viernes, 11 de marzo de 2011

Pensamiento del Día, 11-3-2011

«Un buen número de veces he estado presente en reuniones de personas que, por las normas de la cultura tradicional, se creen muy educadas y que con mucho gusto han expresado su incredulidad por el analfabetismo de los científicos. Una o dos veces me han provocado y he pedido a los interlocutores cuántos de ellos podrían describir la Segunda Ley de la Termodinámica, la ley de entropía. La respuesta fue fría y negativa. Sin embargo, yo estaba pidiendo algo que para los científicos seria equivalente a preguntar: "¿Has leído una obra de Shakespeare?".
Ahora creo que si yo hubiera hecho una pregunta aún más simple como "¿Qué entiende usted por masa, o aceleración?", que es el equivalente científico de decir "¿Puedes leer?", no más de uno de cada diez habrían sentido que yo estaba hablando el mismo idioma. Por lo tanto, mientras el gran edificio de la física moderna crece, la mayoría de la gente inteligente en Occidente tiene el mismo conocimiento científico que habría tenido su antepasado del neolítico.»
 (Charles Percy Snow; Leicester, 15 de octubre de 1905- Londres, 1 de julio de 1980.
Las dos culturas y un segundo enfoque, 1963)

El saber científico más elemental es considerado como "cosa de especialistas", como algo ajeno a la gran cultura, como algo que no tiene por qué formar parte de la educación obligatoria (común, general, comprensiva) de un país... No hace tanto algunos políticos se mesaban los cabellos al constatar que alguien podía terminar brillantemente la etapa obligatoria de su formación en España sin haber oído siquiera mencionar a Felipe II, y a cualquiera le parecería terrible que quien obtiene un título de Secundaria Obligatoria pudiera ignorar por completo quién fue Shakespeare, Cervantes, Goya o Beethoven. Y, sin embargo, nadie se extraña de que los conceptos más básicos del acervo científico que conforma y explica el mundo contemporáneo sean absolutamente ajenos a la ciudadanía (la misma ciudadanía a la que, por cierto, se le demandará opinión sobre políticas relativas a la energía nuclear o al desarrollo de técnicas curativas a partir del uso de células madre). El propio sistema educativo, siempre presto a apostar por la apariencias para ocultar las realidades, va inventando materias, ya en Bachillerato, curricularmente devaluadas y, en la práctica, diletantes (Ciencia, Tecnología y Sociedad; Ciencias para el Mundo Contemporáneo;...), que, lejos de aportar esa necesaria "compensación cultural" para el dominio de la base conceptual de la ciencia del presente por parte de la juventud, ahonda la sensación de que, para quien se comienza a especializar, el resto del conocimiento debe ser secundario e irrelevante. Un panorama que necesariamente derivará, en el plano político, en una pseudodemocracia en la que las decisiones verdaderamente relevantes (en planteamientos culturales o planes energéticos, en desarrollos industriales o estructura laboral,...) estarán en manos de asesores especializados ajenos a enfoques políticos generales y a todo control popular.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Marzo de 2011.

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