«Éramos gentes hechas al don de mansedumbre
y a la vaga
memoria de un camino a algún sitio.
Y nadie dio la
orden. -Quién sabría su instante.-
Pero todos, a un
tiempo y en silencio, dejamos
el cobijo usual,
el encendido fuego que al fin se extinguiría,
las herramientas
dóciles al uso por las manos,
el cereal
crecido, las palabras a medio, el agua derramándose.
No hubo señal
alguna. Nos pusimos en pie.
No volvimos el
rostro. Emprendimos la marcha.»
(María
Victoria ATENCIA GARCÍA; Málaga, 28 de noviembre de 1931, Premio Nacional de la Crítica 1998, Premio
Federico García Lorca 2010, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2014. “La
marcha” en
La pared contigua, 1989.)
Es terrible,
lo sé, sentir tanta impotencia contemplando los menos, sólo un uno por ciento,
acumular riquezas condenando a los más a compartir migajas, desamparo, penurias.
Es terrible, lo sé, pero parece a veces que, sin orden ni aviso, sin santos y
sin señas, mucha gente se mueve, silente en tantos gritos frente a oprobios
crecientes, y, aunque vienen mal dadas, parece ya dispuesta a dejar tantas
cosas que, inútiles, nos atan a inercias miserables... Parece incluso que, sin
precisar instantes de señal o conjuro. sin ademanes tristes y sin volver el
rostro, iniciamos la marcha ¿hacia ninguna parte?...
Nacho Fernández del Castro,
7 de Mayo de 2014
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