«Todo está en calma.
Doy
una última mirada al cuarto:
si
muriera esta noche
mínimas
serían las dificultades que siguieran.
No
hay nadie ya despierto
y he
concluido la última anotación
de
lo que haré mañana.
Todo
está encarpetado,
no
hay ningún ángulo que sobresalga.
Casi
no hay objetos redondos.
Los
piolines en su sitio
y
los suicidas sonriendo tras los vidrios.
Este
poema es lo único que da
la
clave de la madeja:
"Los monstruos, bien peinados,
por dentro”.»
(Emma
BARRANDEGUY; Gualeguay.
Entre Ríos, Argentina, 8 de marzo de 1914 - 19 de diciembre de 2006.
"El
apaciguamiento de las cosas” en Las puertas, 1964.)
Eso es, a
fin de cuentas, la vida, el mundo, la realidad... Un gran cuarto donde, cuando
llega la gran noche del silencio, todo queda en clama y, si cualquiera de
nosotros muriese, las dificultades para que todo siguiese igual serían mínimas.
Tratamos de encajar todo perfectamente en
las carpetas de nuestros usos y
costumbres, evitando cuidadosamente la sobreabundancia de cosas esféricas
que, por mucho que los griegos las asociaran con la perfección, resultan difíciles de archivar, por más que sean leves
e inclinadas a la caricia... Tratamos de anticipar, desesperadamente a veces,
el mañana para anticiparlo y fragmentarlo
a nuestra conveniencia, por más que sepamos que lo que hoy estimamos conveniente
puede resultar mañana insulso o, incluso, francamente enojoso... Tratamos también
de organizar nuestros pequeños placeres
y fuentes de relajación; de pintar sonrisas en nuestros miedos para situarlos,
tras vidrieras protectoras, fuera de nuestro ámbito cotidiano.
Pero, a fin de cuentas, seguimos atribulados
por la falta de claves para entender este embrollo... Porque, a fin de cuentas,
la vida, el mundo, la realidad, sigue llena de monstruos... Por mucho que
aparezcan bien peinados, por dentro.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Abril de 2014
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