Ha desaparecido una gran dama de la novela policiaca, una de las más grandes... Mucho más cercana a la tradición americana del “detective sucio” vitalmente maltrecho y profesionalmente sumido en el estercolero social que a los impolutos “resolvedores de enigmas” (Hércules Poirot o Miss Marple, pongamos por caso) de su gran antecesora británica Agatha Christie, su investigador público (Adam Dalgliesh, Comandante en el Metropolitan Police Service de Scotland Yard en Londres) o su investigadora privada (Cordelia Gray, al frente de la londinense Agencia de Detectives Pryde desde el suicidio de sus exjefe, Bernie Pryde) arrastran problemas vitales (viudedades tempranas e idilios tardíos, colecciones de ex y horfandadas dolientes,...) desde los que relatan y retratan los más sorprendentes “agujeros negros” de la sociedad capaces de absorber, sin absolver, todas la materia emocional de un mundo y un tiempo enfermos...
Sin duda, su experiencia de dos décadas en la administración de la Seguridad Social y más de una como funcionaria del Ministerio del Interior le permitió ser una observadora privilegiada de muchos males individuales, colectivos e institucionales, y, por ello, Adam Dalgliesh o Delia Gray acabaron por saber con cierta precisión que el sistema judicial (como cualquier otro sistema humano, incluyendo lo que llamamos, con carácter genérico y más determinante que determinado, “el sistema”) “no había sido creado para sacar a relucir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, por más que tal afán de veracidad fuese alentado, ritual y ceremoniosamente, ante cualquier testimonio.
En realidad, “¿cómo iba a ser de otro modo?” si precisamente “el sistema” es, desde siempre (y así lo denunciaba ya Platón) el refugio de la insignificancia frente a lo importante, del accidente frente a lo esencial, de lo aparente frente a la verdad... O sea que al sistema no le interesa la verdad, incluso le molesta. Y por eso desprecia y relega a quienes, con vocación filosófica, la buscan tercamente... O buscan, al menos, argumentos bien fundados para desechar algunas de las narraciones que el sistema impone sobre la realidad.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Diciembre de 2014

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