martes, 11 de marzo de 2014

Pensamiento del Día, 11-3-2014



«Marzo desnivelado por las cifras
del desaliento. Marzo de muerte,
triste marzo de trenes y extrarradios marchitos,
marzo de sueños rotos y niños deshabitados,
de pronombres sin nombre, de apellidos
quebrados y relojes sin hora, marzo de los teléfonos
enmudecidos.
Mi ciudad asolada. Mis tierras y mis trenes,
asolados, mis ojos y mis manos
y mis brazos,
asolados. Muerte sembrada bajo la luz
de un Madrid lateral
hecho de andenes periféricos, de seres menesterosos,
de mujeres crecidas en la sombra diaria
del tiempo inabarcable del trabajo,
de hombres cultivados
en el silencio anónimo de las factorías,
de humildes bachilleres y de párvulos,
de viejos azorados por noticias de muerte,
de bares conmovidos por la niebla y la sangre,
de juguetes sin niño,
de huérfanos sin ira,
de vacías acequias,
de fogatas sin lumbre.
Madrid de hospitales, de lutos y de marzo.
Capital de la niebla y del dolor. Ciudad de los estanques
del silencio.
Madrid desbaratado y mío. Madrid nuestro.
Como los muertos, nuestro.
Dueño de un mes de marzo
descolorido y turbio, pero nuestro.
Entre muertos y lágrimas,
 es más nuestra y cercana la ciudad. También más triste.»
 (Manuel RICO REGO; Madrid, 27 de octubre de 1952. “Madrid, 11 de Marzo” en  
De viejas estaciones invernales, 2006.)
Nos duele, pero ¿cómo no hablar hoy del 11-M?... ¿Cómo evitar nombrar el negro día de la muerte negra y de las negras mentiras que la siguieron?...  ¿Cómo evitar nuestro pálido dolor por ciento noventa y dos vidas rotas al lado del dolor insoportable de quienes les querían (y ya nunca más pudieron decírselo con palabras o caricias)?.
Madrid fue entonces la ciudad de la muerte en estaciones desoladas periféricas y centrales, en la mirada huérfana de luz de sus gentes humildes (que podrían haber sido también cadáveres), en tantos jueguetes ya sin manos infantiles, en tantas mujeres y hombres que vieron interrumpida su alienación del momento por los fuegos espectrales de la tragedia, en ese par de centenares de seres humanos que ya ni siquiera podrían volver a sentir jamás su particular alienación...
No podemos dejar de hablar, diez años después, de tanta muerte que sentimos propia en un tiempo que se hizo dolorosamente nuestro para siempre... En una ciudad que amamos entonces más que nunca (porque la habíamos disfrutado y amado tantas veces)... Aunque ahora era ya una ciudad triste en un día aciago.
Más triste porque en ella floreció no sólo el terrorismo más cruel, sino también la gran mentira como un patético ejercicio de necropolítica, signo palmario de un fascismo insistente...
Territorio de lágrimas y muerte, pero también turbio salón de maquiavelismos inútiles, de intentos de instrumentalización de las víctimas, de vergonzantes acosos a quienes no se dejaron instrumentalizar, de bochornosas teorías mediáticas de la conspiración para agitar pasiones ultra, Madrid, España, el mundo se fueron ensombreciendo cada vez más bajo tanta inmundicia...
En fin, muy triste... Sobre todo porque hoy, diez Marzos después, tantos responsables siguen en sus puestos.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Marzo de 2014

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