sábado, 1 de marzo de 2014

Pensamiento del Día, 1-3-2014



«Me miro a mi mismo y sólo veo el vacío, ¡y por Dios que me he mirado!.» 
 (Howard Melvin FAST, con el pseudónimo de E.V. CUNNINGHAM; Nueva York, 11 de noviembre de 1914 - Connecticut, 12 de marzo de 2003.  
The Assasin who Gave Up his Gun –El asesino que entregó su arma -, 1969 
–edición en castellano, por ejemplo, en 1999-.)
A veces el espejo es cruel... Y no (o, al menos, no sólo) porque denuncie insobornablemente los estragos del tiempo sobre nuestra carcasa; sino, sobre todo, porque atisba en nuestra mirada un vacío interior, una cierta condición de individuos flotantes incapaces de sentir ya el mundo como propio y de moverse, sin seguir dictados ajenos, en alguna dirección para afirmarlo y/o intentar cambiarlo.



Howard Fast, coherente con su apuesta personal y colectiva por la igualdad en el país de las oportunidades que devienen en desigualdades, supo dejar el Partido Comunista estadounidense en 1956, como protesta por el aplastamiento soviético de la revolución húngara que durante poco más de medio mes, del 23 de octubre al 10 de noviembre, alentó esperanzas (y, claro, algunos actos de barbarie) barridas, junto a su paladín, Imre Nagy (que había disuelto la ÁVH, Államvédelmi Hatóság, temible policía poítica de corte estaliniano, y parecía haber conseguido que el Politburó soviético controlado por Nikita Jrushchov se aviniese a negociar la retirada del sus tropas en el territorio húngaro), en una acción rápida y sorprendente por el Kremlin para imponer (previa muerte de más de dos mil quinientos húngaros y más de setecientos soldados soviéticos) a János Kádár al frente de un gobierno dócil ante sus intereses estratégicos y represivos (mientras Occidente todo miraba para otro lado, más ocupado en sus propios intereses puestos en juego por la crisis de Suez).



Fast, por supuesto, no abandono con el partido, sus ideales igualitarios, sino que buscó, precisamente, ubicaciones y compañías más apropiadas para legitimar y ahondar esa lucha...



O sea, para poder mirándose frecuentemente a sí mismo sin sentir el vértigo del vacío... O simple  asco. Un ejemplo.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Marzo de 2014

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