«Éstas que ves, amigo, ruinas son de un tiempo donde aún habitaba la esperanza, y tan jóvenes éramos que todavía soñábamos con juguetes carísimos, ya sabes: libertad, igualdad, esas cosas, y el celuloide rancio de la Revolución. El tiempo, sin embargo, con rostro de monarca absolutista, disolvió la algarada con su mano de hierro. Todo volvió a su sitio. Y al orden natural, como aquella wild life de los documentales americanos, ya sabes: el pez gordo, comiéndose al pequeño. Pura depredación. Y nosotros, en tanto, fuimos envejeciendo. Un trabajo, familia, poemas (todo un lujo), porque el mundo, ya sabes, al igual que los dioses, es inmutable a veces, un círculo vicioso. ¿Leíste a Dante?. Haz memoria: quizá ya hemos llegado a los infiernos.»
(Domingo F. FAÍLDE; Linares, Jaén, 17 de octubre de 1948 – Jerez de la Frontera, Cádiz, 11 de
febrero de 2014. “Epístola moral” en Testamento
de Náufrago. Antología poética 1979-2000, 2002.)
Así se fue, quizás,
el buen Domigo Faílde, con sus estrofa fluida que aún nos recordaba que fuimos
otra cosa, tal vez una esperanza de
que grandes ideas (Libertad, Igualdad, Revolución incluso)
fuesen flores prendidas en el jardín del mundo,
de otro mundo posible... Y, sin
embargo, ahora, ¡cuánto tedio solemne!, ¡cuánta nada funesta!, ¡cuánto oprobio
global!, ¡cuánta insignificancia!.
Seguimos abismados,
buscando algún camino, y tan sólo encontramos, silentes y sumisos, el infierno de Dante.
Nacho Fernández del Castro,
9 de Marzo de 2014
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