lunes, 7 de abril de 2014

Pensamiento del Día, 7-4-2014



«Antiguamente  se les decía a los niños que nacían de un repollo, pero ellos asistían a la gran escena del adiós a la cabecera del moribundo. Hoy son iniciados desde la más tierna infancia en la fisiología del amor, pero cuando se asombran porque ya no ven a su abuelo les dicen que está descansando en un bello jardín de flores (...). Y al mismo tiempo que la censura, surge la transgresión: en la literatura maldita reaparece esa mezcla de erotismo y muerte (perseguida entre los siglos XVI y XVIII) y, en la vida cotidiana, la muerte violenta.»
 (Philippe ARIÈS; Blois, Loir y Cher, Francia, 21 de julio de 1914 – París, 8 de febrero de 1984. 
Essais sur l'histoire de la mort en Occident : du Moyen Âge à nos jours Morir en Occidente. 
Desde la Edad Media hasta nuestros días-, 1975 –edición en castellano, por ejemplo, en 2011-.)
Es curiosa nuestra actitud hacia la muerte... Hoy, incluso entre personas de reconocido talante intelectual o eminente disposición a la sátira, la muerte sigue siendo un relativo tabú, algo de lo que no se habla ante los seres más desvalidos o en reuniones de “buen tono”... Aunque presenciemos un montón de muertes televisadas o representadas cada día que pasan a ser ya un telón de fondo, una suerte (o desgracia) de nuevo hilo musical icónico y necrófilo.
Aquí y ahora, hace falta ponerse muy historiográficamente circunspecto, a lo Philippe Ariès, o muy surrealistamente dicharachero, a lo Gila, para poder hablar de la muerte sin empacho (en ambos casos, con un distanciamiento que impide cualquier dolor).
Recrearse en la muerte vívida es cosa, en todo caso, de la representación artística, con frecuencia, marginal (como el cine serie B o el hiperrealismo gore) aunque puede llegar a teñir (siempre de forma estilizada y edulcorada) algunas superproducciones comerciales.
La muerte real, seca, sin aspaviento, no vende, en fin, en un mundo en el que todo se vende, porque, tras el negocio postrero de las pompas fúnebres, los muertos se convierten en clientes declinantes poco susceptibles de ser bombardeados con nuevas necesidades industrialmente diseñadas.
Y es que, para una sociedad que centra su ser en la apariencia y el espectáculo, la muerte resulta un fenómeno demasiado finalista y limitado... Por eso se mantiene un cierto discurso adolescente (y para adolescentes) de la superación de la muerte a través de zombis (cuando ya no resultan creíbles los paraísos ultraterrenos o las reencarnaciones sucesivas) que garantice la primacía en la sociedad madura del mito de la eterna juventud... Al fin y al cabo, los (y las) peterpanes sí son excelentes clientes ávidos de continuas novedades para sus consumos protésicos, gimnásticos, ergonómicos, dietéticos, cosméticos y hasta éticos (esa nueva congregación siempre a la busca de productos para un “consumo con causa” que libere y limpie su conciencia).
¿Dónde va a parar?... ¡El mercado necesita mucho más una clientela moral y físicamente vigoréxica (de laboratorio) que muerta!.
Nacho Fernández del Castro, 4 de Abril de 2014

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